"Vivimos tres veces más desde que el hombre inventó las películas.
Significa que las películas nos dan el doble de lo que nos da la vida diaria…"
Yi -Yi no sólo fue el último largometraje del cineasta taiwanés Edward Yang, sino que fue su obra cumbre, ganadora en Cannes y legado cinematográfico, debido a su temprana muerte. Yang, que hizo parte de esa llamada Nueva Ola Taiwanesa junto a Hou - Hsiao -hsien y Tsai Ming -liang, puso en escena tanto la vida- palabra que va a ser esencial en su obra- como los cambios de una sociedad en medio del paisaje urbano, donde modernidad y tradición se conjugan; lo cotidiano y el detallismo se convierten en parte de su escritura visual y la realidad es sólo una bella remembranza de nuestros miedos, amores, disgustos o penas, como lo podemos ver en el sencillo pero armonioso diseño visual de la obra. Es curioso anotar que Edward Yang, no sólo no estuvo formado como cineasta, es Ingeniero Eléctrico sino que su ingreso al cine fue por las puertas de la televisión hongkonesa y su innato talento que lo llevaron a realizar largometrajes, si bien desconocidos para la mayoría, muy bien recibidos por crítica y festivales, como lo terminó siendo Yi-Yi, primera y esperemos que no la última obra que vemos de este director.
Yang escribe un guión que empieza con un matrimonio y termina con un funeral, en medio de este ciclo de la vida nos acercamos a la familia de NJ Jian, su esposa, dos hijos y la abuela de éstos, que viven en Taipei, en un cómo apartamento de clase media. La enfermedad y coma de la anciana, un encuentro fortuito entre un antiguo amor de NJ, las exploraciones de Yang Yang, el hijo menor, la búsqueda espiritual de la madre y los conflictos del primer amor de la hija, se irán cruzando con otras pequeñas historias, otros conflictos, dramas y alegrías, que como la vida, está llena de las más diversas sensaciones, como lo repiten varios de los personajes. Una película agridulce, llena de detalles y cotidianidad, pero enmarcados en la fría belleza de la ciudad.
Con tintes de comedia este drama familiar visto a través de los ojos del padre, del hijo menor y de la adolescente Ting Ting, construyendo un relato donde se mezclan sus acciones, exploraciones y contacto con el mundo; son tres horas, donde esta familia y sus cercanos nos cuentan la vida, sus crisis, pero ante todo, cómo llegó el amor, cuando la voz del padre se traduce en las acciones de los hijos, tal vez, de los momentos más bellos tanto en narrativa como en montaje.
Pero no sólo nos podemos quedar en la historia, esta es una obra donde los diálogos se hacen cada vez más poéticos, filosóficos y de un profundo amor por el cine, la música y el budismo, aseveraciones que podemos escuchar del japonés que quiere ayudar a la empresa del padre, y en sí, al mismo hombre que duda sobre sus propias virtudes, o las del niño cuando se despide de su abuela, o de esa voz en off, que habla en pasado pero se traslada a los hijos, al igual que el encuentro con la adolescente con quien sería su primer amor, y muchas otras charlas que van creando ese ambiente nostálgico y tan cercano que propone Yang.
La fotografía puede sustituir la palabra o las sensaciones dentro de una obra, como lo hace Wei- Han Yang que a través de los planos amplios, el posicionamiento de cámara o el uso de los reflejos, asimila esa dualidad que quiere expresar el director, es decir la tradición y la modernidad, que está solucionada en esos bellos reflejos en las ventanas de las oficinas o apartamentos; en cierta medida haciendo uso del interior /exterior y una serie de capas expresivas que llegan a expresar mucho más que las palabras; pero Han Yang no sólo hace un uso expresivo de la fotografía, técnicamente logra imágenes de gran potencia, que sin hacer uso de grandes contrastes o manifestaciones de colores, logra en la sencillez de un plano general toda la potencia de lo que significa la soledad, la ciudad y cierta melancolía que atraviesa a cada uno de los personajes, a excepción del niño, donde, hasta la fotografía tiene un valor cómico o inocente, como éste.
Delicadeza es una palabra que le cabe perfectamente a esta obra, una delicadeza que se asume desde lo sonoro, desde esas notas musicales de Peng Kai Lai, que si se unen a las imágenes de personas solitarias en medio de la vastedad de la ciudad, cobran mayor relevancia.
Pero, donde creo que la obra tiene mayor fortaleza es en el montaje, sutil pero igualmente expresivo, que no sólo marca el dramatismo de la misma sino ese aire poético y metafórico que no sólo está en las palabras sino en las imágenes que se yuxtaponen, o en la unión narrativa de los personajes; una secuencia para remarcar, una voz en off hablando sobre la violencia - cuando el joven asesina al amante de la madre de su novia- se mezcla con la imágenes de un videojuego, igualmente, esa secuencia paralela, en la que el padre NJ Jian, se reencuentra con su antiguo amor, y las palabras de éstos, de sus recuerdos son las acciones de su hija con su primer amor, es decir, pasado y presente, unidos por la palabra y el montaje; y muchas otras secuencias en las que Po Wen Che estructura un sólido relato, lleno de humanidad, ternura, dolor y comedia.
Aunque, el que tiene mayor peso dramático es Nien-Je Wu interpretando al padre, esta es una película de actuaciones corales, donde no hay un protagonista sino que todos los personajes tienen un peso determinado en la obra; aún así, hay que reconocer que el niño, en su ternura, expresividad e inocencia es quien se lleva cierto protagonismo, porque finalmente, es la contraparte de los demás personajes, no sólo por el humor sino porque es quien aún explora y vive su vida en función de lo que desconoce, como lo hace con las fotografías, el buceo o el amor.
Una bella película, que sí bien es de un ritmo pausado y su larga duración puede hacer mella, la unión de las historias, la humanidad de la misma, el trabajo fotográfico, los reflejos en las ventanas de los edificios, las secuencias de "el primer amor" y tantos otros elementos, confirman, lo que se dijo de esta obra en el año 2000, que fue la mejor de ese año, y como premonición a la vida de Yang, un bello y humilde legado.
Zoom in: Nominada y ganadora en diversos festivales, incluyendo Cannes a Mejor director, Círculo de Críticos, Premios Cesar, entre otros.
Para muchos críticos y especialistas, la mejor película del año 2000, y una de las mejores del sigo XXI.
Montaje Paralelo: Familia
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