HABÍA UNA VEZ...
Un balcón en la noche.
Un hombre afila su navaja junto al balcón. El
hombre mira a través y ve... Una nube veloz avanza hacia la luna llena.Una
cabeza de muchacha con los ojos muy abiertos. Hacia uno de los ojos avanza el
acero de una navaja. La veloz nube pasa ahora delante de la luna. El
acero de la navaja atraviesa el ojo de la joven y lo desgarra.
OCHO AÑOS DESPUÉS
Una calle desierta. Llueve.
Aparece un personaje con un traje gris oscuro, en
bicicleta. Manteletas blancas cubren su cabeza, su espalda y sus caderas.
Unas correas sostienen en su pecho una caja rectangular con líneas diagonales
negras y blancas. El personaje pedalea maquinalmente, el manubrio libre, las
manos en las rodillas. En Plano Americano, el personaje visto de espaldas
hasta las nalgas. Sobreimpresión en sentido longitudinal de la calle en la cual
circula de espaldas al aparato. El personaje avanza hacia el aparato hasta
quedar la caja rayada en Primer Plano.
Un cuarto cualquiera, en un tercer piso de esa
calle.
En el centro de la habitación está sentada una
joven con un traje de vivos colores. Lee atentamente un libro. Se estremece de
súbito. Escucha con curiosidad y se desprende del libro arrojándolo sobre un
diván vecino. El libro permanece abierto. En una de sus páginas se ve grabada "La
dentelliére", de Vermeer. Ahora la joven está convencida de que algo
sucede. Se levanta, da media vuelta y con rapidez se dirige a la
ventana. El personaje anterior acaba de detenerse, abajo, en la calle. Sin
oponer resistencia, inerte, cae con la bicicleta al suelo, en un montón de
barro. Gesto de cólera y de rencor de la muchacha. Ella se precipita por
la escalera para bajar a la calle. Plano General del personaje caído en
tierra, sin ninguna expresión, en posición idéntica a la del momento de la
caída. La joven sale de la casa y se precipita sobre el ciclista. Le besa
frenéticamente la boca, los ojos y la nariz. La lluvia aumenta hasta hacer
desaparecer toda la escena. Encadenado con la caja cuyas rayas oblicuas se
superponen a las de la lluvia. Unas manos provistas de una llavecilla abren la
caja, de la cual extraen una corbata envuelta en papel de seda. Hay que tomar
en cuenta que la lluvia, la caja, el papel de seda y la corbata deben
presentarse con rayas oblicuas de distintas medidas.
La misma habitación.
De pie junto al balcón se encuentra la muchacha.
Ella contempla los accesorios que traía el personaje (manteletas, caja y cuello
duro con corbata de color oscuro), todos dispuestos como si estos objetos los
hubiera llevado una persona acostada en la cama. La joven se decide por
fin a tomar el cuello con sus manos y a extraer de él la corbata de un solo
color para reemplazarla por la rayada que acaba de sacar de la caja. Ella la
vuelve a poner en el mismo lugar. Después se sienta junto al lecho, con la
actitud de una persona que vela a un muerto. Nota: El lecho, es decir, la
frazada y la almohada están ligeramente arrugadas y hundidas como si,
realmente, sobre ellas reposara un cuerpo humano.
La mujer tiene la sensación de que alguien se
encuentra detrás de ella y se da vuelta para ver quién es. Sin asombrarse
mayormente, ve al personaje, sin ningún accesorio esta vez, que observa con
gran atención algo que hay en su mano derecha. En esta atención reconcentrada
no hay angustia. La mujer se aproxima y mira a su vez lo que hay en la
mano. Plano Detalle de la mano, en cuyo centro pululan hormigas
que salen de un hoyo negro. Ninguna de las hormigas cae al suelo.
Encadenado con los pelos axilares de una muchacha
tendida en la arena de una playa llena de sol. Encadenado con un erizo cuyas
puntas móviles oscilan levemente. Encadenado con la cabeza de otra muchacha
tomada en "sumergida" violentísima y circunscrita por el iris. El
iris se abre y permite ver a la muchacha rodeada por un grupo de personas que tratan
de romper un cordón policial. La joven, en el centro, trata de alzar del
suelo una mano cortada, con uñas pintadas. Uno de los agentes se aproxima a
ella y la reprende severamente. Se inclina para recoger la mano, la envuelve
cuidadosamente y la mete en la caja que llevaba el ciclista. Después entrega
todo esto a la joven y cuando ella le da las gracias, el agente la saluda
militarmente. Téngase en cuenta que, al recibir la caja, una emoción
extraordinaria invade a la joven, aislándola de todo. Está como subyugada por
los ecos de una música religiosa lejana; tal vez una música escuchada en su más
tierna infancia. Una vez satisfecha su curiosidad, el público se dispersa
en todas direcciones.
Vemos a los personajes que dejamos en la habitación
del tercer piso, contemplando a través de los vidrios del balcón el final
de la escena descrita anteriormente. Cuando el agente entrega la caja a la
joven, los dos personajes del balcón parecen también emocionarse hasta las
lágrimas. Sus cabezas se balancean como si siguieran el ritmo de esa música
impalpable. El personaje mira a la joven con un gesto que parece decir: ¿Viste?
¿No te lo había dicho? Ella mira otra vez a la joven de la calle, la
que está sola y como clavada en su sitio, en una inhibición absoluta.
Automóviles corren a velocidades vertiginosas. De pronto, uno de ellos pasa por
encima de la joven mutilándola horrorosamente.Entonces, con la decisión de un
hombre que ejerce su derecho, el personaje se acerca a su compañera y después
de mirarla lascivamente a los ojos, le toma los senos a través del jersey.
Plano Detalle de las manos lascivas sobre los senos. Estos emergen por debajo
del jersey. Una terrible expresión de angustia, casi mortal, se refleja
entonces en los rasgos del personaje. Una baba sanguinolenta cae de su boca
sobre el pecho descubierto de la joven. Los senos desaparecen para
transformarse en nalgas que el personaje continúa palpando. La expresión de
éste ha cambiado de súbito. Sus ojos brillan de maldad y lujuria. Su boca,
antes abierta de par en par, se cierra, minúscula, como apretada por un
esfínter.
La joven retrocede al interior del cuarto, seguida
por el personaje que conserva la misma actitud. Súbitamente, con
gesto enérgico, ella le separa los brazos y se libra así del contacto
opresor. La boca del personaje se contrae de cólera.Ella se da cuenta de
que una escena desagradable o violenta va a comenzar. Retrocede, paso a paso,
hasta un rincón y ahí se atrinchera detrás de una mesita. Gesto de
traidor de melodrama del personaje. Mira hacia todos lados, buscando algo. A
sus pies se ve la punta de un cordel y lo toma con su mano derecha. Su mano
izquierda busca también hasta encontrar un cordel idéntico. La joven,
pegada al muro, contempla espantada los manejos de su agresor. Este avanza
hacia ella arrastrando, con grandes esfuerzos, lo que viene amarrado a las
cuerdas.
Se ve pasar: primero un corcho, después un melón,
dos seminaristas de las Escuelas Cristianas y por último dos magníficos pianos
de cola. Los pianos están llenos de carroña de asnos, cuyas patas, colas,
grupas y excrementos, desbordan de la caja de resonancia. Cuando uno de los
pianos pasa frente al objetivo, se ve una enorme cabeza de burro apoyada en el
teclado. El personaje arrastra, con enormes esfuerzos, esta carga y se
dirige desesperadamente hacia la joven. Vuelca sillas, mesas, una lámpara de
pie, etcétera. Las grupas de los asnos tropiezan con todo. La luz, suspendida
en el techo, chocada al pasar por un hueso descarnado, se balanceará hasta
el término de la escena.Cuando el personaje está a punto de alcanzar a la
joven, ésta le esquiva de un salto y se escapa. Su agresor suelta las cuerdas y
se lanza en su persecución. La joven abre la puerta que comunica con la sala
contigua, en la cual desaparece, pero no con bastante rapidez como para
conseguir cerrarla. La mano del personaje consigue pasar por el espacio
abierto, pero queda prisionera en él por la muñeca.
En el interior del cuarto, la joven cierra la
puerta más y más, y ve cómo la mano se contrae dolorosamente en cámara lenta.
Las hormigas que reaparecen, se dispersan por la puerta. Inmediatamente
vuelve la cabeza hacia el interior de la nueva habitación, idéntica en todo a
la anterior, pero cuya iluminación le otorga un aspecto diferente. La joven
ve... El lecho sobre el cual está acostado el personaje cuya mano está
siempre aprisionada por la puerta. Las manteletas le cubren y conserva la caja
en el pecho. No hace el menor gesto, sus ojos están muy abiertos, y tiene una
expresión supersticiosa que parece decir: "¡En este momento, algo
verdaderamente extraordinario va a pasar!".
HACIA LAS TRES DE LA MAÑANA
En la cima de la escalera, junto a la puerta de
entrada del departamento, un nuevo personaje, visto de espaldas, acaba de
detenerse. Toca el timbre de la puerta tras de la cual se desarrollan los
acontecimientos. No se ve ni el timbre ni el martinete eléctrico; en su
lugar, por dos hoyos practicados encima de la puerta, se ven pasar dos manos
que agitan una maraca de plata. Su acción es instantánea, como en los
films corrientes, cuando uno toca el botón del timbre.
El personaje de la cama se estremece. La joven
va a abrir. El recién llegado va directamente al lecho y le ordena
imperativamente al personaje que se levante. Este obedece con tanto malhumor
que el otro le toma por las manteletas y lo obliga a ponerse de
pie. Después de arrancarle las manteletas una por una, las arroja por la
ventana. La caja sigue el mismo camino, así como las correas que el personaje
trataba en vano de salvar de la catástrofe. Esto mueve al recién llegado a
castigar al personaje, enviándole a ponerse de pie contra una de las paredes de
la habitación. Todos sus movimientos los ejecutará el recién llegado
completamente de espaldas. Se vuelve por primera vez cuando va a buscar algo al
otro extremo del cuarto.
Subtítulo que diga: "Hace dieciséis
años".
Al instante, la fotografía se torna vaporosa. El
recién llegado se mueve en cámara lenta y se ven sus rasgos idénticos al otro:
es la misma persona, solamente que el recién llegado tiene un aspecto más joven
y más patético, como debió ser algunos años atrás. El recién llegado va
hacia el fondo de la habitación, precedido del aparato que le sigue en Plano Angular. Un
pupitre, hacia el cual se dirige nuestro individuo, entra en el campo visual.
Dos libros en el pupitre, así como diversos objetos escolares. Su posición y
sentido moral se deben determinar cuidadosamente. Toma los libros y se
dirige hacia el personaje. En el mismo instante todo recupera su estado normal,
el esfumado y la cámara lenta desaparecen.
Una vez a su lado, le ordena que ponga sus brazos
en cruz, le coloca un libro en cada mano y le ordena permanecer así, como
castigo. El personaje castigado tiene ahora una expresión aguda y
traidora. Se vuelve hacia el recién llegado. Los libros que sostiene
todavía en sus manos se convierten en revólveres. Este último le mira con
ternura, sentimiento que aumentará por instantes. El personaje de las
manteletas, amenazando al otro con sus armas, le obliga a levantar las manos y
a pesar de su obediencia, descarga sobre él los dos revólveres. En Plano
Detalle el recién llegado cae mortalmente herido, sus rasgos se contraen
dolorosamente (vuelve el esfumado y la caída de bruces es en una cámara
lenta más acentuada que la anterior). Desde lejos se ve caer al
herido que ya no se encuentra en la habitación sino en un parque. A su lado se
encuentra sentada, inmóvil y vista de espaldas, una mujer ligeramente inclinada
hacia adelante y cuyos hombros están desnudos. Al caer, el herido trata de
tomar y de acariciar sus hombros. Una de sus temblorosas manos está dirigida
hacia sí mismo. La otra, roza la piel de los hombros desnudos. Cae por fin al
suelo.
Vista de lejos. Algunos transeúntes y cuidadores se
precipitan para socorrerlo. Ellos lo toman en sus brazos y lo llevan a través
del parque.
Hacer intervenir al cojo apasionado.
De nuevo en la misma habitación.
Una puerta, aquélla en la cual la mano estuvo
aprisionada, se abre lentamente. Aparece la joven que ya conocemos. Cierra la
puerta a sus espaldas y mira con atención el muro contra el cual se encontraba
el asesino. El hombre ya no está ahí. El muro está intacto, sin un solo
mueble o decorado. La joven hace un gesto de despecho o de impaciencia.Se ve de
nuevo el muro, en medio del cual hay una pequeña mancha negra. Esta
manchita, vista más de cerca, es una mariposa de la muerte. La mariposa en
Primer Plano. La calavera de sus alas cubre toda la pantalla.
En Plano Intermedio aparece bruscamente el hombre
de las manteletas. Se lleva vivamente la mano a la boca como alguien que pierde
sus dientes. La joven le mira con desdén. Cuando el personaje retira
su mano, se ve que la boca ha desaparecido. La joven parece decirle:
"¡Bien! ¿Y qué más?", y se pinta los labios con su rouge. Se
vuelve a ver la cabeza del personaje. En el lugar en que estaba la boca
comienza a brotar pelo. Al ver esto, la joven ahoga un grito y se mira
vivamente la axila que está completamente depilada. Con un gesto de desprecio,
le saca la lengua, se cubre los hombros con un chal, abre la puerta de
comunicación que está a su lado y entra en la habitación contigua, que es una
extensa playa. Junto al agua la espera un tercer personaje. Se saludan muy
amistosamente y se pasean siguiendo la curva de las olas.
Plano de sus piernas y de las olas que revientan a
sus pies. Seguidos por la cámara sobre rieles. Las olas arrojan dulcemente
a sus pies, primero las correas, después la caja rayada, en seguida las
manteletas, y por último la bicicleta. Esta vista continúa por un instante más
sin que el mar siga arrojando objeto alguno. Continúan su paseo por la
playa, esfumándose poco a poco, mientras en el cielo aparecen estas
palabras: "Con la primavera".
Todo ha cambiado. Ahora se ve un desierto sin
horizonte. Plantados en el centro, hundidos en la arena hasta el pecho, se ve
al personaje y a la joven, ciegos, con las ropas desgarradas, devorados por los
rayos del sol y por un enjambre de insectos.
Guión por Salvador Dali y Luis Buñuel (1928)
* Tomado de : https://sites.google.com/site/tausiet/guion-de-un-perro-andaluz
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