20 dic 2019

Función Especial: Apocalypse Now. Final Cut


Levanté la cabeza. El mar estaba cubierto por una densa faja de nubes negras, y la tranquila corriente que llevaba a los últimos confines de la tierra fluía sombríamente bajo el cielo cubierto... parecía conducir directamente al corazón de las inmensas tinieblas.
Si uno busca en el diccionario la palabra clásico, es algo considerado digno de imitar o una huella indeleble para la humanidad, como la arquitectura griega o una pintura de El Bosco o La Cabalgata de las Valquirias de Wagner, encumbrando a unos Bell UH- 1 en el cielo vietnamita, obviamente, nos referimos a esa famosa secuencia de Apocalypse Now, película que vamos a reseñar, y que vimos como parte de una función especial de Babilla Cine en la Cinemateca Distrital. Como era de esperarse, hubo lleno total - a pesar de ser una función relativamente compleja como lo es la de las dos de la tarde-, y la calidad de la proyección - 4K- fue bastante impactante y reveladora, porque ésta, es un remontaje o mejor, como me explicaban después  de haber visto la obra: cómo se vió por primera vez en Cannes o en el festival que tuvo su primera proyección, es, de cierta forma, como haber visto una versión inédita de Apocalypse Now, aunque relativamente se ven, varias "primeras  veces" este complejo, epopéyico y desgastante proyecto de Francis Ford Copolla, otra de sus grandes obras maestras, pero también, una que casi lo lleva a la tumba, a la quiebra; y en cierto modo, una odisea, tan oscura como la que vimos en pantalla.

No son muchas las películas que se han reseñado de Copolla en este espacio, aunque tampoco vale la pena recalcar en la vida de este gran director, eso sí, cabe destacar que Willard, el personaje interpretado por Martin Sheen, se puede determinar como un alterego de Copolla, no sólo por la evidentes complejidades de la producción sino por al ambiente obsesivo y decadente, en la que Copolla/Willard, literalmente van descendiendo a los infiernos. 


  
El guión escrito por John Milius y por Copolla, nos lleva al filo de los años 60, en plena Guerra de Vietnam, adaptando libremente el libro El corazón de las Tinieblas de Joseph Conrad, en la que el viaje es una metáfora de la locura, el imperialismo y el poder, que se hacen visibles en Apocalypse Now. La obra, que tiene cierto carácter coral, nos muestra los niveles de locura o decadencia, en la que cayeron los militares estadounidenses, no sólo por un país desconocido, sino por la drogas, la misma guerra y esa oscuridad en el alma, que parecen guardar los humanos, cuando el mundo llega a su punto de desequilibrio más evidente, como sucedió en Vietnam.

Aunque lineal en su estructura, esta obra tiene un carácter febril, onírico virando a lo pesadillesco, sin perder su esencia naturalista, en la que se hace un profundo estudio de la psique humana, en esa travesía, que nos puede recordar a una road movie, en la que el medio de transporte, es la barca de Caronte, llevando a los condenados a su último destino; porque Apocalypse Now, es mucho más que una película sobre Vietnam, es una obra antibelicista, que confronta al poder, pero también al uso de las drogas, no necesariamente en un tono moralista, sino por el contrario, por el caos, que éstas causaron en el rodaje, e innegablemente, es una obra autoreferencial, y no sólo porque Copolla aparezca en escena como un periodista que cubre la guerra, sino porque su megalomanía y descontrol, se reflejaron en los papeles de Kurtz, Willard y otros tantos personajes, que marcaban la dualidad de la naturaleza humana.

El guión, puede dar para muchas interpretaciones, algunas expuestas de forma evidente y otras, que se han desarrollado con los años y con las anécdotas en torno al rodaje, pero lo que sí es cierto, es que es un obra "redonda" en su conformación, estructura, y en esa lucha, individual y colectiva, que fue Vietnam, y de hombres que como Willard o Kurtz vivieron en el infierno, pero ya no sabían como salir de allí.


            
La película inicia con otra de esas secuencias inolvidables para el cine: un plano cerrado de Martin Sheen encerrado en su habitación sobreimpuesto a helicópteros en su danza de muerte, y el sonido de un ventilador que se confunde con las aspas de tales helicópteros fluyendo al ritmo de la canción The End de The Doors; en este punto tiene cabida el trabajo fotográfico de Vittorio Storaro, el montaje de Fructmann, Greenberg y Walter Murch, quien también diseñó el montaje sonoro, y obviamente la impresionante selección musical en la que intervino tanto Carmine Copolla como el propio Francis Ford.

Y aunque es cierto que toda película logra esa amalgama de sonido, fotografía y música, es con Apocalypse Now, donde mejor se reflejan tales conceptos, y uno eso lo puede ver, en esas innumerables secuencias, en las que se mezclan de forma efectiva los trabajos de Murch, Storaro, Copolla, Nelson y Tavoularis. Porque, sí bien es innegable, que estamos ante una fotografía naturalista, los ecos de pesadilla, también lo dispone Storaro con sus contrastes, sombras marcadas y luces in situ, que perfectamente se pueden ver en una obra de terror. El trabajo de Storaro no sólo es notable en los planos abiertos, una especie  de paisajismos del caos, sino en esos planos cerrados, claustrofóbicos y de tipo psicológico, en los que los rostros de Brando y Sheen son reflejo de su sublime locura,cabe añadir, que el operador nacido en Roma, utilizó un asa 100, es decir de sensibilidad baja, para confrontar naturalismo y estetización de la guerra, como lo podemos ver en las tomas nocturnas, el encuentro Kurtz y Willard, donde las luces y sombras, nos acercan a una especie de expresionismo, tanto de representación como de sensación, sin dejar de lado ese tono ambar presente durante gran parte del rodaje, y finalmente esa explosión de color, casi de irrealidad en la aldea en la que Kurtz es un semidios; en resumidas cuentas, Storaro crea un diseño fotográfico inolvidable, tanto artística como técnicamente, donde la óptica larga y el alargamiento de la imagen, fueron definitivos en esta gran obra.   

Lo mismo podemos decir del trabajo de montaje en el que Fructmann, Greenberg y sobre todo Walter Murch, redujeron miles de metros de celuloide -realmente 470 y más kilómetros-,a una película de estándar, en este caso, 2 horas y media de lucidez sobre el desquicio humano, en el que podemos recordar grandes secuencias, como la de los helicópteros al ritmo de Wagner, la del surf en medio de explosiones y disparos y tantas otras, donde el uso del montaje encadenado, la sobreimpresión o el paralelismo son notables, pero en donde realmente Murch, saca sus mejores cartas, es con el diseño sonoro, una mezcla de horror, de enajenación y naturalismo bélico.

    



Frente a las actuaciones, aunque es evidente que Sheen es el protagonista,  los pocos minutos que aparece Brando en pantalla o la famosa frase de Robert Duvall, -"adoro el olor del napalm en la mañana"-, le roban cierto protagonismo, o mejor refuerzan ese gran manual de actuación que es Apocalypse Now, porque desde un irreconocible y muy joven Lawrence Fishburne, -otra secuencia genial, la de su muerte y el eco de su madre esperándolo que vuelva sano y salvo-,  hasta un desquiciado y bufonesco Dennis Hopper, todas son grandes y alabables actuaciones. Pero obviamente es Sheen, el protagonista, del que uno podría decir que su papel no se alejaba demasiado de la realidad, alcoholizado, enfermo y muy dispuesto en su  actuación de método, en el que logra mostrar esa cara más decadente de la psique humana. Es decir, si se revisan las anécdotas, las situaciones que vivieron dichos actores, el infierno de cada uno, se pudo reflejar muy bien en pantalla.

Como se ha escrito hasta la saciedad, una de las mejores películas, un compendio efectivo de fotografía cinematográfica, de montaje, diseño sonoro, actuaciones y escritura de guión, que sí bien, la realidad terminó superando a la ficción, por algo Copolla dijo que esta no era una película sobre Vietnam, sino que era Vietnam, es también uno de esos grandes ejercicios para entender de qué está hecho el cine, y en definitiva está lejos de ser, de sueños y esperanzas, y más bien de deudas, sufrimiento, arrogancia y obviamente, mucho talento entendido como obsesión, a la que Copolla, Sheen y otros les costó, desde disentería hasta infartos al miocardio. En conclusión, una película tan perfecta como caótica. Un verdadero clásico del cine.

Zoom in: Son tantas las anécdotas, premios y chismes, que se podría hacer un texto sólo de esa información, peor lo más relevante está en este punto:  Nominada a los Oscar, Bafta y Globos de Oro, a mejor director, película, fotografía, sonido y música, y Palma de Oro en Cannes sin haber sido terminada.

En esta versión está añadida la cena con la familia colonialista francesa y el final original, que es un fundido a negro, con el rostro de Sheen en primer plano.

Montaje Paralelo:  The Deer Hunter (1978) - Vietnam - Rodajes Caóticos - Viaje 





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