5 ene 2022

Retrospectiva: Pedro Costa

 



Acercarse al cine de Pedro Costa, no sólo es imbuirse en las calles de Fontainhas, una barriada caboverdiana en Lisboa, sino en la integridad de sus habitantes, algunos como sus calles, devenidos en protagonistas de su obra, pero no sólo como representaciones o imitaciones de dicho espacio, sino más bien, como fragmentos de vida, una, que Costa ha logrado retratar en sus películas, porque para el director portugués, la vida y el cine, van por el mismo sendero, y con el último, se dignifica, como decía en alguna entrevista.

Pero en sí, qué es el cine de Costa, es un cine de tono político, anticapitalista, que nos muestra la exclusión social, ya no desde la mirilla colonizadora, sino de quien se ha logrado integrar a tal comunidad, es decir, el cine como algo proletario, donde se logra potenciar los valores estéticos de lo marginado, ya no sólo entendido desde lo humano sino desde lo cinematográfico, porque el cine de este director, se sale de las márgenes narrativas, y aún de esos complejos lineamientos que son la ficción o lo documental, Costa, como otros directores han creado su propia cosmogonía, una que se reduce a Fontainhas, tan compleja y cercana como las márgenes de la sociedad, es como explicaba el propio director: "En Fontainhas el exterior se confunde con el interior. La calle forma parte de las casas y las habitaciones se prolongan por fuera de las ventanas y las puertas. La luz es la sombra" (1), esto último puede ser la respuesta más concreta a su cine, uno donde lo visual además de explorar unos valores estéticos cercanos al claroscuro del Barroco, también lo hace desde la concreción del espacio, no sólo dignificando sino resumiendo las vidas de sus habitantes.

La retrospectiva

En la cinemateca de Bogotá, como se ha hecho durante los últimos seis años, el cine portugués se toma su sala(s), pero además para este año el gran protagonista fue Pedro Costa y una retrospectiva de su obra, así como su última producción, la multipremiada Vitalina Varela; diez títulos que cubren una obra tan original como extrema en su forma de producir, captar y entender al cine.

Aunque sólo pudimos ver dos de las diez obras - los horarios eran muy apretados para verlas de corrido-, algo se logra extraer y entender de ese mundo "filmado" por Costa, en el que los Ventura, las Vandas o las Vitalinas Varelas, además de recorrer las estrechas calles o pasillos de la ya desaparecida Fontainhas son a la vez el resumen del colonialismo portugués, de la desazón del inmigrante y la realidad de un mundo, tan repleto de sombras y algunos brillos, como los planos de Pedro Costa.



Juventud en Marcha (2006)

Costa junto a Leonardo Simoes, fotografían este relato en el que un obrero retirado, deambula por la afueras de Lisboa, tras ser abandonado por su esposa, Ventura, el hombre en cuestión, parece convertirse en la memoria de un barrio en demolición, de los estragos del colonialismo y evidentemente de su propia vida, porque Ventura se representa a sí mismo, peor a la vez es un personaje que recoge varias historias y "voces" de los caboverdianos asentados en esa barriada repletas de claroscuros, fragmentos, sombras e intrascendentes diálogos. Costa, que en cierta forma, funciona como un One Man Band, asume en la figura de Ventura, a esos pintores del tenebrismo, al zombie de Tourneur y la febrilidad, que no sólo es un estado físico o mental sino espacial, como las calles que recorre este hombre. 

La narrativa de esta obra, sin ser inexistente, es ajena a cualquier tradición aristotélica, es más bien un empate de elementos textuales alrededor de Ventura, que pasan de lo poético, a lo histórico, de lo paternal - porque Ventura es también la representación de la paternidad, sin ser para nada una figura positiva- a lo absurdo, de lo cotidiano a lo efímero; eso sí, cada plano puede estar dentro de lo mejor del cine contemporáneo, pero cada texto puede estar dentro de lo peor de lo que entendemos como cine convencional; aún así con su pros y con su contras, con lo sublime y lo ridículo, el cine de Costa, cuando uno se acostumbra, atrapa, hipnotiza hasta el cansancio, que es principalmente la sensación con la que uno sale tras ver las obras del portugués.  


Vitalina Varela (2019)

Hasta la fecha, Vitalina Varela es la película que más me ha gustado de Costa, su radicalidad se traduce en su perfeccionamiento visual, no sólo en los contrastes, manejo de la luz, sino en los encuadres, cada plano en el que aparee la mujer que ha llegado tarde al entierro de su esposo, es un reflejo de como ésta no sólo va superando el duelo sino que va entendiendo un mundo tan ajeno y lejano como es la Lisboa que ahora habita. Esta película, como me pasó a mí, invita al sueño pero también a una esperanza  tan sosegada, pausada e intimista como la vida de Vitalina Varela, la real y la que aparece en pantalla, que son la misma persona. Como anotaba en el texto anterior, el trabajo fotográfico, desde el plano inicial, que recuerda a un texto de Poe o cualquier otro autor de terror, en medio de una barriada, hasta esos bellos primero planos de Vitalina, los reflejos en los espejos, y el claroscuro, mediado entre la naturaleza del espacio y de la cámara, están entre lo mejo del cine contemporáneo. 


Una muy corta conclusión, análisis, crítica y reflexión 

El cine de Costa, es un cine que se lee más de lo que se entiende, que se aprecia desde lo visual más que en su narrativa, que es tan extremo o radical que cae en el más profundo de los estados de gracia como del ridículo, pero que en definitiva, debe ser visto para entender al cine no sólo como entretenimiento, reflexión, acto político o maquinaria, sino como un oficio, que como lo define el diccionario, es: una actividad laboral habitual, especialmente la que requiere habilidad manual o esfuerzo físico, más que un anecdotario de egos y acciones, y en eso, sí le celebro a Costa, aunque me cueste aún su cine. 

  

Referencias

(1) https://www.elmundo.es/cultura/cine/2020/10/19/5f8c6c41fc6c83851e8b458d.html


No hay comentarios:

Publicar un comentario