"La tierra, dijo él, tiene una piel; y esa piel tiene enfermedades
Una de ellas se llama por ejemplo: hombre"
Así habló Zaratustra. Friedrich Nietzche
Béla Tarr, es uno de los directores más personales y conocidos del cine húngaro, sus agudas percepciones de la vida se expresan en su cine pausado, lleno de filosofía y poética del desencanto. Este cineasta que ha realizado nueve largometrajes, todos en blanco y negro, donde los planos secuencia y pocos diálogos son protagonistas. Tarr heredero de la Escuela de Budapest, quien retrata al hombre en su esencia más profunda y despoja de toda convención, es un cineasta que imprime en sus películas tanto su origen de la clase trabajadora, sus ideales filosóficos y principalmente una mirada metafísica y absorta en un lirismo propio de directores como Andrei Tarkovsky o del cine silente.
Un director que no parece tener influencias directas del cine, que trata abiertamente de alejarse de encasillamientos estéticos, y que toma de un lado y otro, elementos que alimenten su trabajo cinematográfico, provenientes tanto de la pintura, teatro, literatura y obviamente de directores a los que admira, pero todo con su particular visión y estilo. Es un cineasta, que se expresa desde lo visual y por lo tanto, desde las pinturas de Brueghel hasta los movimientos de cámara de un Tarkovsky o Dreyer, hacen parte de su obra, es en cierta forma un coleccionista de las más bellas percepciones del arte, y como otros filósofos/cineastas, los pone al servicio de su propia intelectualidad.
Una de las visiones más pesimistas y angustiantes del cine contemporáneo, reforzado por la bella y expresiva fotografía de Fred Kelemen al igual que la trágica y tétrica canción de Mihaly Vig; escrita en conjunto con el escritor László Krasznahorkai, y como ha sido habitual desde el año 2000, co-dirigida con su esposa Ágnes Hranitzky, equipo de trabajo que ha sido fundamental en la búsqueda y concepción de este cine en donde el tiempo (fílmico) y mirada se hacen consecuentes con la expresividad y reflexión de la existencia humana.
Una película que se fue gestando desde 1985, cuando el escritor László Krasznahorkai, escribe una anécdota, donde Nietzche abraza y protege a un caballo que está siendo maltratado por su cochero, hecho que llevó al filósofo a un profundo silencio, alejarse de la escritura y progresivamente a su locura y muerte; Tarr y Krasznahorkai, adaptan libremente este hecho, pero toman el rumbo y destino del caballo y su dueño.
En un agreste y remoto paraje, vemos como un hombre y su caballo se desplazan penosamente; mientras un viento frío y desolar los acompaña de forma brutal en su recorrido de regreso; este plano secuencia, con la música de Mihaly Vig como tétrico guía,es el inicio de este relato donde Ohlsdorfe, el carretero (János Derzsi) y su hija (Erika Bók), se internarán en la oscuridad del mundo y de sus propias miserias.
El pausado, repetitivo y contemplativo ambiente de este largometraje, se refleja tanto en los personajes, movimientos de cámara y principalmente en la composición de cada uno de los planos y secuencias, treinta en total, planificadas no sólo para mostrar la opresión y desgaste del tiempo sino de la la misma realidad fílmica del Caballo de Turín.
Estructurada en seis capítulos, que corresponde a seis días, en las que padre e hija, y el caballo, irán apocando sus fuerzas, el hambre irá disminuyendo y el peso de la vida será más grande; como es habitual en el trabajo de húngaro, las ventanas, puertas y otros elementos se convertirán en objetivos contemplativos tanto para los personajes como para el espectador, espacios que se transmutan en espejos de las reflexiones o miserias de cada unos de los actores que Tarr, utiliza en sus producciones.
En el cine de Tarr, son pocos los diálogos y las actuaciones son contenidas y mecánicas- muy al estilo de Bresson pero más dramáticas, apocadas- sin embargo, el aspecto de los personajes, y principalmente en esta película el rostro y la estructura del personaje del carretero, encarnado por János Derzsi, no sólo es decadente sino un reflejo brutal y angustiante de sus propias miserias, al igual que Erika Bok; aunque contenidas, sus actuaciones o su concepción dramática es tan acertada que agobia al espectador tanto su aspecto y tristezas. En cierto modo, el filme y sus personajes, con sus espacios reducidos, nos introduce en la época, y principalmente en sus agonías reales.
Que se puede escribir sobre la genial, tenebrista y teatral fotografía de Fred Kelemen que utiliza en esta película, -vanagloriado por Susan Sontag- y considerado como unos de los mejores en su campo, un verdadero artífice del expresionismo alemán contemporáneo, con sus altos contrastes, texturas y donde la imagen fotográfica tiene tanto un lenguaje como una reflexión y postura filosófica, que empata perfectamente con el cine del húngaro. Sin dejar de lado, el brutal trabajo de los camarógrafos (steadycams) de Tilman Buttner y Marcus Pohlus, quienes serán a fin de cuentas quienes ponen en práctica lo que los ojos de Kelemen componen. Además de su puesta en escena que libremente se asocia con la pintura, con obvias referencias a Rembrandt, y su estudio de anatomía, los comedores de patatas de Van Gogh, y el ya citado tenebrismo en el barroco, Caravaggio y el mismo Brueghel, que es la gran influencia en el trabajo del húngaro, como escribía anteriormente.
La música, compuesta por Mihaly Vig, esa triste y apocalíptica melodía que inunda al filme de esa profunda y desasosegante sensación, que cada uno de los personajes, va similiando a medida que lo inexplicable se va cerrando en la casa y en el exterior en donde habitan el carretero y su hija. Otro de los elementos fundamentales y, que le dan esa densidad y espectral angustia es la magnífica, grave y potente voz de Mihály Ráday, narrador omnisciente, y que en gran parte del metraje actuará junto al música de Vig, como el vínculo que se va proyectando a la oscuridad.
Aunque la película pueda entenderse como una especie de Apocalipsis - casi bíblico-, es más una concepción del sinrazón de la vida, película nihilista y pesimista sobre el hombre y su naturaleza, que toma la figura de Nietzche, no sólo como excusa narrativa sino como elemento - sus ideas y filosofía- que permea tanto lo visual, argumental y filosófico del largometraje, como dice Tarr, la película posee una "especie de sombra Nietzscheriana".
Más que una influencia, Tarr, logra lo que Bresson, hizo con su Al azar Baltazar, en donde el animal, termina afrontando y asimilando las cualidades de la humanidad, en el caso de Bresson, de sacrificio, en en lado de Tarr, la aceptación de la muerte y del fin, siguiendo en todo caso, la línea del filósofo alemán.
Más que una influencia, Tarr, logra lo que Bresson, hizo con su Al azar Baltazar, en donde el animal, termina afrontando y asimilando las cualidades de la humanidad, en el caso de Bresson, de sacrificio, en en lado de Tarr, la aceptación de la muerte y del fin, siguiendo en todo caso, la línea del filósofo alemán.
Que se puede opinar frente a esta genial, desencatadora y lírica propuesta de uno de los cineastas más complejos, personales y reflexivos del cine actual, un director que ven en el fracaso, los perdedores y en la angustia humana, su gran y valioso motor de trabajo.
Toda una obra, que bajo la maestría de Fred Keleman, las bellas y tristes notas de Vig, y demás personajes que componen el mundo o atemporal universo de Bélla Tarr, hacen de este director, el más importante de Hungría, y para las revistas, listas y demás artilugios cinematográficos, como uno de los mejores cineastas contemporáneos (vivos) y con una marca tan personal y compleja, como el tiempo y el espacio, en el que muchas veces Tarr, compone sus obras.
Zoom in: Última película y retiro del cine de Béla Tarr.
Premiada en le Festival de Berlín (Gran premio del jurado) y nominada en otros festivales, europeos principalmente
Premiada en le Festival de Berlín (Gran premio del jurado) y nominada en otros festivales, europeos principalmente
Rodada en 30 planos secuencias, o la mayor parte de ellos
Montaje Paralelo: Melancholia (2011) -Take Shelter (2011) - Sacrificio (1986) - El ángel exterminador (1962) - Au Hasard Balthazar (1966)
Una película monumental, devastadora. La quintaesencia de Béla Tarr.
ResponderEliminarNo me había enterado de que se ha desdicho en cuanto a lo de su retiro. La verdad es que no se me ocurre otra noticia, dentro del cine, que me pueda hacer más feliz. Te agradecería cualquier enlace.
Un saludo.
Desafortunadamente, fue un error, que se me pasó, el texto era que Tarr seguía en el cine pero enseñando, pero no volví a revisar el texto, y preciso queda este monumental error, monumental error para monumental película, corregiré la información, un saludo
ResponderEliminarNo te preocupes. Ya me extrañaba a mí que fuera a cambiar de opinión en algo que tan tajantemente afirmaba.
EliminarUn saludo.