18 jun 2020

Reflexión Cinéfila: La tía Julia y el escribidor


Fotograma de Midnight in Paris de Woody Allen


Al despedirme esa noche le pregunté si podíamos ir al cine y me dijo que "eso sí". Habíamos ido a función de noche, desde entonces, casi a diario, y además de soportar una buena cantidad de melodramas mexicanos y argentinos, nos habíamos dado una considerable cantidad de besos. El cine se fue convirtiendo en pretexto; elegíamos lo más alejados de la casa de Armendariz (el Montecarlo, el Colina, el Marsano) para estar juntos más tiempo.  Dábamos largas caminatas después de la función, haciendo empanaditas (me había enseñado que cogerse de las manos se decía en Bolivia "hacer empanaditas"), zigzagueando por la calles vacías de Miraflores (nos soltábamos cada vez que aparecía un peatón o un auto), conversando sobre todas las cosas, mientras que - era esa estación mediocre que en Lima llaman invierno- la garúa nos iba humedeciendo. La tía Julia salía siempre, a almorzar o a tomar té, con sus numeroso pretendientes , pero me reservaba las noches. Íbamos al cine, en efecto, a sentarnos en las filas de atrás de la platea, donde (sobretodo   si la película era muy mala) podíamos besarnos sin estorbar a otros espectadores y sin que alguien nos reconociera.
                                                             La tía Julía y el escribidor de Mario Vargas Llosa  (pág. 94)
                   

 

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