Segunda película que reseñamos del cineasta Roberto Rosellini, uno de los padres del Neorrealismo italiano; este hijo de la burguesía romana, cinéfilo e inquieto intelectual, no sólo fue un gran participe en ese cine de actores no profesionales, grabaciones en exteriores y técnicas documental; sino un personaje que a través del cine, construyó su propia conciencia sobre lo que estaba pasando en el mundo, o en este caso en la Italia de Benito Mussolini; el director italiano no sólo encontró en este medio un modo de expresión, sino un verdadero vínculo con el pueblo, además de una férrea amistad con Federico Fellini y Aldo Fabrizi colaboradores de su primer largometraje.
La cinefilia por parte de este director, no sólo fue un gusto adquirido sino fue todo un privilegio, al poder entrar de forma vitalicia al teatro de cine que construyó su padre, un importante y adinerado arquitecto; igualmente su afición por la mecánica, lo llevó en un inicio a trabajar con motores y demás aparatos, hasta entrar en contacto con el mundo del cine, primero con la parte sonora (técnico) y mas adelante como asistente de montaje, todos estos conocimientos y autoformación, se fueron traduciendo en lo que sería más adelante este movimiento (el neorrealismo), que inevitablemente influyó en los países latinoamericanos y demás periferias cinematográficas.
Con Rosellini, podemos hablar de un par de trilogías, la del fascismo - propagandas que realizó para el régimen, la del Neorrealismo, su periodo vital y fundamental y la de Ingrid, su parte más romántica, sin embargo, otras de sus obras escaparon de esa denominación, y hicieron eco a través de sus historias, ideas o personajes, como lo fue el General de la Rovere, considerada como una de sus mejores películas y la que vamos a reseñar en este momento.
El guión adaptado de uno los textos o retratos de Indro Montanelli sobre la figura del General de la Rovere, es realizado por Sergio Amidei y Diego Fabri con participación del mismo Montanelli, periodista que asumió estos estudios periodísticos en plena guerra mundial. La historia nos sitúa a finales de 1943, cuando los aliados ya han desembarcado en Italia, sin embargo las tropa nazis aún ocupan ciertas porciones del país fascista, como lo es Génova, donde los estafadores hacen de las suyas, como es el caso de Bertone (Vittorio de Sica), un elegante y teatral apostador, que vive de engañar a quien mejor le convenga, sin embargo, en uno de sus intentos por "ayudar" a una aristocrática mujer, será arrestado por los nazis, y condenado a cumplir una larga condena o colaborar con éstos; Bertone aceptará la segunda opción, emular que es un importante militar antifascista, pero en ese juego de engaños y manipulaciones, este hombre encontrará su propia fuerza, orgullo y reivindicación con los suyos y con su patria.
Con tintes nacionalistas pero absolutamente antibelicista, este drama histórico, que hace soltar una que otra risa por el estupendo papel de De Sica, no sólo es una muestra de esos cambios, transformaciones que se dieron en diversos personajes, como el mismo Rosellini, sino que es una analogía del apoderamiento de una idea, de la actuación y de la capacidad de apropiarse de la penuria de los demás, así sea con su mismo sacrificio.
La estupenda fotografía de Carlo Carlini, multifacético operador italiano, que resalta en este trabajo, en un principio, el realismo propio de lo que se está contando, con unos planos bastante naturalistas, abiertos pero con cierto granulado, que igualmente hace parte de la esencia "química" del sustrato utilizado, sin embargo, a medida que va pasando el metraje, la fotografía de este director se va tornando mucho más contrastada, donde el clarooscuro empieza a prevalecer, no sólo por la ubicación del personaje principal, sino por las connotaciones psicológicas que empieza a tomar el carácter del mismo; igualmente los planos se hacen más cerrados, y el encierro, el manejo de la luz hacen mucho más agobiante la presencia de este estafador convertido en héroe.
La economía de los planos y a la vez el ritmo dado por los travelling, no sólo recuerdan las bases del neorrealismo sino ciertos aires al cine de guerra, supeditada por una cámara que pasa de los planos estáticos controlados a unos mucho más dinámicos y ejercidos por la parte mecánica de la operación, dando como resultado esa estupenda secuencia, cuando De Sica, alienta a los presos a no sentir temor, aunque el mismo está muerto del miedo, y de fondo las bombas cayendo cerca a esa cárcel.
Aunque la música de Renzo Rosellini, hermano de Roberto, tiene una carga dramática fuerte y toma elementos de guerra, ésta no es tan preponderante dentro de la narrativa, que le apuesta mucho más a los diálogos y acciones de los personajes.
Si bien es cierto, que la puesta en la escena de esta obra, o el diseño de producción, es sobrio y limitado, tampoco se puede negar, que cada elemento que aparece dentro de cuadro, tiene una relevancia no sólo decorativa sino como trasfondo ideológico o del pensamiento del propio director.
Con tintes nacionalistas pero absolutamente antibelicista, este drama histórico, que hace soltar una que otra risa por el estupendo papel de De Sica, no sólo es una muestra de esos cambios, transformaciones que se dieron en diversos personajes, como el mismo Rosellini, sino que es una analogía del apoderamiento de una idea, de la actuación y de la capacidad de apropiarse de la penuria de los demás, así sea con su mismo sacrificio.
La estupenda fotografía de Carlo Carlini, multifacético operador italiano, que resalta en este trabajo, en un principio, el realismo propio de lo que se está contando, con unos planos bastante naturalistas, abiertos pero con cierto granulado, que igualmente hace parte de la esencia "química" del sustrato utilizado, sin embargo, a medida que va pasando el metraje, la fotografía de este director se va tornando mucho más contrastada, donde el clarooscuro empieza a prevalecer, no sólo por la ubicación del personaje principal, sino por las connotaciones psicológicas que empieza a tomar el carácter del mismo; igualmente los planos se hacen más cerrados, y el encierro, el manejo de la luz hacen mucho más agobiante la presencia de este estafador convertido en héroe.
La economía de los planos y a la vez el ritmo dado por los travelling, no sólo recuerdan las bases del neorrealismo sino ciertos aires al cine de guerra, supeditada por una cámara que pasa de los planos estáticos controlados a unos mucho más dinámicos y ejercidos por la parte mecánica de la operación, dando como resultado esa estupenda secuencia, cuando De Sica, alienta a los presos a no sentir temor, aunque el mismo está muerto del miedo, y de fondo las bombas cayendo cerca a esa cárcel.
Aunque la música de Renzo Rosellini, hermano de Roberto, tiene una carga dramática fuerte y toma elementos de guerra, ésta no es tan preponderante dentro de la narrativa, que le apuesta mucho más a los diálogos y acciones de los personajes.
Si bien es cierto, que la puesta en la escena de esta obra, o el diseño de producción, es sobrio y limitado, tampoco se puede negar, que cada elemento que aparece dentro de cuadro, tiene una relevancia no sólo decorativa sino como trasfondo ideológico o del pensamiento del propio director.
Sin embargo, es innegable que quien se lleva los aplausos es Vittorio De Sica, este director y actor italiano que asume un papel que pasa no sólo por una transición moral sino por todos los estados dramáticos y por supuesto actorales, que no sólo los logra trasladar a pantalla a través de su carisma sino por la misma expresividad de sus facciones. La carga dramática que pone a su espalda el cineasta nacido en Sora (Italia), no sólo está articulada en el carácter del personaje, que pasa de la ironía e individualismo absoluto, a convertirse en un mártir de sus propias ambigüedades, y es aquí donde toma tanta relevancia la actuación - que no pierde ni coherencia o dredibilidad- de De Sica.
Otra de las grande obras de Rosellini, tal vez no a la altura de su trilogía del neorrealismo, pero si una estupenda visión del final de la ocupación alemana en Italia, de esas microhistorias de personajes absolutamente cinematográficos, y obviamente una película que desarrolla lo mejores conceptos que estos hombres, concibieron con el neorrealismo.
Obra fundamental del cine italiano, y una magistral puesta en escena, que pasa de la fotografía de Carlini al estupendo papel de De Sica.
Zoom in: León de Oro en el Festival de Venecia/ Premios David Di Donatello y Nominada al Oscar a mejor guión original.
Montaje Paralelo: Roma Ciudad abierta (1945)
Magnífica película, divertida y trágica a la vez y con una interpretación maravillosa de De Sica.
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