"La conciencia es el mejor libro moral que tenemos."
Blaise Pascal
Maurice Henri Joseph Schérer o más conocido como Éric Rohmer, fue uno de los cineastas y figuras de la nueva ola francesa más prolíficos pero a la vez personales de tal movimiento; este realizador, periodista, crítico y novelista, es más conocido por su serie de películas entorno al amor y las relaciones personales. Rohmer más que un cineasta, fue un escritor que descubrió en las imágenes en movimiento un lenguaje tan veraz como el de las palabras, y a través de ésto, construyó su obra fílmica donde la sencillez y la reflexión intelectual subrayaba sus temas, igualmente su amor por el cine - fue un asiduo visitante de la Cinemateca Francesa-, estuvo presente tanto en la crítica, perteneció a la Cahiers du Cinema y creo junto a Rivette y Godard, la Gazette du Cinema, como en la docencia y en sus mismos textos, que se convirtieron en guiones o reflexiones poéticas.
Aunque galardonado como mejor director en diversos festivales, su vida privada siempre estuvo al margen de su obra, y tal vez, por esta razón es el menos "conocido", no por eso importante de esa gran generación que fue la Nouvelle Vague. A continuación escribiremos sobre una de sus películas más importantes, la primera en acceder a un festival y perteneciente a sus Cuentos Morales, como lo fue La Coleccionista.
Con guión de Rohmer en colaboración con Patrick Bauchau, y de los mismos protagonistas -de la película- Haydeé Politoff y Daniel Pommereulle. Adrien (Pommereulle) un galerista de arte, decide tomarse unas vacaciones en una austera playa francesa, allá se encontrará con su amigo Daniel; la idea de estos dos, es no hacer nada en absoluto durante ese verano; la llegada de Haydeé (la misma Politof), no sólo alterará esta dinámica, sino que su "coleccionismo" de amantes hará parte de las mismas reflexiones "intelectuales" de estos hombres, y mucho más cuando ésta empiece a ser el centro de interés de Adrien. Un guión repleto de diálogos entorno a la fidelidad, lo superficial, el amor y las actitudes de la época.
La película que tiene ecos a la liberación sexual femenina, a los discursos intelectuales del momento y a otros intereses del director, se va desarrollando entre los detallados planos del cuerpo femenino, las postales del puerto francés y los viajes de estos jóvenes.
A pesar de la fotografía de Nestor Almendros - una de las razones por las que vi esta película- es un trabajo que realmente no me gustó, ni desde lo técnico, artístico o desde las misma reflexiones del director; uno de esos trabajos con personajes insoportables, diálogos insufribles, a pesar de su alto grado de "intelectualidad" que algunas veces parecen recortes o un mal montaje de otra película, sin dejar de lado el pésimo manejo de cámara, los zooms y demás elementos propios del movimiento, pero que en este caso son fallidos. Igualmente, las actuaciones, las poses intelectuales de los personajes masculinos, el grave y hasta sombrío coleccionista - más cercano a un Nosferatu que a otra cosa- que en algún, punto cae en el chiste, y demás elementos, no sólo me desestabilizaron de esta obra en todo su contexto, y mucho más con esas frases de inicio, que caen en el ridículo absoluto y la absoluta levedad de la pedantería.
En definitiva, y como no tengo nada bueno que decir de esta obra - ni siquiera la fotografía de Almendros me pareció interesante- una primera y muy mala experiencia con este director francés, del que había leído en algunos estudios, y que aguanta mucho más en el papel que en la imagen en movimiento.
Zoom in: Oso de Plata en la Berlinale
Montaje Paralelo: Nueva ola
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