“El cine es la invención del montaje.
Y el montaje no existía en las otras artes."
J.L Godard
Muriel, fue la primera película que tuve la oportunidad de ver este año en el 13vo Festival de Cine Francés; como es habitual La Cinemateca Distrital, fue el centro de proyección y sitio de acogida para ver varios de estos filmes (además de la Avenida Chile, Cinemania y en este año la presencia de Tonalá), principalmente clásicos del cine francés y directores que una u otra forma renovaron el lenguaje cinematográfico, como en el caso del recientemente fallecido Alain Resnais.
Resnais, quien estudió en el Institut des hautes études cinématographiques de París, y que desde muy joven estuvo interesado en la realización (cinematográfica), debutó después de la Segunda Guerra Mundial, principalmente como montajista y documentalista, además de dirigir cortometrajes de corte artístico pero con una función social; en esos primeros años, exactamente la década del 50, no sólo va a realizar tales cortos sino que se va a asociar con Chris Marker, además de formar su definido y característico estilo, que tiene a la memoria y la guerra como elementos fundamentales y en cierto modo, al montaje como el gran deconstructor de sus narraciones.
La prolífica carrera de este director fue homenajeada en este festival, donde se presentaron cuatro obras fundamentales, dentro de las que destacan la trilogía de la memoria, como se le ha denominado a sus tres primeras obras como lo fueron: Hiroshima Mon Amour, El año pasado en Marienband y Muriel,esta última la que vamos a reseñar en el blog.
Escrita por el poeta galo Jean Cayrol, quien ya había colaborado con Resnais en Noche y Niebla; este guionista junto a Resnais, hacen de la memoria o mejor de la falta de ésta, todo un entramado sobre la distorsión de los recuerdos, el presente y el pasado en un mismo espacio y en cierta forma - como en las primeras películas del francés- una crítica a la guerra (s). Ante todo, esta película es una declaración absoluta de cómo el montaje cinematográfico es la "otra" escritura del cine, porque finalmente Muriel, es un recuerdo, una invención y una manipulación que no sólo parte de las manos del escritor sino del montajista - en este caso de los montajistas-, elemento esencial que vamos a ver desde el principio, cuando se hacen múltiples cortes sobre un mismo personaje.
Hablando desde lo narrativo, esta es la historia de Hélene (Delphine Seyrig), una viuda que maneja un negocio de antigüedades desde su casa; ese día (en el que inicia la película) será visitada por un antiguo amante y su "sobrina", además de lidiar con esta visita, también lo hará con la presencia de su hijastro Bernard (Jean Baptiste Thierrée), un joven recién llegado de la guerra de Argelia, obsesionado con la cinematografía y con una joven de nombre Muriel. En los siguientes 15 días en los que transcurre la película, veremos cómo los fragmentos de la mente se transforman en los fragmentos cinematográficos de esta fría y distante historia de amor, y de olvido.
Aunque de una fotografía más bien naturalista, la película está impregnada de un aire de extrañeza que no sólo está por los cortes abruptos en el montaje sino por una puesta en escena que fragmenta o deshace de las linealidades o clasisismos cinematográficos, decantándose por una artificialidad propia del estilo del francés. Sacha Vierny, quien es el encargado de la dirección de fotografía, igualmente sabe apropiarse de estas ideas y lineamientos, creando una limpia y realista atmósfera de colores planos, poco contraste pero que marcan ciertas situaciones y sentimientos dentro del filme.
Si algo debemos destacar de este largometraje es la música de Hans Werner Henze, quien, nos introduce en las mismas contradicciones de esta obra; el compositor alemán sabe generar la tensión, el drama y el terror - desde lo psicológico- pero muchas veces en contraposición con los que está sucediendo, mucho más cercano a lo simbólico o antecediendo a estos hechos.
Pero en definitiva, el gran trabajo de montaje por parte de Kenout Peltier y Eric Pluet, avalado y pensando por el propio Resnais, -quien también fue montajista-, es lo que más destaca en este largometraje que hace de la edición, una propuesta más allá de lo narrativo.
Si bien es cierto, que no me gusta demasiado ese tipo de actuación "aplanada" como decía Bresson, si es destacable la actuación de Delphine Seyrig, quien en parte, es el personaje que más carga dramática lleva durante el metraje, los demás personajes, aunque funcionan dentro de esta misma puesta en escena, no destacan demasiado (para mi gusto); eso si, es bastante inquietante el personaje interpretado por Thierrée.
Igualmente, son bastante interesantes tanto el manejo de las imágenes documentativas que está realizando el personaje Bernard, así como los diversos juegos ópticos, que empatan perfectamente con esta narrativa desfragmentada y algo confusa.
Aunque, en definitiva no es la película que más me haya gustado del director francés, del cual conocía unas cuantas obras, también es cierto que es destacable en ciertos puntos - que además no la pude ver por completo- y un ejercicio bastante interesante desde lo cinematográfico, principalmente el montaje y su aire a experimentación en medio de sus convenciones formales.
De esta trilogía sólo he visto Hiroshima y Muriel, y aunque reconozco que las dos se me han hecho complejas, destaca de éstas, su manejo del tiempo y principalmente del presente y pasado en un mismo espacio - así sea el psicológico-.
Un trabajo recomendable para quien conoce la obra de Resnais, y de la nueva ola francesa; aunque compleja, una película necesaria para entender mejor el montaje y otros puntos de vista desde lo fílmico.
Zoom in: Premiada en el Festival de Venecia a mejor actriz
Montaje Paralelo: Hiroshima mon amour (1959)
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