19 nov 2019

30 años de los Derechos de los Niños: El niño de la bicicleta

Todos los niños y niñas tienen los mismos derechos. Todos los derechos están mutuamente relacionados y tienen la misma importancia. La Convención hace hincapié en estos principios y se refiere la responsabilidad de los niños y niñas de respetar los derechos de los demás, especialmente sus progenitores.                                         
                                                                                                                         Tomado de Unicef 
   
En una función especial, y "celebrando" los treinta años de los derechos de los niños, la Cinemateca Distrital presentó  la película El  niño de la bicicleta de los hermanos Dardenne, obra en la que la infancia, la paternidad y el desapego emocional, son puestos a prueba a través de la mirada y vida de Cyril, un niño abandonado por su padre, acogido por una desconocida; enfrentándose a una sociedad en la que, parece más un objeto a remover que un sujeto con derechos. Los Dardenne, que no son ajenos a este tipo de dramas, donde la exclusión social como la desigualdad económica europea, chocan directamente con la vida de niños o adolescentes, que no parecen encajar con la sociedad, como lo vamos a ver en este largometraje naturalista en su esencia visual pero no ajeno a los cuentos de hadas, donde aún existe gente buena, que acepta a los rechazados. 

Con diez películas en su haber, la mayor parte nominadas  o presentadas en los grandes festivales europeos, los Dardenne, que empezaron con el documental, son directores con un universo particular, donde el realismo, la sencillez y lo social siempre están presentes, con un ritmo pausado y una cámara que dialoga con la intimidad de los personajes, es decir, es un cine profundamente humanista. 


El guión escrito por los Dardenne, nos presenta a Cyril (Thoma Doret), un niño conflictivo, abandonado por su padre, que desea empezar una nueva vida. Desde la primera secuencia, vemos a Cyril tratando de huir del internado, buscando a su padre, y en su afán por encontrarlo, no sólo descubrirá la dolorosa razón de su alejamiento sino un nuevo camino en la figura de Samantha (Cecile de France), una peluquera, que además de darle una nueva oportunidad al niño, lo comprenderá.

Aunque absolutamente realista, el guión tiene un componente de cuento de hadas, llevado a los suburbio belgas; donde la irresponsabilidad paterna, el abandono y la malas amistades se contraponen a la bondad y sinceridad humana. Los directores belgas, en un guión sencillo y alejado de todo artificio argumental, nos acercan a los conflictos de la clase media europea, de las familias alienadas y de cierta irresponsabilidad inherente a una sociedad desigual e inmadura, como el padre de Cyril y la pandilla que ve en este niño a otro objeto deleznable.


Fotografía sin artilugios por parte de Alain Marcoen, habitual en el trabajo de los Dardenne, a los que la luz natural, los exteriores y los planos amplios son ideales para contar sus historias; Marcoen, que convierte la cámara en un extensión de los sentimientos de Cyril, hay que ver que la película inicia con un travelling que recuerda el final de los 400 Golpes (Truffaut), y muchos de estos planos "siguen" al niño, haciendo eco de un rastro olvidado; igualmente, aunque es evidente el naturalismo, lo que más le importa a Marcoen, es que a través de su fotografía, se interrelacionan los personajes, es decir Samantha y Cyril, los que finalmente marcan el desarrollo narrativo de esta obra; también cabe destacar el manejo del color, por que Marcoen, va a privilegiar el color rojo en la ropa del niño,y una gradación de color en los otros personajes, logrando un excelente trabajo de contraste.De todas formas, el director de fotografía belga, logra crear de forma natural, un idílico y placentero diseño fotográfico, en el clímax de la obra, en el que Cyril y Samantha viajan en bicicleta y comen un bocadillo, tal vez, el punto más emotivo de la obra, en parte por las actuaciones y por el trabajo fotográfico.    

Entendemos con lo anterior que es una obra austera, donde la economía de los planos, también se evidencia en el montaje de Marie-Helene Dozo, que en su prolífica y multipremiada carrera, ha establecido otro punto de vista, otra estructura a las obras, y en este caso, genera una nueva lectura de la rebeldía infantil. Aunque los hermanos Dardenne, pocas veces utilizan música, en esta obra sí lo hacen, diegética y extradiegéticamente, todo en consonancia con el estado de ánimo de los personajes.



Pero en definitiva es el papel de Thomas Doret, y su conflictiva personalidad, la que marcan el punto mas alto de esta obra, porque es la actuación de este niño, con sus dualidades morales son las terminan generando en el espectador, un sentimiento de choque, entre la ternura y el asombro, misma reacción en la que la contenida y pausada Samantha (de France) llega a caer.

Una gran obra, que en la sencillez está su mayor cualidad, narrada de forma lineal, pero contada de tal manera, que al igual que Samantha, a la final uno acepta las complejidades del niño, de la niñez o de una sociedad que retratan los Dardenne.

Zoom in:  Premiada en Cannes, y nominada en diversos festivales por la dirección y guión.

Montaje Paralelo: Infancia - 400 Golpes (1959) - Bicicletas



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