El viejo deporte de los magnates de Hollywood de tirarse
con los trastos a la cabeza, ha salido a relucir otra vez con la carga de
profundidad que Charlie Chaplin les lanzó hace algunos días a los mercachifles
del cine norteamericano.
Los críticos -parte esencial de ese campo de concentración
cinematográfico no vacilaron en volverse contra él y decir que cuando el
creador del gran «Charlot» afirma que USA no ha prestado ninguna contribución
valiosa al séptimo arte, sólo está dejando escapar algunas libras de
resentimiento por el trato -tan malo como inútil- que dieron esos mismos críticos
a su actuación de Monsieur Verdoux.
Cualesquiera que sean las causas de su actitud, Chaplin ha
puesto el dedo en la herida. Y lo ha hecho con mayor fuerza de lo que pudo
sospecharse, porque cuando aquella gente arma una alharaca como la que tiene en
pie, es porque al francotirador no le ha fallado la puntería.
Lo peor de todo es que no se necesita ser un Chaplin para
descubrir un fracaso, protuberante como el del cine norteamericano. Basta con
saber que cada vez que los ingleses producen una nueva película, los adinerados
de Hollywood tienen que recurrir a un especialista que les normalice la presión
arterial.
Todo porque no han querido convencerse de que si ese
capital voluminoso que han invertido en mostrar tanta tragedia doméstica, lo
hubieran aprovechado produciendo dibujos animados, el arte hubiera tenido con
ellos por lo menos una deuda de gratitud.
Pero es el caso que los productores USA no sólo han
resuelto hacer películas de taquilla, sino que con ello dieron al traste con el
buen gusto de un buen sector del público que, a la larga, hubiera tenido que
acomodarse al cine superior para no quedarse sin espectáculos. Si desde un
principio se hubiera prescindido de ese arsenal de procedimientos aparatosos,
de tempestades a bordo de una bañera, la gran masa popular de hoy haría delirar
la galería frente a Orson Welles, y rompería la silletería frente a un payaso
ridículo como Frankenstein.
Puede que Chaplin esté resentido por la crítica hecha a Monsieur Verdoux, pero ello no quiere
decir que no sean ciertas sus afirmaciones.
*Tomado de Punto y Aparte. El Universal de Cartagena. 1948 - y a su vez del libro recopilatorio G.G. M su obra periodística
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