"Los griegos no deben ser esclavos de los bárbaros."
Alejandro Magno
O Megalexandros es la sexta película que vemos del director griego Theo Angelopouolos, cineasta esencial de esa generación que quiso cambiar el mundo a través de una obra llena de poesía, mitología - griega-, e iconografía clásica; de imágenes épicas en medio del lirismo de la sencillez, de una puesta en escena que mezclaba culturas, tiempos y espacio, que además convirtió en su forma de expresar y reflexionar sobre la Grecia de las últimas décadas, un cine autóctono, que igualmente hablaba sobre el mundo. El griego, que primero estudió Derecho, y luego se hizo "cineasta" en Francia, siempre fue un rebelde o por lo menos un hombre de ideas claras, que fue expulsado en su primer semestre por no estar de acuerdo con los establecimientos de la escuela en la que estudiaba. En un inicio como crítico de cine, y más adelante con películas inacabadas, Angelopoulos se fue haciendo un hueco en la cinematografía mundial con sus obras pausadas, llenas de lirismo y potentes imágenes que traían a la antigua Grecia a un país en constante cambio. Su muerte más repentina que temprana, como paradoja de su propia obra, estuvo marcada por un accidente de tráfico en la convulsionada Grecia de la crisis financiera.
Escrita en conjunto por Angelopoulos y por el narrador y dramaturgo griego Petros Markaris, quien fuera hasta la Eternidad y un día, su guionista; películas marcadas por la inmigración, las fronteras y un regreso al origen, temas que van a ser tocados en O Megalaxendros, re-interpretación de un Alejandro Magno a finales del siglo XIX y homenaje idílico al historiador y militar griego Theodoros Kolokotronis, y obviamente, metáfora sobre la Grecia del siglo XX, sus dictaduras, ideologías y la figura del poder como decadencia.
La película inicia con el escape de un rebelde macedonio que toma la figura de Alejandro Magno, no sólo como reencarnación sino como parte de su propia existencia ideológica; estos actos, que van desde el secuestro de unos lores ingleses llevados a las montañas y a una apartada comunidad, hasta la idealización del culto icónico de Alejandro; es un viaje, una traslación física e ideológica por los movimientos políticos que hicieron parte de las revoluciones europeas, principalmente de la Grecia que idealizaba el cineasta. Aunque la obra parte de sucesos reales, exactamente la Masacre de Dilesi en 1870, donde fueron secuestrados unos diplomáticos ingleses e italianos, Angelopouolos, sólo toma como excusa este suceso y lo mezcla con diversas situaciones sociales, políticas, líricas y de su propia inventiva, para dialogar sobre las transiciones que ha tenido el pueblo helénico.
Como es habitual, su ritmo pausado, planos secuencia y alejamiento de los personajes, configuran una obra que narrativamente es lineal pero mezclando tiempos, ideas y espacios como lo hace al final del metraje, donde literalmente Angolopoulos, se toma todas las libertades poéticas y metafóricas frente al culto a la figura.
Giorgos Arvanitis, fue el cinematógrafo habitual de Angelopoulos, su estilo naturalista pero a la vez cargado de un lirismo presente no sólo en sus extensos planos secuencia sino en esas imágenes ajenas, épicas y grandilocuentes que se mezclaban con el realismo presente de la obra; la fotografía de Arvanitis más allá de lo técnico, es una obra de lo artístico, en medio de la simplicidad de los medios, que en este caso lo podemos ver en la secuencia en la que Alejandro monta el caballo, y es iluminado por una luz cenital, que perfectamente evocan a las pinturas clásicas, y obviamente la secuencia final, en la que todos los elementos técnicos y artísticos se disponen para crear, ese perfecto diálogo visual sobre el peso de llevar en los hombros, la figura de Alejandro.
Chalaris Christodoulos, un compositor de música antigua griega, más que evocar sentimientos o narrar a partir de la música, lo que recrea es esa sensación de vehemencia, nostalgia y poderío del personaje principal pero muy ligado a un periodo de tiempo ya pasado. La puesta en escena por parte del diseño de producción y montaje, se manifiestan de forma simplificada, exacta en su ubicación temporal y en su construcción narrativa, se amoldan a la mirada del director, sosegadas y discretas en su armazón de planos secuencias, planos generales y distanciamiento de lo dramático.
Un trabajo bastante importante en la obra del director griego, son sus fuera de campo, visuales como sonoros, en este caso, los balazos o la revancha contras los "enemigos" de Alejandro, las enseñanzas del maestro, y muchas otras, estarán marcados por unos fuera de campo que se intuyen como parte de los códigos estéticos y representativos del director, estableciendo la capacidad que se puede generar en la propia construcción (mental) del espectador.
Aunque las actuaciones de Omero Antonutti y de la colectividad misma, sean discretas, igualmente es valioso el aporte del actor italiano, que asume la compleja tarea no sólo de representar a Alejandro Magno, sino a un apocado pero hedonista hombre enmarcado en planos generales, alejándolo de toda manifestación dramática e interpretativa. De resto, casi que podemos hablar de actuaciones corales que hacen parte del gran decorado de esta comunidad.
Si bien es cierto que la película se hace compleja, y su extensa duración no ayuda demasiado a desentrañar ciertos elementos narrativos, también es verdad que la fotografía de Arvanitis, la música y esa mezcla de mundos e ideas, sobresalgan en esta historia con tintes de homenaje y ensayo de esta Grecia "moderna"; pero ante todo, es innegable que la secuencia final - más otras que suceden durante el metraje- están llenas de un lirismo y profundidad espiritual y estética que siempre han marcado la obra de este cineasta poeta, que trazó su propia vida en sus películas, y eso lo hace tan prodigioso, en su propia expresión visual, elementos como la escultura-hombre, y un Alejandro Magno que se desplaza por la evolución de un país conflictivo pero en constante cambio intelectual, social e ideológico. Como todas las obras - por lo menos las que he visto- de este director, fundamentales y verdaderas piezas de colección que expresan más allá de lo obvio, asumiendo esa "semántica" del cine que también construye lenguajes.
Inserto: Como había leído en el libro de Richard Porton Cine y Anarquismo, esta película no sólo nos va a mostrar a una comunidad anarquista - aunque con tintes comunistas- sino a los anarquistas italianos de inicio del siglo XX, los cuales se unirán a la causa de Alejandro, sin embargo, el destino de éstos será sellado, como le sucedió a muchas de estas colectividades "políticas"; también vale la pena el análisis frente al manejo del tiempo, el concepto de la no-sincronicidad de Ernst Bloch, y las relaciones de poder que manifiesta el director.
Zoom in: León de Oro en Venecia, FIPRESCI y Festival de Venecia.
Montaje Paralelo: Alejandro Magno
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