29 nov 2022

Especial Cine Noir (USA)


Ciudades cubiertas por una brumosa lluvia, donde el asfalto puede ser la tumba de hombres seducidos por el dinero o por mujeres tan oscuras como aquellas calles de sombras que devoran la moral; recovecos urbanos y mentales que suenan a lluvia transformada en balazos,  impregnados de humo de cigarrillo tan espeso como la niebla y el smog que expelen autos grandes y pesados; son escenarios que se repiten de manera copiosa pero estilizada en el cine criminal, o mejor conocido como Noir estadounidense, que más que un género fue una ambientación, que respondía al pesimismo de la II Guerra Mundial y sus actores, hombres tan recios como las ciudades que habitaban, pero debilitados por el amor, o eso que en los libros de cine o en la antigua Grecia, se conoce como el Fatum, destinos fatales infringidos por una pasión descomunal, como lo veremos en tres obras fundamentales de este tipo de cine que además de referentes para el cine mundial, dio las pautas para sus cambios.     


Naked City (1948)




Con uno de los intros más emblemáticos del cine de los años 40, en un tono documental, se describe a una Nueva York tan moderna como oscura, donde los negocios como la muerte, tienen el mismo vestido, el de una ciudad desnuda, realista y violenta,  como el cine de Jules Dassin, su director, y uno de los grandes representantes del cine criminal.  Con  guion de Marvin Wald, experto en este tipo de cine, y que con esta obra, explora tanto los recovecos de una urbe como sus rutinas, donde el crimen es otro oficio más.  Wald y Dassin, nos muestran a dos detectives:  el viejo zorro y el aplicado sabueso, que tratan de descifrar no sólo la muerte de una joven modelo sino la naturaleza de una urbe moderna y agobiante como Nueva York, donde los asesinos como los oficinistas, transitan por las mismas calles, esas que el Noir reveló en su artificio o  naturalismo estilizado, porque La ciudad Desnuda, nos descubre a una ciudad realista, repleta de individualismo, violencia y hombres destruidos por una guerra.

En el cine Noir, la fotografía como el montaje  fueron fundamentales, la primera mostrando y la otra sugiriendo, y esto se evidencia en The Naked City, sólo que con una fotografía  absolutamente realista pero estilizada gracias a William H . Daniels - que hizo del rostro de Greta Garbo todo un ícono-; que desde un inicio de la obra, nos muestra una panorámica en movimiento -desde un helicóptero-  describiendo a una Nueva York como escenario de un  crimen. Son varias las secuencias icónicas, principalmente el final, que tiene el mejor pulso narrativo, gracias no sólo a Dassin sino a un montaje rápido y preciso en la persecución y triunfo de la justicia.  La música de Miklós Rósza, es un complemento argumental, no sólo de forma narrativa sino emocional que funciona, no tanto en ambientación sino como contrapunto a las acciones de los protagonistas, que era lo que se buscaba con esta obra.

Interesante trabajo de Dassin, que  entra en discusión con el cine Noir, no tanto en sus reglas o formas, sino en su carácter seudo documental con el que inicia y se abriga en ciertas secuencias, rompiendo con el cine que se estaba realizando en ese momento - el de estudio-, es decir, uno  que sale a la calle (muy neorrealista), retratando a la ciudad como otro protagonista, en el que más que desentrañar un crimen, lo hace con un momento específico de la historia, como lo hicieron varios fotógrafos.   



Double Indemnity (1944) 




Obra referencial del cine Noir, no sólo por su inteligente guion sino por su estilizada estructura argumental y visual en la que nos imbuimos en un largo flashback - confesión, muy propicia de este tipo de cine, que nos cuenta la perdición y redención de un agente de seguros, enamorado de una mujer fatal, que lo llevará a los límites de su moral. Escrita y dirigida por Billy Wilder con guion de Raymond Chandler, que nos adentra en los pasillos más oscuros del amor y la pasión, porque Double Indemnity no sólo es la confesión de una asesinato, es el debacle moral de la sociedad  pos segunda guerra mundial, su capitalismo latente y todo un homenaje a esa escritura criminal, de hombre rudos, rubias con un corazón ponzoñoso, siluetas que emergen de la oscuridad, humo de cigarrillos, sórdido ambiente y de un cinismo entrañable.

De este trabajo vale destacar  la fotografía de John F. Seitz, que es puro Noir, sombras que emergen en pasillos como cuadros Barrocos, rostros en claroscuro, que mienten y están bañados en humo de cigarrillo, erotismo hecho fotografía y persianas que reflejan el destino fatal de parejas llevadas por la pasión, pero esta fotografía no sería igual de buena sin los grandes decorados y engaños visuales, que perfeccionó Wilder con su grupo de trabajo, sumado a un montaje preciso, efectivo donde cada elemento va sumando a la traición; acá nuevamente se suma   la música de Rosza, con menos protagonismo pero tal vez, porque en este caso su papel es más efectivo, un acompañante dramático, que se acomoda mejor a este ambiente desolador, que inicia  con una mirada y una frase inteligente.

Uno de los mejores Noir que he visto, obra clásica que no ha envejecido, ofreciendo los parámetros para este tipo de cine, con un sólido guion, y ese particular sello Wilder, en el que todo funciona, hasta la lección moral  y las buenas intenciones, de hombres con la moral rota.



     

Gun Crazy (1950)



Con guion de Dalton Trumbo y dirigida por Joseph H. Lewis, Gun Crazy es antesala a ese mito de las parejas criminales, amor por las armas y road movie, que reflejaba ese rompimiento con la sociedad conservadora estadounidense, los frutos de la II guerra mundial y cierto nihilismo, que tuvo cabida en el noir. Más que un sólido argumento, lo que vale la pena de esta película es su ambientación, principalmente el clímax, con cierto aire onírico, que recuerda a ciertas secuencias de Sunset de Murnau, y todo un hito al amor fou y fatum, con sombras, niebla y claroscuro. Aunque de las pelìculas fue la que menos me gustó, es indudable su valor para el cine moderno, para la  forma y estilo de la nouvelle vague - sólo vale la pena recordar la secuencia del robo fallido y ver Breathless de Godard-,  y hasta para el cine de suspenso, en esa secuencia inicial, donde la lluvia, y un niño obsesionado, logran concentrar todo ese dramatismo, gracias al trabajo de Rusell Harlan (Foto) y Harry Gerstad (Montaje). Un gran obra, pero con ciertos bajonazos en su ritmo coherencia.  



  
 

Laura (1944)




La opera prima del vienés -americano Otto Preminger, no sólo es un ícono del noir americano, por su estilo y forma, sino por su intrincado y obsesivo delirio sobre el amor, en el que el brutal asesinato de una joven y exitosa mujer: Laura, sacará a flote lo peor de una sociedad tan estilizada como banal en la que se movía dicha mujer. Preminger crea una obra sofisticada en su estilo pero salpicada de una morbosa obsesión, en la que rudos detectives, periodistas de renombre y pillos de poca monta, se verán envueltos; podemos asimilar en esta película de espacios cerrados, imágenes obsesivas y mucho simbolismo - de muerte y deseo, que para el caso pareciera se lo mismo-, que el egoismo como parte del amor es tan cruel y oscuro como los rincones por los que se mueven nuestros protagonistas, dos novatos del género que se harían icónicos: Gene Tirney y Dana Andrews, y un improbable pero certero antagonista, tan elegante, sobrio y contradictorio como el mismo género.

Cabe resaltar el simbolismo, uno que cabría dentro de la necrofilia - el amor por una muerta- y un narcisismo impregnado en cada uno de los personajes, principalmente Laura, nombre de la obra y objeto del deseo. Obra imprescidenible, que sí bien, en mi opinión, no ha  envejecido tan bien, su final, antagonista y elegante puesta en escena, la sigue haciendo una obra fundamental dentro del género.



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