15 jun 2014

Upstream Color: El color del destino

           
                                          ''Puedes forzar la forma de tu historia pero
                                           el color siempre florecerá a contracorriente''


El ex-ingeniero y matemático Shane Carruth, se convirtió, después de su interesante opera prima Primer, en uno de los cineastas más prometedores y multifacéticos del cine estadounidense, realizador que se formó en la misma experiencia de hacer esta película, la cual construyó con sus propios medios tanto económicos (Carruth desarrolló un simulador de vuelo, y con la venta de éste y unos ahorros - exactamente 7.000 mil dólares-, financió Primer)  y un talento innato detrás de la cámaras y delante de éstas, ya que éste, además de dirigir, producir, editar, hacer la fotografía y música, es el actor principal de sus obras. Carruth, que integra en sus largometrajes una especie de ciencia ficción con tintes filosóficos, -elementos reflejados en sus crípticos guiones y en el propio manejo de la imagen que perfectamente puede caber dentro de lo experimental pero mucho más cercano a lo estético y al lirismo de lo visual-;  es en definitiva, con ésta, su segunda y más reciente producción - entre su opera prima y este trabajo, hay una diferencia de nueve años- que vemos no sólo una evolución sino la consolidación de un estilo, con una marcada y concreta estructura de lo personal, además de un modelo, un parámetro para hacer cine, no sólo en su concepción artística sino en el mismo dominio de los derechos de ésta, distribución y una especie de Do it Yourself  por parte del cineasta nacido en Carolina del Sur. Catalogado y comparado con autores como Terrence Malick, David Lynch o el mismo Darren Aronofsky pero mucho más cercano a la independencia y rebeldía de cineastas como Noah Baumbach o Charlie Kaufman, outsiders que con pequeños presupuestos pero ingeniosas y talentosas ideas, crean mundos tan bellos y complejos como los de Upstream Color, película de la que vamos a escribir, y personalmente una de las mejores que he visto este año.

Shane Carruth (centro) junto a su equipo de producción
Escrita como una historia de amor con un trasfondo metafísico, en la que dos seres, un hombre y una mujer se unirán no sólo por la fuerza del destino sino por la de un organismo, un parásito que afecta al comportamiento y la manera de vivir; el parásito, que emula su ciclo de vida al pasar del hombre al cerdo y del cerdo a la orquídea, es un ente eterno, que en este caso no sólo ha destruido la vida de estos personajes sino que también los ha unido, para darle un giro a ésta.

Más allá de su complejo guión -que finalmente es narrativo, lineal y aristotélico- Carruth, se decanta por las sensaciones y lo presentacional, una especie de tiempo y espacio anímico que se desarrolla en las vidas de Kris (Amy Seimetz) y Jeff (Shane Carruth), cada uno, a su modo, ha caído en una desgracia tan grande, que su vida ha dado un giro total; el personaje de Kris, debe empezar de cero y el que interpreta Carruth, intenta sobrevivir en medio de las oportunidades robadas. Sin embargo, esta pareja, que lenta pero incondicionalmente se enamora, están unidos, por una desgracia en común, los dos han sido manipulados y alterados por una especie de parásito que cumple el ciclo de la vida, y que un misterioso hombre que cría cerdos y crea sonidos, ha estado presente en estos sucesos.

La búsqueda de la identidad se convierte en una ilusión fragmentada reflejada en los diálogos -muchos de ellos en off-, y progresivamente el guión del estadounidense, se va desenvolviendo por los caminos de la naturaleza humana y ese ciclo vital que nos une con cada una de las especies, es, en cierto modo como el libro Walden de Thoreau - libro que termina siendo parte fundamental de la narrativa- un acercamiento a la liberación de las esclavitudes de ciertas sociedades - como finalmente lo hacen los protagonistas- y a la misma naturaleza como esencia de libertad del hombre. Una trama que se hace especulativa jugando con la elipsis y aparentemente con elementos inconexos, que sin embargo gira en torno a estos dos personajes, la manipulación a la que fueron sometidos, e intentar recuperar sus vidas, uniendo sus recuerdos con sus propias realidades.



Sin embargo, es la fotografía y montaje por parte de Carruth, los grandes elementos a destacar en esta película de texturas, brillos y color que se funden en una fluorescencia no naturalista, marcando el estilo de este largometraje, influenciado por el trabajo de Terrence Malick pero con las libertades y licencias de un cineasta autodidacta que controla la creación de ésta. Carruth, se las ingenia con todo lo que tiene en su entorno para generar una imagen texturizada pero limpia que más que contextualizar o hacer parte de la narración, simple y sencillamente es un elogio, un uso estiliístico y lírico, que le da mayor fuerza a la parte visual, en cierta medida, un uso hipnótico, un placer a la vista que se complementa por el excelente montaje -en conjunto- de David Lowery y el propio Carruth, quienes realmente estructuran este relato, a partir de sonidos, pequeños detalles y repeticiones, generando dinamismo y coherencia por partes iguales.

No podemos dejar de lado, la lograda banda sonora creada - de nuevo - por Carruth , que al igual que con las imágenes, experimenta, generando sensaciones a través de pequeños detalles o elementos (sonidos) implícitos en la narración. Es, la amalgama de imagen y sonido, un complemento ideal a esta críptica, surreal historia de amor. 

Cabe destacar el trabajo de cámara - en la que también interviene el "one man band Carruth"- principalmente, en esos tiempo muertos, cuando esta pareja habla o se acaricia con sus voces de fondo, o en planos más abiertos, en los que la cámara se mueve con la libertad, no sólo de la secuencia, música sino de los propios actores, sliders o cámara en mano son fundamentales en este trabajo. 


Aunque es obvia y clara mi posición y gusto por esta película, que puede estar dentro de mi top ten, no cabe duda, que es una película imperfecta, principalmente en su guión, pero ésto se soluciona con una excelente puesta en escena, que llama mucho más, a las sensaciones que a una narrativa que responda a una lógica o explicación. Carruth, escribe una historia de amor agregándole elementos metafísicos, del libro de Thoreau y abstracciones filosóficas que al igual que su bella fotografía o música son decorados de esta universal historia, que con un cuidado trabajo técnico, dispuesto de forma milimétrica, este ingeniero convertido en cineasta, no sólo crea un singular mundo de belleza sino una reflexión sobre el hombre y la naturaleza, con una huella fílmica propia, que igualmente toma de Croneneberg, Lynch, Malick entre otros, para reproducir este narrativo ensueño de la transformación de un hombre y una mujer, destinados a encontrarse y enamorarse en el metro, posiblemente el sitio más romántico del cine independiente.   


Zoom in: Nominada en varios festivales, ganadora en Sitges como mejor director novel, y la película más comentada en su estreno en Sundance.
Nominada y ganadora en el Festival internacional de Berlín
El filme se grabó con una cámara corriente, una Panasonic Lumix GH2, con lentes Voigtländer y Rokinon.(Wikipedia)
Vuelve a dirigir después de nueve años, tras Primer, su opera prima
Amy Seimetz, la actriz principal de esta película, también es director y productora.

Montaje Paralelo:  Reconstrucción (2003) - El árbol de la vida (2011)





2 comentarios:

  1. Es increíble el estilo que ha marcado Shane Carruth en su carrera con apenas dos películas. Si "Primer" me había encantado en su momento, "Upstream color" es una experiencia única. De hecho, si no mal recuerdo, la incluí en mi top 10 del año pasado.
    Saludos.

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  2. Sí, es verdad, es una de las mejores películas, y un verdadero triunfo del Do it yourself cinematográfico, aún no he visto Primer, pero en definitiva el trabajo de este personaje es fundamental, un saludo

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