30 mar 2018

Post Tenebras Lux: Reygadas y la luz...y las tinieblas.



                          "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, 
                            sino que  tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).


Segunda película que reseñamos del cineasta mexicano Carlos Reygadas, considerado uno de los realizadores más personales e interesantes de latinoamérica, que asumiendo a grandes maestros del cine mundial no sólo ha recibido el aval de la crítica internacional sino premios entorno a una obra que cuestiona el "tiempo cinematográfico", ciertos parámetros aristotélicos y lo simbólico, donde la puesta en escena toma un carácter espiritual que no sólo se vislumbra a través del lirismo sino de cierto carácter religioso o la contraposición del mismo. Reygadas, abogado de profesión, debutó en el año 2000 con un largometraje y la creación de su propia productora NoDream Cinema, después de haber vivido en Europa y realizado un par de cortometrajes en Bélgica. Con su productora, además de sus películas, ha coproducido para otros cineastas tanto compatriotas como de otras latitudes. Su estilo pausado, de leves o nulos movimientos de cámara, planos secuencias, en este caso de manipulación de la imagen y aplanamiento de los actores, el trabajo de Reygadas parece configurarse desde lo visual con historias que se justifican en la mística de lo cinematográfico, y el rompimiento de los parámetros mismos de la lógica narrativa, es decir, la obra del mexicano se hace cada vez más criptica, radical y singular, pero no necesariamente mejor, y Post Tenebras Lux, recoge estas ideas de una forma bastante evidente.


El guión escrito por Reygadas se puede simplificar en una historia de tránsito, la de una adinerada familia que se muda e inicia su vida en el campo, que tendrá que acomodarse a la violencia natural de ese mismo entorno, pero también la de una sociedad que se desmorona en sus propios conflictos de miedo, ego y crisis, que no sólo está presente en esta familia compuesta por Juan, Natalia y sus dos hijos (los niños son los hijos de Reygadas) sino por los habitantes de la zona, que también transitan por ese camino que se abre entre la luz y la oscuridad. Sin embargo, el guión va mucho más allá de la premisa inicial, además de los saltos narrativos e inconexas secuencias de demonios digitales entando a la casa de Juan y Natalia, el partido de Rugby y otras más, que parecen cumplir un valor simbólico y expresivo, que aún, con la búsqueda de la explicación se hace más cerrado e interpretativo, lo que quiere señalar el director mexicano.

Aunque la narrativa es dispersa, podemos separar la obra en cuatro o cinco enfoques evidentes, un inicio, donde vemos a una pequeña niña nombrar a los diversos animales del campo, un demonio entrando a la casa de la familia adinerada, a esta familia y sus conflictos, flashbacks y flashforwards de éstos, un partido de rugby, y la historia en paralelo de Juan, el patriarca de la familia y el El Siete, un hombre  de turbio pasado, que aunque amigo de Juan, lo hiere en un robo, de resto, la obra se conecta conceptual y estéticamente.  


El director de fotografía Alexis Zabe, no sólo es un experto en el manejo natural de la luz sino en el uso de color, aún así, su naturalismo fotográfico se mezcla con la artificialidad de la propuesta de Reygadas, tanto en la edición - el filtro constante que vemos en exteriores-, como en las mismas secuencias del demonio, del sauna swinger o la ubicación de la cámara en las primeras tomas, como si de una mirada animal se tratara, es decir, Zabe, pasa del naturalismo casi documentativo, y un poco amateur, en secuencias como las reuniones familiares y en todo un mérito expresivo en otras, donde el color, reflejos y  luz, conforma un conjunto lírico, como se observa en la secuencia inicial y donde aparecen los niños.  

El montaje en esta obra puede ser una contradicción de fondo y forma, no sólo porque el largometraje está estructurado con diversos saltos temporales, flashbacks y flashforwards, inconexos, insertos - entendidos en este caso como secuencias simbólicas-, y el uso constante de filtros o elementos, que más que experimentación tienen un choque formal tanto en lo conceptual como en lo técnico, y aún así, es un trabajo  bastan puntual en su "arquitectura" cinematográfica, y es aquí donde entra la figura de la montajista boliviana radica en méxico  Natalia López, que no sólo logra descifrar las ideas de Reygadas, sino de mantener ese tono "naturalista", que parece su huella de identidad. 




Más que actores naturales, Reygadas manipula, como lo hacía Bresson, a estos "modelos", que no llegan a expresar ni a generar unos sentimientos determinados, son más unos moldes que se adecuan al tono de esta obra, y  aún así, más que hacerlo mal, acrecientan esa sensación  de irrealidad, que vemos durante 120 minutos.


Tal vez esta sea la película más compleja de Reygadas, no sólo por la narrativa sino por un cúmulo de elementos, en los que no se sabe si está equivocado el director,  si es un error del trabajo/video/pantalla o simple y sencillamente se está experimentando con un simbolismo, que está más allá de la comprensión de la gente del común, pero con un bonito empaque seudoreligioso, pero citando libremente a Sontag (1), cuando la interpretación es más que la misma película, estamos ante una evidente obra carente de sentido, pero finalmente, ese parece ser el fin o la meta del mexicano, que cada vez se hace más radical pero ganando a Mejor director en Cannes.


Zoom in:  Ganador en Cannes, Mar del Plata y La habana, en distintas categorías.

En el estreno y premiación de la obra fueron más los abucheos que las palmas.



(1) Sontag. s. Contra la Interpretación 

1 comentario:

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