29 jul 2018

Isle of the Dogs: Fábula perruna y japonesa


       "Los perros son mejores que los seres humanos porque saben, pero                      no dicen."
                                                                                              Emily Dickinson
                                                                                                        
La animación tipo stop motion sigue siendo una de las técnicas más complejas, en su artesanal diseño o singularidad estructural, obviamente, con los años y mejoramientos técnicos, se han perfeccionado forma y estilo, pero aún sigue siendo: un arte de la paciencia y el tiempo como lo es el último trabajo del cineasta estadounidense Wes Anderson, que ya ha pasado un par de veces por este blog, y que cada vez más lo consideramos como uno de los autores más creativos y particulares de esa mal llamada "escena indie americana". La particular visión del texano, no sólo es reflejo de sus gustos sino de su percepción del mundo a través de la filosofía -carrera que estudió-,  el hombre deshumanizado, la fidelidad animal, la automatización de la sociedad y otros temas más, que ha explorado en su progresiva carrera, sin dejar dejar de lado, la mirada infantil, que es otro elemento fundamental de su obra, mediado entre lo técnico - la cámara está dispuesta a la altura de un niño de 11 años- y lo estético, porque el cine de este director es una gran compilación de fetiches visuales, homenajes cinematográficos y literarios, así como culturales y gráficos como es Isle of the Dogs, su último proyecto, una nostálgica, absurda y cómica galería en colores, "geometrías" y excentricidad, donde los más humanos son los perros, y el lenguaje, es el de la imagen, que tampoco se aleja demasiado del japonés, el fondo y referente cultural de este largometraje.


   
Escrita  a varias manos, casi como un ejercicio de cadáver exquisito, en el que intervinieron Roman Copolla, Jason Schwartzman, Kunichi Nomura y Wes Anderson, quienes además de sumar sus obsesiones personales y gusto por la cultura japonesa mezclaron todo ésto en un distópico relato de sensatos y fieles caninos, humanos erráticos así como las particularidades del director texano, donde la ternura, las historias de amor, la tolerancia y locura son protagonistas.

Ciencia Ficción ambientada en un Japón tan excéntrico y cinematográfico que sólo el señor Anderson podía crear, tomando como referente el universo de Akira Kurosawa, pero con unos inolvidables y encantadores perros, que no niegan ser personajes del mundo "wesandersiano", y con la lógica japonesa como estructura del relato, es decir, una disparatada, inteligente y juguetona historia de animales muy humanos, humanos muy animales, pero toda una fábula, de absurda corrección política y tolerancia entre especies. El guión, como un haiku visual, es la búsqueda de un solitario niño a su inteligente perro, que reflexiona mejor que los humanos. Y en esta travesía, las aventuras, como todas las obras de Anderson, se irán formando de bellos pasajes de ternura, amor, risas y un surreal destello de amistad y perdón. 



La fotografía de Tristan Oliver, experto en darle luz y vida a personajes como los de Nick Park (Wallace y Gromit) y al Fantastic Mr. Fox de Anderson, no sólo es un logro técnico sino de una gran calidad visual, que además del uso de la luz, la composición, la geometría y el uso de los espacios, también tiene esa sensibilidad infantil y naif, dispuesta en la creación de los personajes y acciones, ayudados por la excelente dirección de arte y diseño de producción de Curt Enderle, Paul Harrod y Adam Stockhausen.

Ya habitual en este blog, la presencia de Alexandre Desplat, en este caso  por un excelente trabajo musical, donde sonidos orientales y orquestales se combinan de la mejor manera, uno de los mejores trabajos, del prolífico y ocupado compositor francés.

Aunque el trabajo de montaje es otro de los fuertes en la obra de Anderson, acá destaca tanto el montaje externo como el interno, es decir lo que sucede en el plano como en la intervención del mismo - el corte-, tan dinámicos y rítmicos, que la obra también traduce ese sentido de movilidad, dinamismo y locura, que parte de diversa fuentes, los animales, la cultura japonesa y de Atari, el niño que busca a su perro.




Con un reparto de lujo, o por lo menos, con el lujo de las voces de Bryan Cranston, Jeff Goldblum y Scarlett Johanson, como sus habituales colaboradores Bill Murray, Edward Norton y Bob Balaban, que parecen acomodarse al estilo de Anderson; cada uno, a su forma y estilo crean una sólida actuación colectiva o coral, que se disponen al servicio de la imagen.

Otro gran trabajo de Anderson, que despliega sus mejores recursos, y que visualmente es insuperable. Una obra más que destacable, que vale la pena repetirse un par de veces.

Zoom in: Premiada en Berlín a mejor director, y nominada en varios festivales
Yoko Ono hace un pequeño papel 


Montaje Paralelo: Wallace y Gromit - Stop Motion - 



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