1 may 2018

Cineclubiando: La tortuga roja


                                              "Cada día es una pequeña vida."
                                                                                      Horacio

No sólo es grato ver una película como la Tortuga Roja de Michael Dudok de Wit, sino por fin ver una obra en largo de este cineasta y animador holandés, del que ya habíamos visto sus cortometrajes (Tom Sweep, The monk and the fish, Father and Daughter y El aroma del Té) y algunos spot comerciales, donde la vida, la familia y la fragilidad del mundo se expresan a través de una bellas, silenciosas y poéticas imágenes en 2D. Dudok de Wit, radicado en Londres desde hace varios años, utiliza la tinta y la acuarela como parte de su identificación, sin negar su asimilación en diversas técnicas como lo ha hecho para otras producciones, y es este punto donde la evolución del trabajo del holandés se puede comprobar en una obra como La Tortuga Roja, que no sólo tiene ese mensaje y estilo de Estudios Gibli, que coprodujeron junto a Wild Bunch sino la propia firma de Dudok de Wit, que se aúna perfectamente a ese carácter íntimo y frágil que es la vida y el cuidado del ambiente, y en esa premisa - tan corta como exacta- podemos entender este bello trabajo de animación nominado a lo Oscar de ese año.

El largometraje lo pudimos ver en el ciclo de animación del Cine Club 4Bits de la Universitaria Agustiniana.


El guión escrito por Dudok de Wit con asistencia de la también directora Pascale Ferran, nos cuenta la historia de un hombre sin nombre que llega a la deriva tras una tormenta a una isla desierta; aunque encuentra comida, agua, animales y bambú, el hombre decide construir una barca y huir de allí, sin embargo en sus intentos, un animal invisible hará que la balsa se hunda; en su tercer intento, se dará cuenta este hombre, que es una tortuga roja la que ha atacado la balsa, los dos terminarán de nuevo en la isla, y en su furia, el hombre golpeará brutalmente a la tortuga; el arrepentimiento del hombre se convertirá rápidamente en asombro cuando de la tortuga emerja una mujer de cabellos rojos. Entre el misterio de la soledad y del propio origen de éstos, se enamoraran y tendrán un hijo, que como la mujer tiene cercanía con las tortugas; el niño crecerá, un monzón devastará la isla, y éste se dará cuenta que hay algo más allá, y se irá en búsqueda de un nuevo destino; el hombre y la mujer entienden que estarán solos, y que deben afrontar la vida; el tiempo pasa, el hombre muere plácidamente en su vejez, y la mujer, como al inicio de la historia, volverá a ser la tortuga roja que deja la isla.



Aunque no podamos escribir sobre dirección de fotografía, la selección de planos, el color, y esa particular factura estética de Dudok de Wit, emulan perfectamente el concepto fotográfico. La música de Laurent Perez del Mar, es tan dulce y melancólica como las imágenes que vemos en pantalla, notas musicales que acompañan el silencio de los personajes, y de ese retrato sobre la fragilidad que es el ciclo de la vida; el compositor francés, a través del piano, cuerdas y unos coros, simplifica la idea de la vida, y eso lo podemos ver al final de la obra, donde las lágrimas están permitidas.

Aquí nos debemos detener en el trabajo gráfico del holandés junto a su equipo de animadores, donde la simplicidad no sólo es una de las virtudes sino el mayor punto de identificación, porque tras esos aparentes simples trazos, hay todo un concepto, primero emulando o asumiendo el carácter Gibli, pero ante todo, la capacidad de sintetizar, amoldar y asumir toda una amalgama de sentimientos, que se desbordan en la sutileza gráfica de este director.



La obra de Dudok de Wit no sólo es una metáfora del tiempo, de ese eterno retorno, sino un alejamiento de los tiempos presentes, de la rapidez de este mundo; un acercamiento a la naturaleza a la convivencia con nuestro entorno, donde se crea una cosmogonía propia, el naufrago como síntesis de la humanidad, la mujer el tiempo: vida y muerte, y el hijo, el hombre nuevo, el explorador, el que ha convivido con la naturaleza y la respeta. Si el holandés ya había demostrado en su anteriores trabajos, esa preocupación por el tiempo, la familia y los sentimientos, en esta obra los traduce a una filosofía de vida, y a un mensaje muy apropiado para estos tiempos.

Una obra maestra, imprescindible, y posiblemente uno de los más bellos trabajos de animación de los últimos años. 

Zoom in: Ganadora en Cannes a Una Cierta Mirada, Mejor película Independiente en los premiso Annie, nominada a los Oscar a Mejor animación, al igual que en los Critics Choice Awars, Los Angeles y Cesar, entre otros.

Montaje Paralelo: Father and Daughter (2000) - Gibli Studios 



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