6 ene 2020

Loveless: De Rusia sin amor


El Efecto Pigmalión es el fenómeno mediante el cual las expectativas y creencias de los adultos hacia sus hijos tienden a confirmarse con el transcurso del tiempo.*

Aunque desde la filosofía, la química y otras disciplinas de puede definir el amor, su parte contraria, el desamor es aún más abstracta, más cercana a lo expresado por Freud frente al eros y el tanatos, o al mismo mito del Narciso(1), elementos que tienen perfecta cabida en la última película del director ruso Andrey Zvyaginsev, donde una pareja en plena crisis del divorcio, deben buscar a su hijo desaparecido; pero este cineasta va mucho más allá de las obviedades de un divorcio y sus consecuencias, por el contrario el nacido Novosibirsk (Rusia), acude a esta situación para reflejar la crisis moral de su país, política y socialmente. Zvyaginsev, no es ajeno a este tipo de historias e ideas, más bien, su cine está marcado por los conflictos familiares, la tragedia y el desapego moral, social y político, que es lo que termina incluyendo en esta obra ganadora del premio del público en Cannes, que como él mismo explica: es una obra en la que critica a su país, pero también al capitalismo, que ha propagado la corrupción y las relaciones humanas se han convertido en meras transacciones.(2)



Escrita como un drama matrimonial, Sin amor (Nelyubov), es más que un crudo retrato de la separación de Zhenya y Boris, una pareja de clase media, que entre sus peleas, nuevas familias y displicencia, van apartando a su hijo Alyosha, pero la intención del director, está más allá de ésto, porque esta es la primera capa de un soporte que se está desbaratando como lo es la sociedad rusa, y es en este punto donde el guión de Oleg Negin y de Zvyaginsev, tiene  una gran solidez, principalmente el contexto de la crisis de crimea, el supuesto fin del mundo maya y los conflictos de corrupción rusos, todos en fuera de campo, pero sintetizados en la pareja que se divorcia, sus familias, las redes sociales y el apartamiento, social y moral. 

Igualmente, la desaparición del niño, es una excusa, cruel,  para mostrar la peor cara de la sociedad, para conocer los infiernos personales de esta pareja y para entender cómo se desmorona la moralidad humana por, en este caso, un divorcio; pero en cierta medida, cualquier conflicto que implique la razón. Separado en tres partes, este lineal argumento, en el que pasan tres años, entre la desaparición de Alyosha y el nuevo hijo de Boris, hace hincapié en el resentimiento, la irresponsabilidad paternal, la superficialidad y el estar estancados en un mundo que se cae a pedazos.



El gran trabajo fotográfico de Mickail Krickman, habitual en la obra del cineasta ruso, no sólo es eficiente técnicamente, sino que recurre a los elementos propios del clima ruso, es decir, la niebla, la nieve y los fuertes contrastes de los espacios - otro de los elementos a destacar es la arquitectura, en las películas de  Zvyaginsev-, porque además, Krickman, pasa del dramatismo al horror, con un par de luces y la facilidad de una cámara, que se mueve al ritmo de la desazón reinante. Los colores fríos, las sombras y los calculados movimientos de cámara, no son ajenos a la lluvia, los reflejos y ese lirismo que ha encontrado  Krickman/ Zvyaginsev en la cotidianeidad de la Rusia Contemporánea, que perfectamente podemos ver, cuando el niño sale de la escuela, y se pasea por el bosque, las tomas interiores del apartamento de la nueva pareja de Zhenya, el bosque brumoso, en el que ahora buscan al niño y principalmente, los contrastes de ese edificio abandonado, a donde iba a jugar Alyosha.

Pero, si debemos anotar el punto más fuerte de esta obra está en el trabajo sonoro y musical de la pareja Kobzar y Matrozoba, que crean un ambiente perturbador, repetitivo y grave complementado por la música de los hermanos Galperine, que en su "una nota, un acorde y un ritmo (3) nos acercan al dolor y odio que representa el desamor, en todo su contexto.



  
Aunque Matney Novikov, el niño, no aparece ni en un tercio de la película, su actuación, es realmente sorprendente, no sólo por ser su primer papel, sino porque logra expresar de una manera contenida pero igual de dolorosa, toda la frustración y abandono que sus padres le han brindado, sólo hay que ver la secuencia, en el que el niño escucha la pelea entre sus padres y que ninguno lo quiete tener en casa, el vehemente e implacable dolor de su rostro. Sin embargo, quien se lleva todo el peso de la obra es Maryana Spivak, no sólo porque su papel es bastante arriesgado y contradictorio, como una madre egoísta y carente de afecto por su hijo, sino porque también, es el fruto de una madre dictatorial y aislada; en menor medida, pero no por eso menos interesante es la actuación Alekzey Rozin como el infantil padre, tan irresponsable y acomodado, como le ha enseñado a ser su mismo papel en la sociedad; la secuencia final, da buena cuenta de ello.

Como indica el director en una entrevista, más que monstruos o seres despreciables, son frutos de una sociedad que se ha acostumbrado a ser como es, un mundo adulto, donde sólo el sexo parece funcionar, al igual que un narcisista individualismo, que en este caso, no redunda sino refuerza las complejidades de esta era.

Para concluir, cuarta película que vemos de este director, mucho mejor que Leviathan, y que de cierta forma parece estar más en continuidad, con sus otras obras como Elena (2011) y El Regreso (2003), no sólo por el tema familiar, sino por ese ambiente de zozobra  y tragedia que se respira en el aire. Una de las mejores películas que he visto de lo que va de este año. 

Zoom in:   Multipremiada y nominada a los Oscar, Globos de Oro, Cannes (Premio del Jurado), Bafta y premios de Cine Europeo, entre otros, a mejor película extranjera.

Montaje Paralelo: Elena (2011)



   

1 comentario:

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