"La angustia es la disposición fundamental
que nos coloca ante la nada."
Martin Heidegger
Ya completada su trilogía existencial, Roy Andersson hace entrega de una obra cargada de humor negro, absurdo, y sus ya características puestas en escena, retratando no sólo la angustia humana sino reflejando una sociedad distante, fría y parca, aún en la muerte, temas constantes en la obra del director sueco. Este director, que ha trabajado principalmente en la publicidad, en parte, debido al fracaso de su segundo largometraje, también fue el punto de partida, de un estilo que se consolidó con Canciones del segundo piso. Habitual en los festivales de Venecia y Cannes, el nacido en Gothemburg, y graduado de la Swedish Film Institute, no sólo es uno de los representantes contemporáneos del cine cien sueco, sino un director con una particular visión del mundo y de su país, que más que imitado a influenciado a otros directores y realizadores, principalmente a nivel fotográfico y narrativo.
Con seis largometrajes en su haber en casi cuatro décadas de labores y un sinnúmero de comerciales, cortometrajes y anuncios para la televisión pública, Andersson ha ido reconfigurando un estilo que pasó de una sencilla y tierna historia de amor juvenil, a la visión más pesimista y sarcástica de Suecia.
Con guión de Andersson, esta película es tal vez la reflexión más oscura y absurda sobre la sociedad sueca y el destino humano; con su característico humor el director sueco nos lleva por una serie de acciones donde la muerte y la tristeza parecen ser el eje narrativo, encarnado por dos personajes absolutamente patéticos que emulan perfectamente la metáfora de un Don Quijote y Sancho Panza en pleno siglo XXI pero que en vez de cabalgar por los senderos de España, recorren las calles suecas vendiendo artículos de humor que no parecen hacer reír a nadie; un guión repleto de diálogos triviales y en apariencia inconexos, pero que a la final, son reflejo y reflexión de cómo ve este director a las sociedades actuales. Mezclando tiempo y espacio, casi como unas memorias que se ponen en escena, Andersson muestra el origen de una sociedad enferma, de unos recuerdos que se tergiversan y que parecen estar presentes en cada unos de los personajes, a excepción de los jóvenes - que solo quieren amar - y los más viejos - que añoran sus tiempos pasados-.
Con ritmo pausado, casi estático, nos acercamos a la "realidad" de unas microhistorias unidas únicamente por el absurdo, o por los personajes principales y obviamente por los pensamientos y rigidez del director, que generaliza no sólo el contexto sueco sino el mundial de una sociedad incomunicada, errática y cada vez más ligada a la locura y el descontrol; sólo falta ver la secuencia final, que perfectamente se podría observar en los diálogos de un Don Hertzfeldt y en el humor del mismo, o la parquedad del cine de Ulrich Seidl y otros directores que retomaron el estatismo y frialdad como parte de su narrativa.
La artificiosa y plana fotografía por parte de Itsvan Borbás y Gergely Palos, el primero habitual en la cinematografía de Andersson, no sólo apunta a las características técnicas de este director sino a un estilo definido, que pasa del publicitario al pictórico, perfectamente recordando el trabajo de un Edward Hopper o un suprarrealismo, que igual no se escapa de la influencia de un Otto Dix o de George Scholz y obviamente de un Magritte y otras influencias para el director sueco. Un estilo tan característico, que no sólo se reconoce en sus largometrajes sino en sus comerciales, que han influenciado a la cinematografía nórdica tanto "comercial" como artística.
La música de Gorm Sunderberg y Hanni Jazar, es la cereza de este pastel de tristeza, ironía y patetismo, que hace contrapunteo y oposición al tono de la misma, un trabajo que más que destacar por su originalidad musical, es por el uso del mismo. Igualmente, y complementando la parte visual, la película tiene una ambientación y diseño de producción tan minimalista pero acertada en su función que le da aún más fuerza al relato y obviamente a lo visual.
Aunque es difícil escribir sobre las actuaciones, más que todo por el tono coral de las mismas, igual cabe destacar la labor de Holger Andersson y Nils Westblom, este dúo de "perdedores" y contradicciones sentimentales que marcan la misma dualidad de la obra.
Descubrí el trabajo de Andersson con Canciones de un segundo piso, y desde ese momento no le he perdido la pista, su obra llena de humor negro, tristeza y soledad, no sólo es "única" - o por lo menos pensaba eso en ese momento- sino que su influencia ha sido fundamental para el cine nórdico, igualmente sus historias, estilo y cuidados planos secuencias, marcan una propuesta inteligente que se aleja de ciertos parámetros y va desarrollando una unidad donde confluyen tantos las características técnicas, pictóricas y demás, que hacen de este cineasta uno de los más queridos por este blog.
Como conclusión una obra importante, la más absurda y desconcertante de la trilogía, y no por eso la menos o más efectiva, pero en definitiva la más inconexa de las tres, y un verdadero reto para el imaginario del público, sin negar que su humor y diálogos, rayan en lo obsesivo y nihilista, que perfectamente uno parece estar viendo una obra de Don Hertzfeldt - como escribía líneas más arriba- , de Buñuel y de un surrealismo pasado por el control de calidad de la comedia más negra. Una obra absolutamente recomendable, como toda la filmografía de Andersson.
Zoom in: Ganadora en los festivales de Venecia y Cine Europeo, como diversas nominaciones y selecciones oficiales.
Montaje Paralelo: Trilogía de la Existencia
Con seis largometrajes en su haber en casi cuatro décadas de labores y un sinnúmero de comerciales, cortometrajes y anuncios para la televisión pública, Andersson ha ido reconfigurando un estilo que pasó de una sencilla y tierna historia de amor juvenil, a la visión más pesimista y sarcástica de Suecia.
Con guión de Andersson, esta película es tal vez la reflexión más oscura y absurda sobre la sociedad sueca y el destino humano; con su característico humor el director sueco nos lleva por una serie de acciones donde la muerte y la tristeza parecen ser el eje narrativo, encarnado por dos personajes absolutamente patéticos que emulan perfectamente la metáfora de un Don Quijote y Sancho Panza en pleno siglo XXI pero que en vez de cabalgar por los senderos de España, recorren las calles suecas vendiendo artículos de humor que no parecen hacer reír a nadie; un guión repleto de diálogos triviales y en apariencia inconexos, pero que a la final, son reflejo y reflexión de cómo ve este director a las sociedades actuales. Mezclando tiempo y espacio, casi como unas memorias que se ponen en escena, Andersson muestra el origen de una sociedad enferma, de unos recuerdos que se tergiversan y que parecen estar presentes en cada unos de los personajes, a excepción de los jóvenes - que solo quieren amar - y los más viejos - que añoran sus tiempos pasados-.
Con ritmo pausado, casi estático, nos acercamos a la "realidad" de unas microhistorias unidas únicamente por el absurdo, o por los personajes principales y obviamente por los pensamientos y rigidez del director, que generaliza no sólo el contexto sueco sino el mundial de una sociedad incomunicada, errática y cada vez más ligada a la locura y el descontrol; sólo falta ver la secuencia final, que perfectamente se podría observar en los diálogos de un Don Hertzfeldt y en el humor del mismo, o la parquedad del cine de Ulrich Seidl y otros directores que retomaron el estatismo y frialdad como parte de su narrativa.
La música de Gorm Sunderberg y Hanni Jazar, es la cereza de este pastel de tristeza, ironía y patetismo, que hace contrapunteo y oposición al tono de la misma, un trabajo que más que destacar por su originalidad musical, es por el uso del mismo. Igualmente, y complementando la parte visual, la película tiene una ambientación y diseño de producción tan minimalista pero acertada en su función que le da aún más fuerza al relato y obviamente a lo visual.
Aunque es difícil escribir sobre las actuaciones, más que todo por el tono coral de las mismas, igual cabe destacar la labor de Holger Andersson y Nils Westblom, este dúo de "perdedores" y contradicciones sentimentales que marcan la misma dualidad de la obra.
Descubrí el trabajo de Andersson con Canciones de un segundo piso, y desde ese momento no le he perdido la pista, su obra llena de humor negro, tristeza y soledad, no sólo es "única" - o por lo menos pensaba eso en ese momento- sino que su influencia ha sido fundamental para el cine nórdico, igualmente sus historias, estilo y cuidados planos secuencias, marcan una propuesta inteligente que se aleja de ciertos parámetros y va desarrollando una unidad donde confluyen tantos las características técnicas, pictóricas y demás, que hacen de este cineasta uno de los más queridos por este blog.
Como conclusión una obra importante, la más absurda y desconcertante de la trilogía, y no por eso la menos o más efectiva, pero en definitiva la más inconexa de las tres, y un verdadero reto para el imaginario del público, sin negar que su humor y diálogos, rayan en lo obsesivo y nihilista, que perfectamente uno parece estar viendo una obra de Don Hertzfeldt - como escribía líneas más arriba- , de Buñuel y de un surrealismo pasado por el control de calidad de la comedia más negra. Una obra absolutamente recomendable, como toda la filmografía de Andersson.
Zoom in: Ganadora en los festivales de Venecia y Cine Europeo, como diversas nominaciones y selecciones oficiales.
Montaje Paralelo: Trilogía de la Existencia
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