Bertolt Brecht
El tiempo en el cine es algo relativo y ajeno a la física, se puede alargar, duplicar y en algunos caso sentir, ya sea por la duración de la obra o por lo que intenta replicar, pero ese momento justo, el de la oportunidad, es algo que comparte con la mitología griega, ese Kairós, que no sólo se entiende como un un tiempo ajeno al de hoy - constante, inmediato y capitalista- sino ese instante de calidad, ese click ético y moral, que muchas veces le cambia la vida a la personas, que de cierta forma es lo que describe Nicolás Buenaventura con su última película, una fabula propia de esta época y que sí bien muy colombiana en su contexto, es absolutamente universal en su planteamiento.
Para el guionista, cineasta y cuentero caleño Nicolás Buenaventura - como aparece en su página- este es su segundo largometraje,-sin contar su experiencia con el colectivo Cinexperiencia y sus trabajo en Francia, donde reside-, en el que nos retrata no sólo a Amaranto, un afable y solitario hombre de 60 años, que hace tiempo perdió su trabajo como cajero en el banco, al que sigue asistiendo no sólo como rutina sino como forma de supervivencia, sino que a la vez es el retrato de la amoral y compleja realidad de un país, y por que no, de una época, nuestra época.
El guión de Buenaventura no sólo es la historia de un robo - a la final esto es una excusa- sino el reflejo de un pequeño espejo que es nuestra realidad, mediada por el humor, la inocencia, pequeños momentos poéticos disfrazados de fábula, con todo y moraleja y esa concepción del tiempo que además de trasladarse a la narrativa, está imbuida de cierto positivismo, personajes entrañables, más allá de su actuación y azarosas situaciones. Porque Kairós, es una película sobre los invisibles: Amaranto, y las personas que lo rodean, pero también, de cómo esa invisibilidad, se transformará en oportunidad, en ese momento único, tan forzado como necesario, cuando un camión de valores y la urgencia de entregar el dinero, ponga en las manos de Amaranto una gran suma de dinero; pero también, de cómo esas figuras solitarias, como fantasmas de la rutina, cuando se despegan de su moral y hábitos, benefician a los suyos, en cierto modo, y sin sonar trascendente, lo pasional triunfa sobre la lógica.
Técnicamente es una obra correcta; en términos fotográficos es un trabajo cálido, de pocos contrastes y evidentemente naturalista, algo plana pero no exenta de momentos lucidos tanto fotográfica como visualmente, en la que también se puede destacar el trabajo de montaje, bastante eficiente en su estructura como en su forma, en la que se insertan un par de phantom shots o de la cámara de seguridad, que a la final tendrán relevancia narrativa; es decir, es una película que hace énfasis en su puesta en escena, donde podemos destacar varias secuencias: los libros de dinero, las secuencias de ternura y amistad con la niña - hija de la amante - y prostituta- de Amaranto, las charlas con el gato, los viaje en bici, y tantas otras que no sólo revelan ese carácter afable del protagonista, sino ese contraste, propio de ciudades como Cali, tan autóctonas como modernas.
Lo que logra el cineasta caleño radicado en Francia, es una obra empática, con personajes entrañables y bien desarrollados, empezando por su protagonista, un actor natural que sin hacerlo del todo bien, logra capturar fácilmente a la audiencia, bien definido en su forma y no ajeno a tantos otros Amarantos de la sociedad colombiana; es decir, Buenaventura logra recoger caracteres muy bien definidos, que pueden pecar de planos y en exceso positivos, pero que no le restan a la obra.
El botín es la dignidad
Los robos y atracos en el cine como género siempre van a despertar curiosidad por su mezcla de elementos, en primera medida narrativos, porque el armazón de estas obras está mediada tanto por el guion como por la planificación del atraco, e igualmente, por su implicación moral y mitificación, o del héroe u hombre del común, que comete dicho acto, considerado ilegal, en eso Hollywood y el cine de género, siempre se llevarán la delantera, no sólo como entretenimiento sino como construcción narrativa, en el caso de Kairós, el robo, es simple y sencillamente una excusa, justificable y relativamente bien desarrollada, peor principalmente validada, por esa idea de la invisibilidad del protagonista; porque más que robar dinero, lo que logra Amaranto, es dignificar su nombre y a los suyos, sin consecuencia y sin fallos morales. Eso sí, la película no es perfecta, y los personajes CSI: Banco Caleño, están demás o por lo menos, rompen con la naturaleza de la obra, pero en cierto modo, Buenaventura se cubre con ese manto de la inocencia, que muchas veces los cuenteros tapan con grandes performances y palabras bonitas, que este largometraje de 77 minutos, lo hace con imágenes y música del pacífico.
Conclusiones
Siempre termina cayendo bien una película como Kairós, sin grandes parafernalias intelectuales, extrañamientos, cine del fragmento o artilugios visuales; simple y sencillamente, una obra digna, bien contada, y que hace de sus imperfecciones, sus grandes logros, porque lo que buscaba, como gran parte de la sala en la Cinemateca de Bogotá, era un respiro, no de aire fresco sino de momento de calidad, es decir, de otro Kairós, el del entretenimiento.
Zoom in: Aunque rodada en Cali y con personal colombiano, gran parte de la financiación fue francesa.
Montaje Paralelo: Robos
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