"Logró una extraordinaria precisión en sus composiciones
y se servía de la pluma con gran habilidad para dibujar
pequeños puntos de vista de la naturaleza."
Abraham Ortelio. Album Amicorum
El cineasta polaco-estadounidense Lech Majewski, no sólo es reconocido por su trabajo detrás de las cámaras sino por ser un artista integral, que ha dirigido teatro, escrito poesía y literatura, además de ser un gran ilustrador - principalmente de posters- y artista visual, que ha colaborado con el Museo de Arte Moderno de Nueva York, entre otros. Majewski, nacido en Katowise, Polonia estudió Bellas Artes en la Kunst Akademie de Varsovia y cine en la Escuela Nacional de Lodz, donde fue alumno de Wojciech Jerzy Has - un destacado cineasta polaco-, el cual le enseñó el oficio y el arte de dirigir.
Este director, bastante relacionado con el mundo del arte y la pintura; que ha participado en diversos festivales, y su obra ha sido parte de varias retrospectivas, aperturas, y acogida por la critica especializada; es si lugar a dudas uno de los más interesantes ensayistas de la imagen, que ha creado una identidad, por medio de sus intricadas y logradas puestas en escena: como lo hace con El Molino y la Cruz, su película más reconocida y la que vamos a reseñar a continuación.
Rutger Hauer (izq.) Lech Majewski (centro) y Michael York (der.) |
Escrita en conjunto por Majewski y Michael Francis Gibson, -uno de los intelectuales más importantes de la crítica de arte, historia y educación, y autor del libro en el que se inspira la película- quienes se basan en el cuadro El camino del Calvario de Pieter Bruegel, el viejo, para recrear las historias de algunos de los personajes que fueron plasmados en este óleo, que no sólo es crónica de una época sino de un conflicto y represión que se vivió en la tierra del pintor flamenco.
El director polaco se introduce en la obra de Bruegel, y literalmente se apropia de la época, de las vivencias y metáforas que éste (el artista) quiso imprimir en este cuadro superlativo, tanto en su composición como en la cantidad de detalles que posee; aunque tiene una narrativa, y el hilo conductor, es la creación del mismo cuadro, es una película de asociaciones tanto estilísticas como de sucesos a los que Majewski y Gibson les dan cuerpo, pero ante todo es un trabajo que se basa en la imagen, y son éstas las que narran, las que cuentan la misma historia.
Vida, muerte, represión e inocencia son arquetipos que están presentes en cada una de las secuencias de esta impresionante pintura viva, que hace "zoom" en varias partes del cuadro, para recordarnos una situación y vivencia de un pueblo, sin dejar de lado, muchas de la metáforas que van desde el mundo cristiano hasta la esencia del arte, de la pintura y detener el tiempo (el Molino) por medio de éstas.
Majewski, no sólo dirige y escribe esta película, también interviene en la fotografía y en el diseño de producción, ya que éste, es quien realiza los fondos y pinturas, interviniendo las originales del Bruegel, logrando una verdadera - y nunca mejor dicho- fotografía pictoralista, donde es apoyado por el muy interesante Adam Sikora, cinematógrafo polaco -de quien conocía su trabajo por Essential Killing- que logra fusionar tanto el trabajo digital como las ideas y experimentaciones de Majewski. Su poderío visual, es el resultado de un marcado estudio, del uso de múltiples capas, ópticas, composiciones y perspectiva, que perfectamente se pueden traducir como, darle vida a un elemento estático (el cuadro) con todas sus complejidades y variaciones técnicas, además, darle movimiento y todo el lenguaje cinematográfico implícito.
El polaco, igualmente hace parte de la composición musical y del montaje, principalmente, este último es vital tanto narrativa como técnicamente, donde vemos paralelismos entre la creación del cuadro, la vida dentro de éste y los sucesos que mezclan el viacrucis de Jesús, la vida en Flandes y la del propio Bruegel, y obviamente la posproducción, el trabajo de chromas, la manipulación digital, capas y animaciones entre fondos, personajes y demás dinámicas, en donde Majewski es apoyado por dos grandes del montaje como lo son Eliot Ems y Norbert Rudzik.
Como anotábamos anteriormente, es una película con una excelente puesta en escena, y su diseño de producción es notable, tanto en el vestuario, espacios y minucias técnicas, estéticas e históricas, que juegan un papel fundamental en esta obra visualmente impecable.
Aunque no podemos hablar de una actuación brillante por parte de Rutger Hauer o del mismo Michael York, si son fundamentales la presencia de estos personajes, principalmente la de Hauer, quien es observador y cronista de su propia obra. Los dos actores, son los que tiene mas diálogos y así mismo son las voces que concretan tanto los pensamientos de la época como de la percepción artística que se esta concibiendo -no sólo del cuadro sino del pueblo en general, de su aspecto cultural-. Obviamente, se debe destacar el papel de Charlotte Rampling, quien emula a María, y que en su rostro está contendido todo el drama de una época y posiblemente de los pensamientos del propio Bruegel.
Hace poco escribíamos sobre Museum Hours, y la sala Bruegel en el Museo de Viena, espacio en donde termina una y empieza la otra, aunque esto no necesariamente cierto, es una buena excusa para relacionar estas películas, que tienen como hilo conductor la reflexión sobre el arte y la obra de Pieter Bruegel; sin embargo es el trabajo del director polaco, una verdadera manifestación de la producción pictorica-cinematográfica, que si bien, no es que vaya a marcar un estilo, si es una propuesta inteligente visual y narrativamente; un trabajo impecable, en donde se le da la razón al uso de chromas y demás efectos, con un fin estético y representativo, que llevan a crear esta pequeña pero lograda obra maestra, donde la imagen y las reflexiones sobre el arte son primordiales.
Una más que recomendable película, que más allá de su compleja estructura y pausada narrativa, es un verdadero placer a la vista, y todo un desafío estilístico , por parte de uno de los más interesantes y notables cineastas polacos, que más que cine, crea pinturas en movimiento.
Zoom in: Tres años de posproducción
El vestuario se creó a mano y se tinturó con fibras naturales cercanas a las de la época
Premiada y presentada en diversos festivales.
Montaje Paralelo: Las maletas de Tulse Luper
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