Se puede anotar que el cine de Jim Jarmush, es uno, donde la ausencia tiene protagonismo, pero no la ausencia como lo espectral del "no estar" o la antítesis de la presencia, ni su negación expresiva, por el contrario, está más cerca de lo inefable, de eso que dicho a medias o con cierto simbolismo, guarda la grandeza de lo nimio, como la poesía, acción que realiza el protagonista de esta película, un conductor de autobuses, que en sus copiosos y rutinarios días, llena de poemas urbanos sus recorridos y acciones diarias. Esas huellas de identidad del cine de Jarmush, los hombres lacónicos y silenciosos en constante viaje - mental y físico- que encuentran en las nimiedad del mundo, la respuesta a su vida, se refleja en Paterson (Adam Driver), este conductor, que vive en Paterson (Nueva Jersey) y trabaja para la Paterson 23, no sólo es el diario de un hombre común, sino los destellos que todos tenemos en nuestras vidas, convertidos en poemas realistas, que aparecen en pantalla, mezclándose con esos tiempos muertos, que como en esos siete días en los que conoceremos a Paterson, nos reflejan la vida.
El guion de Jarmush tan sencillo como efectivo, se establece bajo esos condicionamientos que repite a lo largo de su filmografía, es decir, lo que está al margen, el silencio, la pasividad, como una especie de sublime banalidad, que nos indaga sobre nuestras propias rutinas e imaginación, porque de eso se trata el cine de Jarmush, de pequeños poemas de lo rutinario, que se aúnan a sus cuestionamientos intelectuales sobre la literatura, la música, el arte y porque no, la creación, no como ese acto magnificente, sino ese, que espontáneamente, se cruza en nuestra aparente monotonía.
Frederick Elmes, es uno de esos directores de fotografía asociados al movimiento "independiente" estadounidense, no sólo reconocido por sus cualidades técnicas sino por sus particulares imágenes, donde un cuidadoso uso de la luz, arriesgadas composiciones y precisos movimiento de cámara, han "iluminado" historias de David Lynch, Casavettes y obviamente con Jim Jarmush, con quien comparte forma y estilo, la de la sencillez lírica; Elmes, filma las calles de New Jersey, sus recovecos y espacios comunes, con una óptica tan personal como rutinaria, como los poemas de Paterson.
La repetición siempre será un elemento tan importante dentro del cine como para su montaje, no sólo por la economía de su lenguaje, sino porque en su iteración, vamos encontrando nuevas marcas, identidades, juegos autorales, que explican, complejizan o reafirman las posturas del director, en esto Jarmush junto a Affonso Goncalves, estructuran una obra sólida, de fugaces momentos y repetición que gracias a la creatividad del montajista brasileño-americano se ajusta al estilo de quien dirige, donde lo implícito, lo escondido, el fuera de campo y los tiempos muertos, es la obra.
Vale la pena recalcar el uso de los textos sobre pantalla, recurso, que varias veces ha utilizado Jarmush en sus películas, pero que en este caso, se cohesiona de la mejor manera con la esencia del protagonista, encarnado por un Adam Driver que saca sus mejores cartas, como lo es el silencio y su natural hieratismo, que le da más profundidad al personaje, que contrasta con adorable, soñadora e intempestiva esposa, que logra atrapar muy bien la actriz iraní Golshifteh Farahani, antítesis pero complemento de Paterson
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