13 ago 2022

Surrealismo cinematográfico japonés


Aunque Breton definió al surrealismo como puro automatismo psíquico como expresión ajena a la razón, o libre de ésta; en lo cinematográfico, esta idea se puede expandir o tomar otros rumbos, no sólo por la naturaleza de la imagen en movimiento, su narrativa y asociación de ideas y la respuesta psicológica en el espectador-; esto lo podemos comprobar en tres películas japonesas, que sí bien son distantes en tiempo y argumento, sí logran enfrascarse en ese límite entre lo onírico, la pesadilla y la realidad, en la que el surrealismo es el vehículo por el que se puede atravesar tales límites.

Shura/Demonios (1971)




Con un tono pesadillesco, entre el horror y la venganza sangrienta Toshio Matsumoto - figura representativa de la nueva ola japonesa de los 60 y del cine experimental- nos presenta un atípico chambara, en el que la locura y  descontrol de un samurai en decadencia, vira hacía los pasajes más oscuros de la psique humana; Matsumoto, que toma la obra teatral de Nanboku Tsuruya, en la que un ronin - samurai sin amo-quiere consumir su sed de venganza tras ser humillado por su amante - una prostituta casada- y sus cómplices; pero en este caso alejándose del honor y carácter épico samurái, por uno más oscuro y decadente, avalado con un montaje vanguardista y una fotografía en blanco y negro, como amenaza constante por parte de Tatsuo Suzuki; el trabajo de Matsumoto, entre el extrañamiento y un ambiente desolador, mezcla de inserts cortos, zooms y montaje rápido, además de una puesta en escena agobiante, nos muestra las más bajas pasiones humanas, y de ese periodo Edo, convertida en una pesadilla cíclica, donde los sonidos, las imágenes reiterativas  y la locura de un hombre, nos muestran su destino.

Filmada en interiores, con un trabajo fotográfico tenebrista y estructurada bajo el estilo vanguardista de su director, Shura no sólo es un ejercicio que rompe con los moldes del cine samurái, sino que termina siendo un pretexto del director para explorar en los vicios y fallos morales de la misma sociedad japonesa, como varios autores de esa época lo hicieron con sus obras.

 
        
A page of Madness (1926)





Los años 20, del siglo pasado, fueron un caldo de cultivo para obras cinematográficas con tintes de vanguardias, tanto en Europa o en cinematografías tan tradicionales como la japonesa, como sucedió con A page of Madness de Teinosuke Kinusaga, que tanto con el cine silente como con el de posguerra dejó varias obras importantes para su país, en este caso, una obra cumbre del surrealismo, tanto por su guion como por sus onírica y expresivas imágenes, que además de un  sanatorio como fondo, la locura se irá apoderando de las visiones de sus protagonistas

El guion, confuso en su estructura, se centra mucho más en la sensaciones y en el ambiente onírico de los pasillos de un manicomio, por el que transita constantemente un conserje, que además de protagonista, es quien se adentra en su propio laberinto mental, mezcla de arrepentimiento, pulsión y deseo - o las tres- por una de las pacientes- quien podría ser su esposa; la confusión en este caso, fue un verdadero ejercicio de liberación y "decoración sentimental" - por parte del escritor  y más adelante nobel Yasunari Kawabata junto a el propio director y Minori Inozuka, cercanos al movimiento de la nueva percepción/sensibilidad - shinkankakusha-, que van a a encontrar en esta película una forma de trasladar sus ideas literarias a las imágenes en movimiento, donde va a tener peso las sobreimposiciones, las máscaras, cierta abstracción y la alteración como respuesta sensorial.

 


 Memorias de Matsuko (2006)




Tal vez la más ajena a la temática surrealista, y no por ello llena de imágenes extrañas, oníricas y pesadillescas, que se centran en la vida de Matsuko, una joven profesora, que por diversas circunstancias de la vida, caerá en desgracia, malos tratos y lo peor del amor se ensañará con esta mujer, que su vida parecerá un verdadero relato mágico; el director Tetsuya Nakashima, con cierto aire a Amelie en un principio que va trascendiendo al melodrama, reconstruye la vida de una mujer, desconocida y casi que olvidada por su familia, por una serie de factores, en la que el destino y la misma sociedad japonesa, hacen de ésta, una triste víctima. Entre el humor negro y el drama, es su sobrino, quien termina entendiendo la vida de su tía, asesinada en un parque, como una indeseable.

Nakashima, va pasando por diversos estados, etilos y hasta géneros para mostrarnos las desgracias de esta mujer, que en algunos casos cae en el mejor de los absurdos, en ese amour fou, tan propio del surrealismo y en la crueldad como relato, que también es enlace para mostrarnos una sociedad alienada y desconsiderada, como  la afrontó Matsuko. Cabe destacar el gran trabajo de montaje, los excesos estilísticos, y esos tránsitos argumentales - genéricos, donde Matsuko pareciera la protagonista de la reciente historia del cine japonés - aunque más del tipo serie B- donde el cuento de horror, la telenovela, los Yakuza, el musical o la más agridulce crítica social, hacen parte del fondo de esta triste protagonista.    

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