"Las películas son un mundo de fragmentos."
J.L Godard
Segunda película que veo del franco-suizo Jean-Luc Godard, y uno de los ejercicios cinematográficos más importantes que he visto en estos días; trabajo de gran lucidez por parte de este director, que no sólo tiene los hilos de este audiovisual sino que hace parte de ésta, como actor y dilucidador de la misma. Este vanguardista, que en medio de su accesibilidad narrativa, ha experimentado con varios de los elementos del cine, no sólo técnicos sin formales de éste, generando nuevos lenguajes o por lo menos nuevas lecturas en el séptimo arte.
Godard, uno de los pocos sobrevivientes -literalmente- de la Nueva Ola Francesa, se ha destacado desde sus primeras obras por la acidez de sus críticas, y por sus imágenes que van por los caminos de lo poético y de la misma fragmentación, deconstrucción y reinterpretación de las mismas. Este director que ha pasado por diversas etapas, estilos y formatos, sigue haciendo ensayos cinematográficos, que el como el mismo explica son trabajos para que el tiempo pase.
Godard, el narrador presente (der.) |
Presentada en tres partes o reinos: Infierno, Purgatorio y Paraíso, en donde el cineasta franco-suizo nos da una "lección" sobre el "hacer" y el "deber" cinematográfico, Godard escribe el guión de Nuestra Música, pensando en como la modernidad mató a la música, -como ha dicho en algunas entrevistas- pero en este sentido, la palabra toma otras concepciones, desde lo cultural hasta lo antropológico y obviamente lo cinematográfico; nos acerca a las violencias y a los cuestionamientos del mundo actual; Godard escribe con la cámara de cine, un verdadero ensayo sobre lo que estamos viviendo, y qué está pasando en el mundo.
Con el reino del Infierno, el cineasta nos muestra distintas imágenes de guerra, material de archivo convertido, transformado e intervenido como representación del "sufrimiento", violencia a través de los años, mucho más cercano a lo experimental, al absurdo de las guerras.
La segunda parte, el Purgatorio, va a tener como protagonistas tanto al propio Godard, escritores y poeta que se reúnen en un encuentro literario en Sarajevo como a Olga (Sarah Adler), una especie de metáfora (arquetipo) sobre los conflictos de los pueblos, el miedo pero a la vez, es la guía que va cruzando por este país, alegoría absoluta de la devastación y la guerra en general; aunque es la parte más lineal y conservadora de la película, es también la más dramática y aleccionadora por parte del director, el cual no sólo aparece en pantalla actuando sino dando sus propias conclusiones sobre el cine, la realidad de este país y de los conflictos en general de oriente medio, del lenguaje cinematográfico, y como este se relaciona con estos temas. La más larga de las secuencias, y en donde vemos nos sólo una gran cantidad de personajes, reales unos, inventados otros pero que se fundamentan en las misma sensaciones que Godard quiere, tanto revelar como interlocutar a través de poetas, escritores y cultores de la cultura.
El Paraíso, será en cierta forma un elemento sarcástico; que mostrará a Olga, como una martir que habita un tiempo y espacio sin guerra, "protegida" por los marines estadounidenses; un poco más criptica o simbólica, esta secuencia es la que más acerca a las tesis críticas de este cineasta, y en donde tal vez no esté expresando no sólo la indiferencia sino el "acostubramiento" a la violencia o al error de las ideas....O como dice Goytisolo "Matar a un hombre para defender una idea no es defender una idea, es matar a un hombre." , frase que no sólo marca parte de este filme sino una frase que debería perduran en nuestras memorias.
Julien Hirsch, director de fotografía, que ha trabajado en varias ocasiones con Godard, se presta para poner en escena tanto los caprichos como las intenciones de este director; con una fotografía naturalista, limpia en las secuencias en exteriores y mucho más granulada en interiores o donde tiene cabida la presencia del mismo Godard, Hirsch, más que crear un ambiente, se adapta a las posturas y manifestaciones, que finalmente son lo esencial en este filme.
Aunque la música, no tiene un autor definido, es más bien una selección del propio Godard, un collage musical que marcan todas las sensaciones, tribulaciones y aspectos narrativos, con los que cuenta este largometraje, que termina siendo un reflejo de la violencia y la representación de la misma, en la que el director franco-suizo, se regodea de sus pensamientos y de la misma formación intelectual con la que ha ido alimentando sus trabajos.
Un trabajo, con una excelente puesta en escena - a pesar de la sencillez de la misma-, gran trabajo sonoro, principalmente las voces over de Goytisolo y demás poetas, como los sonidos implícitos dentro de ésta, y en cierta forma, el uso de varios idiomas que parece romper las barreras no sólo del lenguaje sino del mismo complemento de la imagen.
Vale la pena destacar el sobrio montaje de Nuestra Música que hace el propio Godard, que sin embargo, se comporta como parte de sus mismas ideologías, principalmente en la secuencia en la que éste da una lección del plano/contraplano y obviamente en la sección del infierno.
Como escribía en un comienzo, segunda película que veo de Godard -incluyendo un cortometraje-, y en cierta forma, un trabajo que me parece mucho más interesante que las primeras obras de este director francés; igualmente es una película que habla de la mejor manera sobre el ensayo fílmico, sobre el autor como artista y de los límites de la imagen y de los conceptos cinematográficos, realmente, un lección -egocéntrica- sobre el cine por parte de este director, que en definitiva puede hacer y plantear desde su punto de vista, qué es y que puede delimitar al ejercicio cinematográfico.
Si bien de Godard, no me gustaban las historias -en Breathless como en un corto que vi hace poco, me molestaban tanto los personajes como las propias historias de amor- la parte formal de este director si me interesaba bastante, y después de haber visto Nuestra Música, no sólo se hace mucho más valiosa la obra de este autor sino que también es un material que sabe cuestionarse desde el mismo dispositivo y del mundo personal del director, como lo hace este franco-suizo, tan prepotente como comprometido con la imagen.
Una -u otra- de las grandes películas que he visto en este año; un trabajo más que recomendable, no sólo por un cine que hace pensar sino por que reflexiona sobre lo cinematográfico y la violencia como elementos extendidos.
Zoom in: El guión es del propio Godard y en un principio era una adaptación contemporánea de "Le Silence de la mer".
Montaje Paralelo: La mirada de Ulises (1995)
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