4 abr 2016

Arrebato: de culto y otro vampiros chupa-celuloide


                       "No es a mí a quien le gusta el cine, sino al cine al que le gusto yo".

Arrebato es el segundo y último largometraje del cineasta, diseñador y artista español Iván Zulueta, que en su prolífica, vanguardista pero caótica carrera, llena de altibajos, películas malditas, drogas y experimentación, se terminó convirtiendo en un cineasta de culto por esta obra enmarcada dentro del cine experimental, la libertad y lo metacinematográfico, elementos a los que Zulueta siempre estuvo expuesto, tanto en sus años como cartelista de Pedro Almodovar y sus contemporáneos, como en sus cortometrajes, fotografía y demás actividades que siempre tenían de fondo al universo cinematográfico.

Con una infancia acomodada y un padre que lo influenció en el mundo del cine, fue director del Festival de San Sebastián, Zulueta se decantó por el arte en los Estados Unidos, donde estudio pintura al óleo y dibujo publicitario, y a su regreso a España, optó por el cine, en una escuela tan problemática como el mismo - futuro- director; entre los años 70 y 80, realizó diversos posters e ilustraciones para el cine de su país - y uno que otro europeo-, y empezó a experimentar con el cine hasta su obra más conocida como lo fue Arrebato, de la que escribiremos a continuación.


El guión, a modo de relato metacinematográfico, nos cuenta sobre José Sirgado (Eusebio Poncela) director de serie B, que en una crisis creativa, con su pareja, las drogas y con su propio mundo, recibe un misterioso paquete - una cinta de 8mm y otra de sonido-, que ha realizado el obsesivo y extraño Pedro (Will More) joven al que conoció en la villa de unos amigos, que además de su afición a filmar, su aparente niñez, esconde un oscuro secreto, y que a la vez busca la esencia del cine.

Aunque escrita con cierto aíre vanguardista, en el contexto de la movida madrileña, es igualmente una obra que tiene a las drogas, y no sólo las que usan los personajes, como protagonista, principalmente el cómo ésta estaba consumiendo al mismo Zulueta, y esto va a terminar reflejándose en la cámara de 8mm, como dispositivo de viaje, alucinación y desazón. Toda esa búsqueda de la esencia cinematográfica, del dispositivo como un "vampiro" que succiona imágenes, la pasión por el cine y obviamente la experimentación, se difuminarán entre la historia de un cineasta que parece estar descontento con su obra, y de otro que quiere romper con el cine mismo. Si bien es cierto, que es fácil de sintetizar esta obra, también cabe resaltar que tiene todo un discurso cinéfilo, de fábula sin moraleja y de amoral cuento de terror, que en cierta forma, si puede ser la pesadilla de varios directores.



Con la fotografía de un emblemático del cine español como Ángel Luis Fernández, que más que crear un laborioso o complejo diseño lumínico, se decanta por la naturalidad de los mismos formatos y de la luz; o de luces fuertes en interiores, marcando las sombras y contrastes, como en una película de terror; si bien es cierto, que la falta de presupuesto le pudo restar a ciertas tomas; que se hacen notorios los fuertes saltos entre  formatos, es mucho más fuerte el concepto y la idea de este operador, que juega con lo que tiene a la mano, con el material creado por Zulueta - los materiales en 8 mm fueron realizados o reeditados por el español-, y con la atmósfera decadente que se percibe en la historia. 

La música es una mezcla entre el trabajo del grupo Negativo y del mismo Zulueta, con cierto aíre experimental de un lado y del otro, que funciona en su mismo estado de delirio, pesadilla y enrarecimiento que se une perfectamente a ese narrador en off, que es el mismo Will More, explicando su búsqueda de la esencia, de la pulpa cinematográfica. El montaje, ya no como empalme o compaginación, sino como elemento narrativo y artificio del propio experimento está muy bien pensado por el conjunto de editores que colaboraron en este largometraje, que igualmente, tiene una relevancia el trabajo de montajista dentro de la película, ya que inicia con el montaje  de finalización de la obra de Sirgado, el protagonista de Arrebato.



Aunque no es la primera vez que vemos a Eusebio Poncela protagonizando una película junto a Cecilia Roth - ya los habíamos visto en la conocida Martín H.-, si es el tono de la obra, la que remarca el protagonismo de éstos, y los que mejor se acomodan al estilo del largometraje del cineasta ibérico, sin apocar la actuación de Will More- actor fetiche de Zulueta-, que es la hipérbole de la doble personalidad y delirio, que parecían fascinar a este director. 

De esas películas que no sólo se han convertido de culto, sino en manifestaciones de una época o movimiento (contra)cultural, igualmente un trabajo que no intenta moralizar o generar una reflexión ética, es una obra que nos habla sobre el cine, su mejor y su peor cara, la creatividad y su vampirización, la adicción y su amor por el mismo, en resumidas cuentas, una obra tan imperfecta como sincera, y un verdadero hito de la experimentación, que tiene como protagonista a la cámara de cine, esa que devora imágenes, personas, sueños y en este caso, en un arrebato de locura....mundos de celuloide. Un trabajo realmente interesante, que vale la pena por las actuaciones de Poncela y Roth, por la atmósfera y por esa esencia de cinefilia/cinefagia, que le va también a ésta.

Zoom in: La película tuvo problemas para ser estrenada. Finalmente, el estreno fue el 9 de junio de 1980 en el Cine Azul de Madrid. (1)
Premiada y nominada en Fansporto y Mysfest
Aunque sin créditos, el cineasta Pedro Almodovar - amigo y compañero de trabajo de Zulueta- aparece en esta obra, o mejor la voz de éste, quien tuvo que falsear la voz de una mujer, concretamente la de Helena Fernán Gómez.

Montaje Paralelo: Peeping Tom (1960)





(1)https://es.wikipedia.org/wiki/Arrebato_(pel%C3%ADcula

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