No solo los vivos son asesinados en la guerra.
Isaac Asimov
Del 21 al 25 de junio se presentó en la Sala Gaitán (antigua Cinemateca Distrital) un ciclo de cine ruso que tenía como gran protagonista a la guerra, muchas de éstas obras esenciales en la cinematografía de dicho país. Aunque infortunadamente sólo pudimos ver una película de las cinco que se presentaron, esta fue: La Infancia de Iván de Andrei Tarkovski, primer largometraje de éste, y la que le dio reconocimiento y una forma de hacer cine, una mezcla de poesía, de lo autóctono y ensoñador que se puede dilucidar en el rompimiento del género cinematográfico, sin desconocer esos tintes autobiográficos, o personales que le imprimió a su cinematografía.
Además de la película, la experiencia de volver a la antigua cinemateca, fue bastante interesante, un poco entre lo nostálgico y lo afectivo de un espacio, que entre protocolos y efectividad, se pudo observar una de las obras más conocidas de dicho ciclo, y una de las más esperadas; la sala estuvo "llena" entendiendo ésto del aforo y sus limitantes.
La infancia de Iván (1962)
Pilar Carrera en su libro La imagen total (2008) en el capítulo entorno a esta película escribe lo siguiente, que la mística era, y de forma preponderante, una forma argumental, un hacer el vacío en el relato. No una actitud existencial, sino un proceder metódico de exégesis (pág. 41) que se va a manifestar en toda su obra, pero que en esta película cobra un sentido particular; el de los fantasmas de la guerra - nunca vemos a los nazis, y en cierto modo, a la guerra misma-, al igual el poder y el de Iván, que es un cascarón, un niño-hombre vacío, otro fantasma que ha perdido todo, deambulando por los pantanos de las miserias humanas, como lo observamos cuando el personaje interpretado por Nikolai Burlyayev (Iván) aparece en escena y desaparece entre líneas enemigas.
Basada en el relato de Vladimir Bogomolov, Tarkovski junto a Mikhail Papava escriben un guión en el que la Segunda Guerra mundial y el género bélico se vuelven una excusa para retratar el misticismo y las revelaciones del mismo director, Tarkovski se ve reflejado en Iván y la obra misma es una respuesta al absurdo de esos años, tan confusos y conflictivos, cultural y políticamente.
Entre los sueños y la pesadilla - de la guerra -, conocemos a un niño, un adolescente que vive la antítesis del coming of age, Iván, que al perder a su familia (asesinada) se ha unido al ejército rojo, espiando a los alemanes; entre la venganza y la inocencia perdida, la vida de Iván se diluye como lo hace la guerra, o esos últimos años.
Siguiendo con el texto de Carrera, esta nos dice lo siguiente: los relatos de las películas de Tarkovski se refugian en la calma, en el silencio que sigue a la destrucción, al drama. Este primer trabajo no sólo no escapa ésto sino que empieza a mostrar esas señas de identidad, donde el silencio, la pausa y el tiempo cobran protagonismo, un tiempo que va más allá del cinematográfico y evidentemente del lineal de nuestra vida, un tiempo que le roba al lirismo, a la filosofía y un poco a la vida del mismo director, que en cada película dejaba un poco de su propia biografía.
Pero igual debemos entender que el tiempo de Tarkovski, también se traduce en lo fotográfico, en lo sonoro y el montaje, porque además de la gran colaboración de Vadim Yusov (fotografía), Inna Zelentsova (sonido) y la música de Vyacheslav Ovchinnikov, éstos reproducen una sensibilidad del vacío, de lo nimio o de lo banal no simbolizado, como alude la escritora (pág. 86). Esto lo podemos entender, en el gran trabajo fotográfico de esas secuencias en las que Iván escapa siempre acompañado de ese sonido que cae, casi que en la abstracción, que si bien entendemos que es de la guerra, tiene un tono pesadillesco; es, a través de estos recurso que la obra del ruso cobra un sentido que va más allá de lo cinematográfico, y que logra adentrarse en lo poético, lo expresivo y lo sublime.
Los largos planos de esta obra, el contraste fotográfico, cercano al expresionismo, el sonido que hace de la guerra una abstracción, los elementos compositivos, el material de archivo y ese elocuente desapego, es lo que hacen de este largometraje un merecido ganador del Festival de Venecia, pero ante todo, el indicio de una obra que se va a hacer cada vez más personal e influenciable para la cinematografía de los años 60 y su autóctono modernismo.
Mi crítica...sin esculpir nada
Con Tarkovski, tengo esa mezcla de admiración y choque, no sólo por su obra cinematográfica sino escrita, en las que sus ideas como imágenes toman la forma de un pensamiento autónomo, egocéntrico y reflexivo, en el que lo hagiográfico como lo representativo se aúnan para responder a sentidos que escapan a la lógica y se ubican más en la espiritualidad de esa superficie que es el sustrato y el dispositivo cinematográfico; es decir, y en términos más concretos, ésta, es tal vez la obra que más me ha gustado de Tarkovski, no sólo como representación, sino como forma y relato, una de esas películas que se incrustan tanto en la psique como en la médula, y que nos induce no a reflexionar sobre una guerra, sino sobre esos seres que estuvieron en ésta, seres de sombras, sueños olvidados de familias, países y guerras, pero muy bien atrapados por la cámara y sensibilidad de un hombre como Andrei Tarkovski, que encontró en el cine un material moldeable, el del tiempo.
Personalmente, la películas que más me ha gustado del cineasta ruso, y con el que encuentro esa afinidad del cine modernista europeo y mundial, en el que ciertos planos, secuencias y estilos se hacen reconocibles, por ejemplo, esa bella, mística y constante secuencia en la que correr, alude a la liberación y al escapar, del mismo formato cinematográfico. Una de las mejores películas que he visto.
Zoom in: Además de sus múltiples nominaciones y premios, su gran recaudación e influencia, hacen de esta la obras má reconocida de Tarkovski. Éste asumió su cargo tras ser despedido el anterior director.
Montaje Paralelo: Guerras - Infancia
Referencias
Carrera, P. Andrei Tarkovski La imagen total. 2008. CFE
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