FILOSOFÍA DE LA FOTOGRAFÍA1
Tomás González
¿Qué papel han jugado las imágenes en la
historia de la humanidad y cuál es el papel específico que las imágenes
técnicas desempeñan en la cultura contemporánea?
Éstas son dos de las cuestiones fundamentales
del pensamiento filosófico de Vilém Flusser. Flusser nació en 1920 en Praga. En
1939 se exilió en Brasil, del que volvió en1972. Sus trabajos se publicaron en los años
ochenta y noventa. Murió en 1992. Se dedicó a analizar la creación fotográfica
contemporánea, pero, en este ensayo que reseñamos, no trató de analizar el
medio fotográfico sino la historia y la cultura con el pretexto de la
fotografía. La lucha del fotógrafo contra el “aparato” representaba, para él,
la lucha del hombre por defender su libertad. Someternos al “aparato” nos hace “funcionarios”,
mientras que subvertirlo nos haría “artistas”.
La imagen es una reducción de las cuatro
dimensiones de espacio y tiempo a las dos de la superficie. Esta capacidad de
abstraer y de reproyectar, es decir, de cifrar fenómenos en símbolos y de leer
estos símbolos, se llama "imaginación". Si nos proponemos profundizar
en el significado de la imagen y reconstruir las dimensiones abstraídas,
tendremos que pasear la mirada por la superficie, explorarla,
"escanearla". Al escanear, la
mirada sigue un rumbo complejo marcado, por una parte, por la estructura de la
imagen y, por otra, por las intenciones del contemplador. El significado de una imagen muestra la síntesis de dos
intenciones: la que muestra la imagen y la del contemplador, de manera que las imágenes no
son complejos simbólicos "denotativos", sino
"connotativos", y admiten diversas interpretaciones.
Este espacio-tiempo propio de la imagen no es
otra cosa que el mundo de la magia, un mundo en el que todo se repite y todo
participa de un contexto significativo. Ese
mundo se distingue estructuralmente de la linealidad histórica, en la que nada
se repite y todo tiene causas y acarrea consecuencias. Por ejemplo: en el mundo
histórico el amanecer es la causa del
canto del gallo, mientras que en el mundo mágico el amanecer significa el canto
del gallo y el canto del gallo significa el amanecer. El significado de las
imágenes es mágico. El carácter mágico de las imágenes debe tenerse en cuenta a la hora de descifrarlas. Es un
error tratar de ver en las imágenes sucesos congelados. En realidad, ellas sustituyen los
sucesos por situaciones y los traducen en escenas. En lugar de representar el
mundo, lo desfiguran, hasta que el hombre finalmente empieza a vivir en función
de las imágenes que crea. Deja de descifrar las imágenes para proyectarlas
indescifradas al mundo de afuera. Esta inversión de la función de la imagen
puede llamarse "idolatría", y actualmente podemos observar cómo se produce: las imágenes técnicas que nos
rodean omnipresentes están reestructurando nuestra "realidad" mágicamente. Se
trata básicamente de un "acto de olvido". El hombre olvida que ha
sido él mismo quien generó las imágenes para orientarse en el mundo. Cuando
pierde la capacidad de descifrarlas, empieza a vivir en función de sus propias imágenes:
vive sumido en una alucinación colectiva. Por ejemplo: en la religión griega esta
forma de alienación del hombre respecto de sus imágenes parece haber alcanzado dimensiones
críticas. Los filósofos griegos intentaron recordar la intención original con la
que se habían creado las imágenes. Intentaron rasgar las pantallas para abrirse
camino al mundo detrás de ellas. Su método consistía en arrancar los elementos
de la imagen de la superficie para enfilarlas en líneas: inventaron la
escritura lineal. Así codificaron el tiempo circular de la magia en el tiempo
lineal de la historia. Fue éste el inicio de la"conciencia histórica"
y de la "historia" en el sentido estricto. En lo sucesivo la conciencia
histórica se opondría a la conciencia mágica, una pugna reflejada en el empeño
de los profetas judíos y de los filósofos griegos (especialmente Platón) de combatir
las imágenes. Esta lucha de la escritura contra la imagen, de la conciencia histórica
contra la magia, marca toda la historia del pensamiento. Con la escritura se introdujo
una nueva capacidad en la vida, que puede llamarse "pensamiento
conceptual" y que consiste en abstraer líneas de superficies, es decir, en
crear textos y descifrarlos.
El pensamiento
conceptual es más abstracto que el imaginativo, pues abstrae de los fenómenos
todas las dimensiones, excepto la recta. De este modo, el hombre se distanció
un paso más del mundo. Los textos no significan el mundo, sino que significan
las imágenes que rompen. Por lo tanto, descifrar un texto es lo mismo que descubrir
las imágenes que el texto significa. Los textos tienen la finalidad de explicar
las imágenes, y los conceptos, la de hacer concebibles las representaciones.
Por tanto, los textos son un metacódigo
de las imágenes.
Tenemos que preguntarnos por la relación entre
los textos y las imágenes. Es ésta una cuestión crucial de la historia. En la
Edad Media se manifiesta la lucha del cristianismo fiel al texto contra los
idólatras, es decir, los paganos; mientras que en la Edad Moderna está representada por la lucha de
la ciencia contra las ideologías vinculadas a las imágenes. La lucha es
dialéctica. A medida que el cristianismo combatía el paganismo, absorbía imágenes
y se hacía pagano; y a medida que la ciencia combatía las ideologías, absorbía
representaciones y se hacía ideológica. Este fenómeno tiene la explicación
siguiente: si bien los textos interpretan las imágenes para disolverlas,
también las imágenes ilustran los textos para hacerlos imaginables. Es verdad
que el pensamiento conceptual analiza el pensamiento mágico para aniquilarlo, pero
el pensamiento mágico se instala en el pensamiento conceptual para darle significado.
Al igual que la finalidad de las imágenes es
mediar entre los hombres y el mundo, la finalidad de la escritura es la de
mediar entre los hombres y sus imágenes pero, como sucedía a las imágenes que podían desfigurar
el mundo, le sucede a la escritura que puede desfigurar las imágenes en lugar
de representarlas, interponiéndose entre el hombre y sus imágenes. Cuando pasa
esto el hombre es incapaz de descifrar sus textos y de reconstruir las imágenes que designan. Al
quedar los textos irrepresentables, inaprensibles en imágenes, el hombre
empieza a vivir en función de sus textos. Se produce una
"textolatría", que no es menos alucinatoria que la idolatría. El
cristianismo y el marxismo son ejemplos de textolatría o "fidelidad al
texto". En estos casos los textos se proyectan al mundo exterior, y éste
se experimenta, se reconoce y se evalúa en función de estos textos.
La textolatría alcanzó su culmen en el siglo
XIX. Concretamente, puso fin a la historia. La historia es, en rigor, una
continua transcodificación de imágenes en conceptos, una continua explicación
de representaciones, una continua desmagificación.
Pero si los textos se hacen irrepresentables,
no quedará nada que explicar, y la historia termina. En esta crisis de los textos se han
inventado las imágenes técnicas con el fin de volver a hacer representables los textos, de
cargarlos de magia y de superar así la crisis de la historia. Ambos, el texto y la imagen,
son medios. Tienen la finalidad de mediar entre el ser humano y el entorno, así como
entre los seres humanos. Ambos están sujetos a una dialéctica interna: se ponen
delante de lo que han de representar, y estorban a la vez que median. Además,
existe una contradicción entre ambos: las imágenes hacen imaginable
("ilustran") lo que cuentan los textos, y los textos hacen concebible
("cuentan") lo que representan las imágenes.
El animal está inmerso en un entorno
cuatridimensional, esto es, en un mundo de cuerpos que lo asedian. Estos
cuerpos son comestibles, cubribles o peligrosos. Todo lo que no se ajuste a
estas tres categorías no asedia al animal y, por tanto, no forma parte de su
entorno. Pero el ser humano tiene manos con las que retener el asedio de los cuerpos.
Extender la mano hacia el entorno es el primer acto. Este acto es una abstracción:
abstrae el asedio y el tiempo del entorno. Esta abstracción abre un abismo: en un
lado está la situación objetiva, y el otro, el hombre cual sujeto de la
situación. La "cultura" o los objetos informados son la consecuencia:
cuchillos de sílex, por ejemplo.
La cultura es lo intermediario entre la
situación y el ser humano por encima del abismo.Las manos no actúan a ciegas, sino bajo el
control de los ojos. La coordinación entre mano y ojo, entre mirar y actuar,
entre "teoría" y "práctica", es un tema fundamental de la
existencia humana. Hemos tardado millones de años en aprender a mirar primero y
actuar después, a formarnos, antes de actuar, una imagen del objeto sobre el
que vamos a actuar. La dificultad al hacerse una imagen está en que los ojos
sólo ven la superficie de los objetos. Tuvimos que aprender a abstraer la
profundidad de los objetos y a plasmar en dos dimensiones el resultado de esta
abstracción; en las paredes de una cueva, por ejemplo. Después de aprender a
hacer imágenes, éramos capaces de construir un mundo imaginario que pudiera
mediar entre nosotros y la situación objetiva. Este mundo imaginario nos
representaría la situación y nos serviría de modelo para nuestros actos. En las
imágenes, los objetos representados se relacionan de forma significativa.
Se designan recíprocamente. Son iconos e
índices. Y esta designación recíproca muestra la situación. Esta situación ya
no es inmediata, sino comprensible únicamente a través de las representaciones.
Una representación recibe su significado de otra representación y otorga a esta
otra, a su vez, un significado. El significado de las imágenes es mágico (la
parte evoca el todo en el icono; el efecto evoca la causa en el índice). Por
este motivo, las imágenes no permiten concebir la situación más que
mágicamente. La estructura mágica de la imagen encubre la situación que la
imagen representa. Pasaron decenas de miles de años hasta que aprendimos a
superar esta magia inherente a las imágenes, a explicar las imágenes, a contar
y relatar las representaciones contenidas en la imagen y a concebir la imagen.
Tuvimos que aprender a arrancar las representaciones de su superficie con los
dedos para colocarlas en fila y, en lo sucesivo, para contarlas y relatarlas. Después de aprender a colocarlas
en fila, es decir, después de aprender la escritura lineal, ya sabíamos
construir un mundo conceptual compuesto de textos, para que mediara entre nosotros y el mundo
imaginario; en Ugarit, por ejemplo. El hombre histórico concibe lo que se
imagina a través de los textos para poder comprender y tratar la situación, gracias a las ideas
concebidas, no de forma mágica
(causalidad por semejanza) sino de forma lógica (causalidad por identidad y
diferencia).
Los textos son líneas lógicas de conceptos
enhebrados a modo de ábaco. El orden de los conceptos obedece a unas reglas de
las sintaxis, reglas de la lógica o
reglas de las matemáticas. Estas reglas son convenciones (los conceptos son
símbolos que ya no tienen relación con los objetos que designan, como sí la
tienen los iconos y los índices, sino que tienen relación con un código nacido
del acuerdo o convenio entre los sujetos consistente en creer saber qué cosas
son idénticas, es decir, tienen la misma causa y qué cosas son diferentes, es
decir, tienen diferentes causas). Son reglas de escritura u ortográficas, como
lo es, por ejemplo, la regla de escribir de izquierda a derecha. En su calidad
de intermediarios entre el mundo imaginario y el ser humano, los textos imponen su estructura convencional al
mundo que han de facilitarlos. Hemos tardado tres milenios y medio en aprender
que las regularidades descubiertas en el universo concebido (por ejemplo, las
concatenaciones causales) eran proyectadas por la estructura textual y que
concebíamos el mundo a través de la estructura de los textos, del mismo modo
del que lo había concebido el hombre prehistórico a través de la estructura de
las imágenes. Este conocimiento era tan difícil de conquistar porque el mundo
concebido de forma lógico-matemática había permitido desarrollar una técnica realmente
eficaz (por cierto, al igual que el mundo imaginario había engendrado una magia
realmente eficaz).
Para poder fabricar imágenes técnicas (por
ejemplo, fotografías), primero tenemos que inventar aparatos capaces de
calcular y de procesar los puntos inasibles, inimaginables e inconcebibles para
nosotros. Cuando estos aparatos se hayan inventado, con un funcionamiento, si
cabe, automático, surgirá un mundo imaginario secundario que nos permitirá de
nuevo concebir, imaginar, asir y transformar la situación. Ésta es nuestra
situación actual según la hipótesis de la historia humana que aquí se utiliza.
La especie Homo Sapiens Sapiens emergió
de su situación cuando abstrajo de ella la profundidad. El ser humano histórico
emergió del mundo de su imaginación cuando abstrajo de él la anchura. Y
nosotros estamos en vías de emerger de nuestro mundo conceptual al abstraer de
él la longitud. Cinco escalones: el cuatridimensional del espacio-tiempo, el
tridimensional de los instrumentos de piedra y hueso, el bidimensional de las
imágenes, el unidimensional de los textos y el de cero dimensiones de las
imágenes técnicas compuestas de puntos, a modo de mosaico. En el primer escalón
no existe el medio: el animal está directamente inmerso en su entorno. En cada uno
de los escalones emergentes, sin embargo, los productos fabricados
(instrumentos, imágenes, textos e imágenes técnicas) tienen la misión de mediar
entre el hombre "existente", alienado en su entorno, y su entorno
perdido, por encima del abismo de la abstracción. El instrumento está dirigido
hacia el entorno para informarlo y para convertirlo en "cultura", en
situación humana. La imagen está dirigida hacia la situación para representarla
y para abarcar sus relaciones, convertirla en escena. El texto está dirigido
hacia la escena para concebirla y para dividir sus relaciones en procesos, convertirla
en mundo conceptual. La imagen técnica está dirigida hacia el mundo conceptual
para volver a hacerlo imaginable y para reunir los puntos, disponerlos en superficies.
El instrumento designa el entorno, la imagen designa la situación, el texto designa
el mundo de las imágenes y la imagen técnica designa el mundo conceptual. La imagen
técnica no designa el entorno más que por mediación de los textos, de las imágenes
y de los instrumentos. La suposición de que la imagen técnica designe inmediatamente
el entorno es un cortocircuito. En el ser humano surgen de forma escalonada
nuevos niveles de conciencia que le permiten desalienarse. Propongo llamara
estos niveles de conciencia emergentes poder de acción, poder de
representación, poder de concepción y poder de imaginación. Las fotos,
películas, vídeos y hologramas son productos de un nivel de conciencia que
antes no era ni imaginable ni concebible. El gesto de fabricar imágenes produce
poder de representación, y el poder de representación se refuerza por la
fabricación de imágenes. El gesto de escribir produce poder de concepción, y el poder de concepción
se refuerza por la escritura. El gesto de fabricar imágenes técnicas produce poder de
imaginación, aunque, como no hemos hecho más que empezar a fabricar tales
imágenes, todavía no somos capaces de prever un poder de imaginación plenamente
desarrollado. Las imágenes técnicas que se generan actualmente deben considerarse
como precursoras; el "mundo imaginado" sólo está en vías de
formación.
En la
segunda mitad del segundo milenio antes de Cristo se inventó el
alfabeto, y en la primera mitad del siglo XIX, se inventó la fotografía. La
escritura lineal fue inventada por comerciantes. El problema consistía en
expedir facturas, listas de almacenaje y listas de cargamentos. Se trataba de
contar. Para poder contar, es conveniente colocar en fila los objetos del
recuento. La escritura calculatoria es una doble abstracción de imágenes:
abstrae de la imagen la anchura, al desarrollar su superficie en líneas, y la
representación, al simplificarla. El recuento conduce al relato.
El texto relata imágenes y traduce escenas en
procesos. Concibe acontecimientos allá donde la imagen representa escenas. El
hombre tardó mucho en descubrir que con la escritura, además de contar, se
podía relatar. Mucho tiempo tuvo que pasar hasta que el nivel de conciencia histórica y conceptual
pudo surgir del gesto de la escritura. El hombre no pudo aprender a escribir
hasta mucho tiempo después de inventar la escritura. Los primeros escritores plenamente conscientes
fueron los presocráticos y los profetas judíos. Ellos eran conscientes de
desarrollar las imágenes y de traducir, por tanto, las relaciones mágicas entre
las representaciones de la imagen en relaciones procesuales entre los conceptos
de un texto; conscientes de relatar imágenes para deshacerlas, y conscientes de
estar comprometidos en combatir las imágenes. Ese compromiso de los filósofos y
los profetas en contra de las imágenes se explica por la dialéctica
consustancial a las imágenes. Las imágenes encubren lo que han de representar.
Se vuelven intransparentes para la situación que designan. Los seres humanos
viven en función de sus imágenes. Ya no se orientan en su entorno con la ayuda
de imágenes, sino que se orientan en la imagen mediante el entorno. Es ésta una
locura que los profetas llaman "idolatría", adoración de imágenes, y
que Platón combate con vehemencia. Los profetas y los filósofos escriben para
hacer trasparentes las imágenes, para destruirlas y así emancipar al hombre de
la locura de la magia. Ellos saben que la escritura es un gesto iconoclasta, un
gesto de la conciencia histórica. La sociedad se dividirá en dos capas, una
capa alta de Litterati (clero), que se orienta por textos, y una amplia capa
baja de analfabetos, que viven prehistóricamente y se orientan por imágenes.
Esta escisión se hace patente tras el ascenso del cristianismo al poder. La capa
orientada por textos se llama "cristiana", y la capa orientada por
imágenes, "pagana". Esta situación se interrumpe con la invención de
la imprenta y, más adelante, con la introducción de la enseñanza general
obligatoria, la historia cambia de carácter.
Los textos llegan a ser más baratos y
mecánicamente multiplicables y se difunden primero entre la burguesía y, más
tarde, entre todas las capas de la sociedad. A su paso, desplazan las imágenes
de la vida cotidiana. Las imágenes quedan envueltas en el aura de las "Bellas Artes" y se confinan
a los museos y academias. Se generan las ciencias, la técnica, la Revolución industrial, en suma: el
progreso es la consecuencia de estos textos liberados del freno de las
imágenes. La Edad Moderna.
Los textos así emancipados de las imágenes se
dividen desde comienzo del siglo XIX, a su vez, en dos ramas. Una rama se dirige
a la capa antiguamente informada por imágenes y ahora dotada de una conciencia
histórica rudimentaria. Este tipo de texto, con fuerte carga mágica, sustituye
las imágenes abandonadas por una literatura barata, es decir, la idolatría por
una textolatría gracias a la cual la magia se transforma en ideología. La otra
rama se mantiene para la capa social alfabetizada antes, engrosada ahora por la
burguesía, pero va produciendo textos cada vez menos representables.
Como la función de los textos ya no es la
explicación de las imágenes, sino la obediencia a la inercia dinámica de sus
discursos, generan unos universos cada vez más conceptuales (por ejemplo, el
universo de las ciencias naturales). Por tanto, la escritura ha perdido su función original de
desmagificar las imágenes. La primera
rama de textos conduce a una locura
semejante a la idolatría, a saber, a la locura ideológica, en la que los seres humanos actúan en función de textos.
Y la segunda rama genera conceptos inimaginables, esto es, "vacíos".
La historia en sentido estricto, entendida como la dialéctica entre poder de
representación y poder de concepción, ha terminado. En este punto final de la historia se inventó la
fotografía, es decir, las primeras imágenes técnicas. En realidad surgió con la
fotografía un nuevo nivel de conciencia, el del poder de imaginación, dando
lugar a una revolución cultural comparable únicamente a la que estalló en el
Mediterráneo oriental en el segundo milenio antes de Cristo con la invención
del alfabeto.
Este universo de las imágenes técnicas no se
basa en la situación, sino en el mundo conceptual desintegrado, y su intención
no es la de abstraer de la situación, sino de concretar el mundo conceptual desintegrado.
Su intención es hacer ese mundo imaginable y, en conclusión, experimentable; dar sentido a su absurdo. Las
imágenes técnicas son proyecciones: en ellas coinciden el "sentido" y
el "significado". Las imágenes técnicas son guías por las que
orientamos nuestro comportamiento. Son modelos. Y para los modelos no es
importante si designan algo "real". La distinción que debe hacerse es
entre concreto y abstracto, y el universo imaginado es una concreción de lo
abstracto. "Imaginar" equivale a concretar lo abstracto. La
fabricación de imágenes técnicas es un gesto de concreción de lo abstracto
mediante el cálculo y el cómputo. Éste es el nuevo nivel de conciencia al que
estamos ascendiendo. Sobrevivirá, a pesar del predominio de las imágenes
técnicas, la escritura lineal de signos de escritura lógica e ideográfica sobre
todo en los textos matemáticos y de
programación de ordenadores. El alfabeto es un código que se está quedando
obsoleto. En suma: la función de los textos como código universal ha terminado,
porque las imágenes técnicas constituyen un código universal imperialista que
no tolera ningún otro código; los textos serán códigos para especialistas al
servicio del código universal de las imágenes técnicas (las imágenes mudas,
sólo visuales, las fotos y las imágenes sonoras, audiovisuales, todas las
demás). Esto es; el poder de concepción dejará de ser un bien común y quedará
reservado a una élite que fabricará las imágenes.
El citado diagnóstico y pronóstico vaticina,
pues, una escisión en la sociedad, que ya se está iniciando y que se asemeja a
la escisión medieval. Por un lado, tendremos a una élite que sabrá escribir
(aunque, en esta ocasión, se trata de una escritura puramente de símbolos del
tipo de los textos matemáticos, lógicos y del "lenguaje" de los
ordenadores) y, por el otro, una masa iletrada que se orientará en función de imágenes
(aunque, en esta ocasión, en función no de imágenes representativas o tradicionales
sino de imágenes técnicas o imaginaciones programadas). Esta escisión es prevista
por muchos críticos culturales y ya tiene nombres: "tecnocracia",
"totalitarismo de los aparatos". Los síntomas apuntados por estos
críticos que prueban dicha escisión es el hecho de que la élite defina unas
disciplinas cada vez más especializadas y el hecho de que entre el resto de la
humanidad surja una cultura de masas.
A pesar de eso, opino que este juicio es
equivocado. Si no me lo pareciera, no habría escrito el presente texto. Admito
que en un futuro cercano será una empresa estéril intentar escribir de la misma
manera que antes del surgimiento de las imágenes técnicas; es más, quizá ya hoy
mismo el deseo de escribir y publicar textos parezca un arcaísmo conmovedor, ante
la existencia de discos de audio y vídeo. Aun así, estoy convencido de que la
fabricación de textos, si bien de textos diferentes a los convencionales,
seguirá siendo una forma de comunicación universal. Lo creo porque las propias
imágenes técnicas la reclamarán. Así, el surgimiento de la escritura lineal y de
la conciencia conceptual no ha provocado la supresión de las imágenes o del
poder de representación, sino, por el contrario, una verdadera explosión de
imágenes facilitada por el poder de
representación enriquecido por los conceptos, puesto que las imágenes y el
poder de representación tenían que defenderse de los ataques de los textos y
del pensamiento conceptual. Algo parecido es de esperar ante el actual
surgimiento del nivel de las imágenes técnicas y del poder de imaginación.
"Concebir" equivale a criticar imágenes. Ahora bien, sostengo que las
imágenes técnicas nos incitan a la crítica al menos con la misma vehemencia que
lo hicieron las imágenes tradicionales en la época de los profetas y los
filósofos. La locura de la idolatría que en aquel entonces emanaba de las
imágenes es perfectamente comparable con la fascinación que ejercen hoy las
imágenes técnicas. Por eso, estas imágenes técnicas nos desafían a actuar de profetas
y de filósofos ante ellas. Naturalmente, no tenemos que combatir representaciones
mágicas, como hicieron los profetas y los filósofos de entonces, sino imaginaciones
programadas.
La escritura se hizo necesaria cuando el poder
de representación amenazaba con convertirse
en alucinación. El poder de representación era tal que se escribía para no volverse
loco. Este modo de escritura hoy ya no es necesario ni es posible, pues nuestro
poder de representación se sometió a
nuestro poder de concepción y degeneró. Ahora es el recién conquistado poder de imaginación el
que empieza a transformarse en alucinación. Un ejemplo francamente pedagógico
de esta transformación es el nazismo.
Él fue uno de los primeros resultados de la
fascinación por las imágenes técnicas. A esta fascinación la tenemos que combatir, y la
única vía de hacerlo es escribiendo. Pero nuestra escritura ya no puede
recurrir a aquel poder de concepción del que se sirvieron los escritores de antaño. Al fin y al cabo,
este mismo poder de concepción generó las imágenes técnicas contra las que hemos de
escribir (el nazismo no habría sido posible sin este tipo de textos). Nosotros
tenemos que escribir en el sentido opuesto a estos textos. Eso es lo que quiero decir con
"antitexto".
Uno puede preguntar qué aspecto tendrán estos
antitextos, estas sartas de anticonceptos que se desarrollan a la inversa.
Kafka, dadaísmo... En un principio parece que las imágenes técnicas anulan
nuestro poder de concepción, nuestra capacidad crítica, de modo que nos volvemos
incapaces de escribir.
Sin embargo, reconoceremos que las imágenes
técnicas nos desafían a escribir contra ellas. De no hacerlo, nos volveríamos
locos. La sociedad no se volverá
iletrada, sino que estará llena de
escritores. Sociedad futura en la que predominará una dialéctica entre el poder
de imaginación y el poder de concepción invertido, entre la imagen técnica y el
antitexto.
Los textos y las imágenes no son sólo
intermediarios entre el hombre y su entorno, sino también entre los hombres.
Antes había que trasladarse al espacio público para recibir informaciones (la plaza, a la
escuela, al teatro). Ahora hay que quedarse en el espacio privado. La dinámica
de la comunicación era la siguiente: quien poseyera (o hubiera elaborado) una información se desplazaba
con ella hasta la plaza del mercado para “publicarla”, y quien quisiera recibir
esta información tenía que acudir a la plaza para reunirse con el emisor.
Durante la reunión el emisor y el
receptor podían comunicarse de forma dialogal. La dinámica de la comunicación
descrita se llama “política”, y sus fases son: publicación discursiva de
información privada, diálogo público, privatización de lo público. Ahora la
dinámica de la comunicación consiste en que las informaciones se elaboran en
aparatos de emisión (estudios cinematográficos, redacciones, administraciones),
se difunden a través de unos canales y se reciben en el espacio privado. El
espacio público se ha cerrado (la plaza
del mercado está saturada de canales), y
la política propiamente dicha es imposible. La actual sensación de aislamiento
en medio de una comunicación planetaria se debe a la imposibilidad de los diálogos,
al fin de la política. Se ha levantado un aparato monstruoso de medios de comunicación,
que, como obstáculos infranqueables, separan a los seres humanos entre ellos.
Las imágenes de ordenador están empezando a
romper ese circuito. No hay duda de que tarde o temprano prevalecerán las
tendencias dialogales, en vez de las actuales discursivas, en las imágenes
técnicas. Será una sociedad de seres humanos sentados delante de terminales de
ordenador para recibir informaciones, procesarlas y devolverlas procesadas. Será una estructura de
comunicación dialogal. Los seres humanos mantendrán un diálogo planetario. Creo
que Mcluhan se equivoca al hablar de un “pueblo planetario”, pues en ese
diálogo planetario no habrá espacio público, no habrá “plaza”, sino que todos
los interlocutores permanecerán en el espacio privado. Estarán interconectados,
al igual que los centros nerviosos, por fibras de nervios, para elaborar juntos informaciones. Más que de “pueblo
planetario” habría que hablar de un “cerebro planetario”, lo cual reclama, lógicamente, que
renovemos las categorías políticas convencionales.
Vemos que la imaginación, es decir, la
fabricación de imágenes, va precedida de una especie de escritura,
concretamente, de la programación del ordenador. Esta escritura se realiza en
los llamados “lenguajes de ordenador”, es decir, en códigos lineales novedosos.
Por su parte, estos códigos se hacen cada vez más inteligibles para el consumidor, esto es, que se parecen más y
más a los códigos de escritura tradicionales. En otras palabras: para poder
comunicar dialogalmente a través de imágenes, primero hay que fabricar textos.
A esto me refería con el término “antitexto”.
Estoy hablando de la primera sociedad humana
realmente libre. Estoy hablando de la era final con la que sueñan todas las
utopías, pero que ahora se ha hecho técnicamente posible.
1. A
propósito de VILÉM FLUSSER, Una filosofía de la fotografía, Síntesis, Madrid,
2001, 192 pp
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