"En la adversidad una persona es salvada por la esperanza."
Menandro de Atenas
Maria Gamboa Jaramillo, es una directora de cine bogotana, que además de su formación como cineasta en la Tisch School of Arts de Nueva York, historia y teoría del cine y guionista de la FEMIS en Francia, lugares en los además trabajó como asistente de varias producciones y editora; en los últimos años, exactamente, a partir del 2006, se radicó de nuevo en Bogotá, donde además de dirigir la serie de TV Revelados, ha dirigido y colaborado en diversos documentales y cortos. En el año 2007, se mudó al Magdalena Medio, donde inició una investigación sobre la comunidades y los jóvenes de esta región, y es a partir de ésto que la bogotana empieza a concebir y escribir su opera prima, la cual no sólo ha recibido varios premios nacionales e internacionales, sino que ha ganado gran repercusión y reconocimiento frente a las problemáticas de los jóvenes colombianos por entidades internacionales de derechos humanos.
Mateo, su opera prima, además de estar seleccionada para representar a Colombia en los Oscar y, de haber pasado por diversos festivales, es la película que vamos a reseñar, que estuvo presente en un pequeño ciclo de estrenos nacionales en la Cinemateca Distrital.
Con guión de la misma directora junto a Adriana Arjona, basándose en las realidades del Magdalena Medio, Mateo, es la historia de muchos jóvenes de diversas poblaciones del país, en este caso, la de uno que cobra cuotas extorsivas a los comerciantes de Barrancabermeja (Santander) para su tío, un pequeño jefe criminal, que no sólo atemoriza a la población sino a su propia familia.
La vida de Mateo (Carlos Hernández) se debate entre estas cuotas, los amigos, una indiferente relación con su madre - la cual desaprueba las actividades del joven- y tratar de no ser "echado" del colegio, para evitar ésto, debe asistir a unas clases de teatro, las cuales son impartidas por un conciliador y moderno cura (Felipe Botero) y donde participa una joven que le gusta a Mateo; el cual, además de ingresar al grupo para evitar su expulsión, lo hará para convertirse en los ojos del grupo criminal de su tío (averiguando las ideas políticas y actividades de éstos); sin embargo, a medida que Mateo tiene más contacto con estos jóvenes, con el teatro y con la chica que le gusta, sus prioridades cambiarán y éste tendrá que decidir que es lo mejor para él, su familia y para su misma comunidad.
Con un guión lineal pero muy bien desarrollado, este largometraje con tintes dramáticos, maneja de forma coherente la realidad del "conflicto" colombiano con la esperanza y dignidad de la población del país, en cierta forma la temática de "violencia" es una excelente excusa para mostrar la otra realidad, la cara más agradable de la cultura, del teatro y de diversas expresiones artísticas como parte de un tejido social que se aleja de la victimización y por el contrario se muestra como una referencia o una nueva percepción sobre el cómo se puede enfrentar a esta violencia - así sea desde lo simbólico- a través del arte, de la cultura y de comunidades que quieren progresar a través de sus propios compromisos.
Con una fotografía naturalista en gran parte del metraje y otra artificiosa para las secuencias de teatro, Diego Jiménez - uno de los directores de fotografía y camarógrafos más importantes del país- diseña un esquema lumínico en donde además de aprovechar los bellos paisajes de esta población igualmente logra expresar o generar cierta conexión entre arte y realidad a partir de las fuentes de luz tanto naturales como artificiales; un trabajo que destaca tanto en lo técnico como en lo artístico, en donde se notan las habilidades de este caleño, que ha pasado tanto por el documental como por la publicidad, y ésto se nota en la fotografía de este largometraje. Igualmente, tiene un logrado diseño de producción, y aunque no es perfecto el trabajo sonoro, de todas formas funciona el trabajo de César Salazar (sonido directo), Camilo Montilla y Sergio Stempniewicz (diseño sonoro); eso sí, la música no sólo es acorde al ambiente sino a la mismas expresiones de los personajes.
Como escribía anteriormente, a pesar de su guión lineal o de tener una estructura lineal, es la construcción de este relato, desde lo narrativo y el montaje de Gustavo Vasco y Jacques Comets, que se empata de forma inteligente tanto el cambio del personaje principal como del pensamiento mismo de la población, así mismo del desarrollo de la misma historia y progresión de cada uno de los elementos que afectan esta narrativa.
Obviamente, más allá de lo técnico, son las actuaciones de Carlos Hernández y Felipe Botero, las que más destacan, sin relegar el trabajo de los demás - no todos profesionales- quienes se adaptan y se conjugan frente al mismo relato.
Aunque este año no he visto demasiado cine colombiano, a excepción de uno que otro documental, Mateo de Maria Gamboa, no sólo fue una grata experiencia sino un buen ejemplo de cine que toma elementos comunes del cine colombiano y lo transforma, lo adapta a un relato universal y bien estructurado, en donde la violencia o elementos tipificadores, son una excusa para hablar sobre otras posibilidades, historias y revalorización tanto desde la narrativa y lo dramaturgico y en cierto sentido, sobre el mismo interés o concepción de lo cinematográfico; una película esperanzadora pero que esta bien construida en su misma idea de dignificación y "salir adelante".
Un trabajo recomendable, que se une a una serie de películas colombianas que sin dejar de lado las "temáticas" propias, las sabe utilizar como camino o elementos, que se pueden romper, variar y como en el caso de esta película generar otra visión o salirse del camino, para encontrar uno propio.
Zoom in: Ganadora de diversos premios nacionales e internacionales, -FICCI- principalmente, Festival de Austin, Texas y participación en diversos festivales.
Escogida para representar a Colombia en los Oscar
Montaje Paralelo: La Playa D.C (2012)
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