Nuevamente, retomamos el contenido en este blog con la segunda película de Federico Atehortua, documental con tintes ambiguos y dificil de clasificar, como lo viene siendo el documental latinoaméricano, en el que el archivo, lo perfomático y la memoria, se agolpan no sólo para contar una historia sino para reflexionar sobre el país; una especie de cine que piensa, en el que se elaboran "manifiestos de la memoria" alrededor de la desaparición forzada, eje central de esta obra, dividida en tres relatos: el del propio director y su tio desaparecido, el de Katalina Angel, una directora y artista trans, quien se inspiró en la muerte de una desconocida - también de la comunidad trans- frente a su casa, y de Karen Quintero, antropóloga y forense, quien como una traductora, evidencia lo que los otros dos vivieron.
Atehortua, nos presenta un documental en primera persona, su voz, o mejor sus reflexiones que se van ensamblando con las otras voces, la de Karen y Katalina; reflexiones que aluden al desaparecido como parte del mapa - estructura- del país, y a su vez como agente político, uno que está en "fuera de campo" como indica el director. Igualmente, es una obra de texturas, formatos y estilos, todos con intencionalidad, tanto el de emular como el de identificar esa relación con la memoría, ese concepto tan manido pero a la vez tan acogedor para el cine, ya no sólo latinoaméricano sino el de la ausencia y las otras violencias, en lo que acierta el director, no sólo recogiendo esas otras voces sino ensamblándolas como un todo, que como indica alguno de los portagonistas, hace del cine un dispositivo que trae a la vida a nuestros muertos.
Una breve reflexión
Los Atehortúa, Federico y Jerónimo, le han dado al cine colombiano otro rostro o sí se quiere otra intención, no necesariamente la más accesible, pero sí una con varias capas, donde el medio hace eco de su capacidad para reflexionar, es decir como escribieron los Epstein o lo Foucalt, una máquina que piensa, y en este trabajo eso es más que evidente, no sólo por esa voz - la del director- que nos va conectando con sus ideas y reflexiones, sino por el montaje y el sonido, que median con sus propias voces - así apunten hacía el mismo fin, estabelcer ese vinculo de lo forense y de los desaparecidos, como actos político- artísticos-, además, porque este cine de lo relacional, tiene la capacidad de ser uno más horizontal - no se necesita de grandes medios- y a la vez antihegemónico, vislumbrando otras posibilidades del audiovisual; aún así, también este es un cine de la mescolanza, de lo heterogéneo y la ambiguedad, que no siempre es fácil para todo público, encerrándolo en ese terreno de lo inclasificable, que muchas veces, descoloca tanto al que observa como lo observado; pese a ello, el cine de estos directores y de otra camada de realizadores que se mueven en la misma línea, es necesario, ya no para hablar de un cine nacional si no de uno como pensamiento.
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