9 sept 2019

Hara Kiri: El honor del samurai



"Aparte de los casos de derrota en una acción armada, existían otros motivos por los que un samurái podía decidir suicidarse, de acuerdo con el concepto de honor o bushido. Así, el seppuku podía ser una forma de expiar la culpa por un error (sokotsu-shi), de hacer pública una animadversión (funshi) o de protestar por una decisión injusta (kanshi). También para defender la propia inocencia (memboku) o acompañar al señor en la muerte (junshi)." (1)

Interesante re-make por parte del prolífico director japonés Miike Takashi que, aunque no se aleja demasiado de la obra original, el uso del 3D y uno que otro vericueto narrativo, le dan personalidad a este trabajo en el que el japonés, más que desplegar todas sus cualidades como autor, se centra en la (re)factura de un clásico de culto como lo fue el Hara Kiri de Kobayashi (1962). El siempre polémico y excesivo Takashi, en esta ocasión, no sólo es contenido en la violencia y sangre, sino que por el contrario tiene una de las visiones más humanistas y apropiadas a estas épocas, que el propio Kobayashi, descifró en su momento; donde la muerte digna de un samurai, también es reflejo y reflexión de una sociedad en cambio, y de ciertos males que aún nos aquejan.



Concebida como un racconto, la historia no es sólo el recuento de un hombre que desea morir, sino las razones que lo llevaron a tal honor, en tono de venganza y catarsis. Es decir, la trágica historia que cuenta Kageyu (Ebizo Ichikawa), sobre Motome, cada uno con la misma intención, pero un diferente fin, marcados por el mismo destino, la tragedia de una época y la prepotencia de los superiores.

Con tres claras y evidentes líneas o capítulos, la obra se desarrolla bajo el relato del personaje interpretado por Ichikawa,  que además de contar sobre Motome, lo hace sobre sí mismo, sus conexiones emocionales y finalmente, la apoteosis, trágica pero honorable, como toda muerte de un samurai; todo esto bajo la elegante fotografía Nobuyasu Kita, habitual en la obra de Takashi, y quien principalmente, saca a relucir sus mejores "trucos" fotográficos, en el clímax de la obra, en el que el wuxiapan (Shaw Brothers, género de las artes marciales), cubre la pantalla de nieve, acrobáticos y coreográficos enfrentamientos con katanas y calculados movimientos de cámara. 



A destacar el montaje de esta obra, no sólo en su estructura sino en muchas de las secuencias, tanto dramáticas como de violencia, que de todas formas están sustentadas por la gran actuación de Ichikawa, de Hikari Mitsushima,  Eita,  y demás, que refuerzan el sentido dramático de la misma. En este aparatado, podemos anotar la impresionante banda sonora de Ryuichi Sakamoto, música que no sólo nos traslada al Japón Imperial, sino a las múltiples sensaciones detrás de la voz de Kageyu, la fatalidad y violencia de una época de transición; tal vez, en este punto, es donde música y montaje sobra un excelente sentido de ritmo y forma.

Aunque la obra original es superior, en definitiva es un gran esfuerzo de Takashi,demostrando que es uno de los directores más interesantes del Japón, no sólo porque es un obra correcta y bien estructurada narrativa y visualmente, sino porque demuestra que es capaz de hacer cualquier tipo de película, y cada una está marcada con su sello personal. Un trabajo recomendable, que vale la pena volver a ver, y que con los años, seguirá ganado fuerza, así como lo sigue haciendo su versión original.

Zoom in:  Presentada en el Festival de Cannes 2011, y presentada a concurso en Cannes y Sitges.

Montaje Paralelo:  Samurais - Seppuku - Hara Kiri (1962)



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