Aunque las pantallas grandes y multiplataforma(s) le siguen apostando a los universos de DC y Marvel, principalmente a sus formulas narrativas, neo moralismos, y franquicias de digitalización cinemática, algunas funcionan mejor que otras, no tanto por calidad - y menos por autoría-, sino porque logran afianzar esos nuevos códigos estéticos y hasta narrativos que vienen de la nostalgia, y que definitivamente no escapan de ese difuso concepto de la posmodernidad, en la que autocitarse o mejor acudir a los autorreferentes parte estructural y pieza fundamental del audiovisual de los últimos 10 años, como lo pudimos observar en dos películas - recientes- del Universo Cinematográfico Marvel (MCU) la del Doctor Strange y Thor. Aunque en un principio este análisis o crítica, iba a estar destinado a la idea del multiverso, es decir el término para describir los posible universos, más allá del observable y para Marvel, un concepto editorial y ficcional, que se puede resumir en universos alternos, singularidades o ese famoso what if de la literatura y el tiempo; sin embargo, a la final - y por inmediatez- nos decidimos analizar las nuevas entregas de Marvel, en las que sí bien no se comparten ideas, tiempos o hasta género -aunque el Marvel pareciera ya ser uno-, pues hacen parte de dicho universo, facilitándonos la escritura de este texto.
Dr. Strange y el multiverso de la Locura
La nueva película de Sam Raimi, es también, la nueva película sobre el Doctor Strange, el cual no sólo se deberá enfrentar a la Bruja Escarlata -y su tristeza destructiva- sino al posible fin de todo, no sólo de este Universo sino de los múltiples - universos- que conocerá, gracias a una nueva aliada, que tiene la capacidad de abrir portales para trasladarse por tales "mundos".
En esta nueva entrega, con guion de Michael Waldron, se enfatiza en la "fase cuatro" de Marvel, donde empezamos a entender las razones y complejidad de Wanda Maximoff, y su perdida familiar (Wandavision), el destino de Stephen Strange, tras el matrimonio de Christine Palmer y nuevamente la hechicería, como una gran maldición para la humanidad. Todos estos elementos afloran, en una incesante búsqueda por detener ya no a la Maximoff sino a su parte más oscura, la Bruja Escarlata, la cual intenta revivir sus momentos más felices - cuando tenía a sus dos hijos-. Estos elementos narrativos y visuales, los va a utilizar el director estadounidense Sam Raimi, no sólo para darle cierto estilo a su obra sino para retroalimentarse de sus propias referencias cinematográficas e imprimirlas en esta película en la que todo vale. Raimi, pone en evidencia sus característicos movimientos de cámara (the shaky cam tecnique), con esa mezcla de comedia negra e inocencia, cortes rápidos, figuras grotescas en primer plano y gran angulares, exagerando la perspectiva y distorsión de los personajes.
El multiverso
Se pueden decir muchas cosas sobre el multiverso, pero en este caso, sólo es una excusa para la exageración y lo superlativo, evidentemente para que Raimi se autohomenajee en este mundo, donde la notas musicales se convierten en armas, el Dr. Strange puede ser, aún más egocéntrico, el Capitán America es una mujer inglesa y Bruce Campbell...es Bruce Campbell (el actor fetiche de Raimi). Aunque la estética y estilo visual de Raimi, funciona, ésta no logra solucionar, los evidentes problemas de guion: principalmente la razones de la Bruja Escarlata, los plots del multiverso y demás enfrentamientos que no logran afianzar o cerrar el ciclo narrativo
Thor: Love and Thunder
Si algo tiene la obra de Taika Waititi, es su humor superlativo, con ciertos tintes performativos, por los que ha tenido éxito y reconocimiento, el cineasta neozelandés, sin ser ajeno a la acción y aventuras del mundo marvelita, lo que imprime a su obra es un humor tan absurdo como colorido, propicio a ciertos cómics y al gusto del público, que es donde triunfa el neozelandés, que realmente, no parece tomarse muy en serio su papel, al burlarse de sí mismo, no sólo como cineasta sino como personaje de su propia obra. En este caso, presentando a un Thor, secuela de Ragnarok, en el que se ha recuperado de su diversos traumas, siendo ahora un superhéroe galáctico. Con un estilo mucho cercano al cine romántico y aventuras de los años 80, el neozelandés se apropia de tales estéticas y las traduce a este trabajo en el que veremos a una Thor mujer: en este caso la Dra. Jane Foster, a un asesino de dioses: Gorr y un planeta de dioses, asustados y escondidos.
Entre enfrentamientos, puestas en escena neo-asgardianas, voces off del narrador de cuentos y un planeta tan oscuro, que volvemos al pasado - es decir al blanco y negro- se desarrolla esta comedia con varios apuntes de acción y aventura, al más fiel estilo de Waititi, que en varios aspectos brilla, como en su guion, tan simple como efectivo, y su recopilación nostálgica de los años 80 e historias de amor, en un colorido mundo, entre el neón y la sinestesia.
El amor y el trueno de la paternidad
Concebida como una historia en la que la paternidad forma la estructura de la obra, y en cierta manera, el amor - sacrificio, libera a los personajes principales; Waititi, hace uso de imágenes con cierto tono religioso, heroísmos herculinos, los videojuegos Arcade y cierto aíre teatral, que funciona en su extensión humorística.
Cabe destacar en esta obra el papel de Christian Bale como Gorr, tan aterrador como patético en su búsqueda, el humor de Hemsworth y sus secuencias de pelea, y el absurdo, como sucede con las heroínas: Thompson y Portman.
Mi crítica
En este enfrentamiento - tan inocuo como poco posible-, gana el director neozelandés, no sólo porque su obra es más contundente narrativamente, sino porque su humor, y hasta su corrección política, es más divertida y menos forzada que en la obra de Raimi; la exageración, tan propia del cine de los años 80, le cae como "anillo al dedo" a este trabajo, y detrás de su banal historia, ésta está mejor construida que la de el Dr. Strange y su todo vale narrativo, que termina cayendo en absurdo y hasta en el ridículo. Más que recomendar alguna de las dos obras, por lo menos la de Waititi, cae tan bien como unas palomitas de maíz y un gran refresco, en medio de una sala que parece un pequeño parque de diversiones.
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