"Sólo hay una verdad absoluta: que la verdad es relativa."
André Maurois
Guy Maddin, es uno de los cineastas más interesantes no sólo de su Winnipeg natal en Canadá sino del cine contemporáneo, tanto por su reconocible y particular estilo, como por su forma de reflexionar acerca del cine, películas que emulan los inicios del séptimo arte, su experimentación -formal, narrativa y técnica-, además de un surrealismo propio de esa época, con temáticas que podríamos nombrar de decimonónicas o de un romanticismo propio de la literatura gótica o victoriana pero integrada a las concepciones contemporáneas. Maddin, que pasó de un cine artesanal, underground y marginal limitado a círculos cerrados en Canadá, hasta convertirse en todo un fenómeno de la cultura de su país, como de ser un cineasta homenajeado y constante en festivales de cine, ser solicitado tanto por actores de gran renombre como Isabella Rosellini, hasta ser comisionado por canales o medios artísticos para realizar obras con su huella y firma. Este cineasta canadiense, que formalmente nunca estudió cine, que por el contrario, se tomaba como un hobby estas prácticas que realizaba los fines de semana con sus amigos más cercanos, mientras estudiaba economía, manejaba un banco o pintaba casas; sin embargo, desde un principio mostró en su obra ciertas características fundamentales que aún se reflejan en sus proyectos más importantes, como la ironía, el drama, obviamente su estructura de cine silente; igualmente este guionista, productor y editor (de su propia obra), ha realizado videoarte/performativo y libros relacionados a su obra.
La obra que vamos a describir, es My Winnipeg, un mockumentary o docufantasía, como anota el propio Maddin, donde reseña su propia vida, sus recuerdos o por lo menos, es lo que intenta mostrar este cineasta, comparado con Lynch y heredero directo del expresionismo alemán, las vanguardias francesas, y obviamente la estética del norte de América, influenciada por la Europa nórdica y sus mitologías.
La obra que vamos a describir, es My Winnipeg, un mockumentary o docufantasía, como anota el propio Maddin, donde reseña su propia vida, sus recuerdos o por lo menos, es lo que intenta mostrar este cineasta, comparado con Lynch y heredero directo del expresionismo alemán, las vanguardias francesas, y obviamente la estética del norte de América, influenciada por la Europa nórdica y sus mitologías.
Escrita por Maddin, con textos o diálogos de George Toles, este documental que toma a la ciudad natal del director Winnipeg, convirtiéndola en una especie de infierno y centro de memoria del mismo Maddin, interpretado por Darcy Fehr, quien hace un recorrido por su pasado, olvidos y las falsas ideas, ya no sólo de la ciudad, o del mismo director sino de la concepción misma de "falsear" o reconstruir un recuerdo, como lo hace éste, con su familia, los monumentos de la ciudad y tantos otros elementos presentes en su obra; esta película metalingüística, ensayística que parece funcionar como terapia de escape del mismo Maddin, camina por la delgada línea de la lucidez, lo onírico, al realidad y la fantasía, o en el mejor de los casos, funciona como el mejor ejemplo del cine de nofición, y obra cumbre de este creativo y único realizador.
El recorrido en un tren por parte de Maddin (Darcy Fehr) y de sus propios recuerdos, es además una forma de celebrar y desmitificar las cualidades, monumentos y sensaciones de esta ciudad canadiense. El guión, que empezó comisionado por el Documenatry Channel, se terminó convirtiendo en esta metaficción narrada por el propio Maddin, que describe una ciudad solitaria, fría, mitológica, llena de vacíos y familias disfuncionales, propias del mundo de este director, que no sólo crea una autobiografía de su entorno sino de su propia mente.
Este documental que se revisa a sí mismo, como lo hace el cine experimental, tiene esos grandes elementos técnicos - mitad artesanales, mitad artísticos- que van desde la fotografía de Jody Shapiro - productor de la mayoría de las obras de Maddin-, la música del estadounidense Jason Staczek, que emula perfectamente esos sonidos del cine de principio del siglo 20, acomodándose a esos saltos rápidos de imagen, manejo de tipografía, flickeos y demás elementos que han hecho único el cine del director canadiense; ya anotado ésto, no podemos dejar de lado el trabajo de montaje y posproducción, elemento fundamental en la obra de Maddin, que en este caso no sólo destaca por su estilo, sino por lo que cuenta, una especie de metáforas, manipuladas desde una isla de edición, acondicionadas al ritmo y singularidad de este largometraje.
Igualmente, no podemos dejar de lado, la ambientación o en términos más generales ese diseño de producción, que evoca tanto los recuerdos del director, imágenes de archivo, manipulaciones ópticas , en la puesta en escena o montaje, que van a configurar todo un mundo de ensoñación, destacando las del tren, los recuerdos familiares de la déspota madre y de los triunfos del equipo de hockey, que al igual que el estadio, sus memorias se van desmoronando tanto en lo que dice el director como en el conjunto de la ciudad, porque en cierta forma, el documental de Maddin, tiene tiempo hasta para criticar el olvido, la falta de memoria, las nuevas arquitecturas y otros cuestionamientos, que el mismo director canadiense utiliza en sus películas. Si bien es cierto que las actuaciones, son un mero registro, igualmente son bastante loables, las de Ann Savage (interpretando a la madre de Maddin), quien no sólo resalta por sus caracteristica, sino por haber sido una conocida actriz de serie B, y femme fatale de los años 50, que, como todo en esta producción parece tener un registro autoreferencial.
Qué más puedo escribir sobre uno de mis documentales favoritos - o por lo menos entre mi top 10-, que no sólo es visualmente poderoso, sino que se cuestiona sobre las mismas prioridades narrativas, la división entre realidad y fantasía, sin olvidar sus papel dentro de lo experimental y la vanguardia como lo hace Maddin, a través de éste ejercicio premiado en diversos festivales, haciéndonos cuestionar sobre la verdad, los recuerdos y el miso papel del cine. Obra maestra del documental contemporáneo.
Zoom in: Para el fallecido Robert Ebert My Winnipeg, fue una de las mejores 10 pelíuclas de las segunda década del siglo 21,
Ganadora en los festivales de Toronto, San Francisco y Teherán a mejor documental
Maddin hizo una recopilación del material de esta película, convirtiéndolo en un libro del mismo nombre.
Montaje Paralelo: No ficción - Brand Upon the Brain (2006)
El recorrido en un tren por parte de Maddin (Darcy Fehr) y de sus propios recuerdos, es además una forma de celebrar y desmitificar las cualidades, monumentos y sensaciones de esta ciudad canadiense. El guión, que empezó comisionado por el Documenatry Channel, se terminó convirtiendo en esta metaficción narrada por el propio Maddin, que describe una ciudad solitaria, fría, mitológica, llena de vacíos y familias disfuncionales, propias del mundo de este director, que no sólo crea una autobiografía de su entorno sino de su propia mente.
Este documental que se revisa a sí mismo, como lo hace el cine experimental, tiene esos grandes elementos técnicos - mitad artesanales, mitad artísticos- que van desde la fotografía de Jody Shapiro - productor de la mayoría de las obras de Maddin-, la música del estadounidense Jason Staczek, que emula perfectamente esos sonidos del cine de principio del siglo 20, acomodándose a esos saltos rápidos de imagen, manejo de tipografía, flickeos y demás elementos que han hecho único el cine del director canadiense; ya anotado ésto, no podemos dejar de lado el trabajo de montaje y posproducción, elemento fundamental en la obra de Maddin, que en este caso no sólo destaca por su estilo, sino por lo que cuenta, una especie de metáforas, manipuladas desde una isla de edición, acondicionadas al ritmo y singularidad de este largometraje.
Igualmente, no podemos dejar de lado, la ambientación o en términos más generales ese diseño de producción, que evoca tanto los recuerdos del director, imágenes de archivo, manipulaciones ópticas , en la puesta en escena o montaje, que van a configurar todo un mundo de ensoñación, destacando las del tren, los recuerdos familiares de la déspota madre y de los triunfos del equipo de hockey, que al igual que el estadio, sus memorias se van desmoronando tanto en lo que dice el director como en el conjunto de la ciudad, porque en cierta forma, el documental de Maddin, tiene tiempo hasta para criticar el olvido, la falta de memoria, las nuevas arquitecturas y otros cuestionamientos, que el mismo director canadiense utiliza en sus películas. Si bien es cierto que las actuaciones, son un mero registro, igualmente son bastante loables, las de Ann Savage (interpretando a la madre de Maddin), quien no sólo resalta por sus caracteristica, sino por haber sido una conocida actriz de serie B, y femme fatale de los años 50, que, como todo en esta producción parece tener un registro autoreferencial.
Qué más puedo escribir sobre uno de mis documentales favoritos - o por lo menos entre mi top 10-, que no sólo es visualmente poderoso, sino que se cuestiona sobre las mismas prioridades narrativas, la división entre realidad y fantasía, sin olvidar sus papel dentro de lo experimental y la vanguardia como lo hace Maddin, a través de éste ejercicio premiado en diversos festivales, haciéndonos cuestionar sobre la verdad, los recuerdos y el miso papel del cine. Obra maestra del documental contemporáneo.
Zoom in: Para el fallecido Robert Ebert My Winnipeg, fue una de las mejores 10 pelíuclas de las segunda década del siglo 21,
Ganadora en los festivales de Toronto, San Francisco y Teherán a mejor documental
Maddin hizo una recopilación del material de esta película, convirtiéndolo en un libro del mismo nombre.
Montaje Paralelo: No ficción - Brand Upon the Brain (2006)
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