"No seré el héroe que soñabas ni eternamente joven como tú,
Solo tengo este pequeño refugio aquí en mi pecho para que te acuestes en él"
Este pequeño refugio. Daniel F.
Segunda película que tuvimos la oportunidad de ver en la Muestra de cine Peruano, en el marco de la FILBO en la Cinemateca; en este caso, la opera prima de Rossana Díaz Costa, directora que estuvo presente durante la proyección, la cual nos habló sobre la producción, trabajo y demás anécdotas sobre su primera obra fílmica.
La escritora y cineasta limeña, al igual que su película, es una viajera por naturaleza, realizando tanto su trabajo como docente, tallerista, realizadora o escribiendo cuentos por lo cuales ha ganado varios premios y publicaciones. Su formación literaria se ha combinado perfectamente con la cinematográfica, ya que su primera película bebe directamente de uno de sus libros (Los Olvidados (no los de Buñuel, los míos)) y ante todo, es su amor al cine, la música y la libertad, lo que se refleja en su trabajo.
Viaje a Tombuctú, es su primer largometraje, pero en cierta forma, parece el ciclo o cierre de una experiencia que la propia directora ha marcado directa e indirectamente a través de diversos medios, el textual, musical y vivencial que se ajustan a esta historia de amor, que tiene como fondo la violencia política que vivió el Perú durante la década de los 80.
Escrita y producida por la misma directora, que indaga sobre el primer amor y la juventud en medio de una de las problemáticas sociales más impactantes que se vivieron en latinonamérica, como lo fue la escalada de violencia y terrorismo que vivió el Perú de los años 80; sin embargo, la intención de la directora es mostrar una historia de amor, como la de muchos jóvenes que vivieron esas represiones y falta de oportunidades en latinoamérica, una historia en donde la amistad, los sueños y utopías de cambios se reflejan en cada uno de los personajes, principalmente en los de Ana y Lucho, dos niños que forjaran una gran amistad, y que con el paso del tiempo, en su adolescencia se irá formando una historia de amor tan compleja y desalentadora, como lo que iba sucediendo a su alrededor.
Ana y Lucho, son dos adolescentes, que revelan los cambios que sucedieron en el Perú en los años ochentas, su amistad y naciente amor, serán sus herramientas para combatir y sobrevivir en medio de la violencia, y tendrán como refugio a Tombuctú (Malí), un sitio imaginario en su infancia, un destino imposible en su adolescencia, que no sólo los tendrá unidos, sino que será su espacio de felicidad, en medio de una sociedad que se iba derrumbando.
La película está separada en dos partes, la infancia de estos jóvenes y el idílico retrato de finales de los setentas en el que vivían estas personas de clase media; en esta parte nos presentan a los personajes, amistades y pequeños indicios de lo que estaba sucediendo en el entorno del país; colores cálidos, planos abiertos y poco contraste marcan esta pequeña etapa de felicidad y descubrimiento por parte de Ana (Martina Martini), que a través de sus ojos veremos, lo que se estaba viviendo. La segunda parte del largometraje, mucho más oscura, con colores fríos y clarooscuros, marca la etapa de adolescencia y violencia que se vive en la calles, es, en este punto donde toma mayor relevancia la relación entre la Ana adolescente (Andrea Patriau) y Lucho (Jair García), cada uno revelando una especie de rebeldía, libertad y amor como arquetipo de la juventud limeña/latinoamericana, y marcada por el rock en español, la literatura y la búsqueda del cambio, de una identidad, que parece estar señalada por el viaje, la huida, el partir.
La destacada fotografía de Gabriel Di Martino, cinematógrafo que viene de la publicidad, conjuga perfectamente el ambiente natural con las artificialidad tanto de las luces como de los filtros, que generan cierta peculiaridad y estilo al largometraje; fotografía que debe acomodarse a varias situaciones, y que principalmente diferencia, el idilio de la niñez con las complejidades no sólo de la adolescencia sino de la situación social que se vivía.
Aunque particularmente, la música de los años ochentas y el rock en español, no es la que más me agrade, funciona bastante bien dentro del contexto del filme y como representación de esa década; música que en definitiva, no sólo es un capricho de la directora sino una banda sonora que marcó la identidad de los jóvenes de esa década (s), de conflictos, cambios e inequidades que alimentaron a músicos como Charly García, Soda Estéreo y el rock subterráneo latinoamericano.
Una interesante opera prima, con un gran desarrollo narrativo, que supera con facilidad algunos inconvenientes, y que acierta en el trabajo de estos actores naturales, fotografía y la atmósfera de rebeldía y juventud, que marca a este estilo de largometrajes, que además de mostrarnos las diversas caras de los acontecimientos sociales de la historia reciente latinoamericana es una persiana (sur)americana del amor juvenil en medio de la tristeza de la violencia; la directora sabe sortear bastante bien los dos temas, con una violencia fuera de campo, un romanticismo inteligente y un contexto que parece ser universal en esa época, en ésta y en las que vienen.
Tal vez, lo único que puedo criticar es la falta de profundidad en ciertos personajes, y el casting actores niños - actores adolescentes, que igualmente es solucionado en el montaje; más allá de eso, es una película interesante técnica, narrativa y conceptualmente, que ha ganado los más diversos premios, y eso se naota en la factura de la misma.
Zoom in: Varios premios, principalmente para su financiación, distribución y exhibición, así mismo en festivales latinoamericanos e Ibermedia, muestras y selecciones.
Los cassettes que aparecen en la habitación de Ana, son de la misma directora
En abril del 2012 se dio lugar el rodaje de la película. Poco tiempo después, ganó el Premio de Postroducción del INCAA (Argentina), en coproducción con Machaco Films.
No hay comentarios:
Publicar un comentario