18 dic 2019

The Man who Laughs: La inspiración del Joker

"El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa."                                                                                                                                                                              Nietzche
The man Who Laughs fue la tercera película de Paul Leni para la Universal,  la penúltima de su obra en los Estados Unidos y la décima de su relativamente corta carrera y vida, -ya que muere en  1929 debido a una complicación de salud-. Leni, reconocido como una figura relevante en el expresionismo alemán, llevó a Hollywood su pericia escenográfica, estética de luces y sombras, que logró afectar a esos estudios especialistas en el terror de los años 30, como lo fue la Universal y sus monstruos mitológicos, gracias a la invitación de Carl Laemmle, también alemán y una de las figuras más relevantes de la producción independiente. Sin embargo, la escogencia de esta obra, está mediada por razones que están más allá de lo cinematográfico, o más bien, debido a ello, revisamos una película en la que el personaje principal fue la inspiración para Bob Kane y Bill Finger, para crear al Joker, por otra parte, porque el cine de corte "expresionista mudo" me interesa tanto en su visualización como en la elaboración de tatuajes personales; cosa que en este caso, no funcionó, porque la obra está bastante alejada del terror y del mismo expresionismo. Aun así, fue bastante interesante ver este largometraje en el que un hombre deformado por el despotismo de un rey, entabla una serie acciones de supervivencia y rebeldía, inspirados en una novela de Victor Hugo.


Sin embargo, el punto más fuerte de esta obra está en la caracterización de Conradt Veidt, que en su deformada sonrisa, no deja de mostrar las particularidades de la desazón, la tristeza y el amor que siente por Dea (Mary Philbin), una joven ciega, que también ama profundamente al hombre deformado conocido Gwynplaine. Más allá de eso, de la excelente fotografía de Gilbert Warrenton, la obra se queda un poco corta en su narrativa, y obviamente en su configuración de género; pero vale la pena observar la excelente actuación de  Veidt, uno de los actores más importantes de la Alemania de entreguerras, y reconocido por sus excéntricos pero muy bien armados personajes como el Cesare de El gabinete del Dr. Caligari (1919), o al mismo Satanás bajo las órdenes de Murnau. 

Sin decir, que es una obra menor, tampoco es una de las películas más representativas que haya visto del cine mudo con alguna coincidencia expresionista o de terror, pero de todas formas, una obra bastante recomendable, que ha influenciado no sólo a los cómics sino a la música, como lo ha declarado Rob Zombie, a realizadores de Serie B, y a otras estructuras culturales.


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