“Nuestro destino nunca es un lugar,
sino una nueva forma de ver las cosas”.
Henry Miller
Gracias a Cinevistablog, tuvimos la oportunidad de ver la nueva película del director colombiano Ciro Guerra, obra elogiada en los festivales que ha sido mostrada, y una consecuente evolución en el trabajo de este director nacido en el Cesar. El abrazo de la serpiente, es la tercera película que vemos de este director de cine de la Universidad Nacional, y la segunda que reseñamos en este blog. Guerra, que ha sido invitado a más de 60 festivales, que con esta obra, se han consolidado como uno de los representantes del cine colombiano - y en cierta forma del Latinoamericano- por su cine pausado o reflexivo, que tiene al acto de viajar como parte fundamental de su narrativa, y mostrar la realidad del país con otro enfoque u otra mirada, apropiándose de la misma estructura de la obra; en este caso Guerra, crea un trabajo épico, grandilocuente, con una visión mucho más cercana a la cosmogonía indígena.
Guerra, que ha adoptado los road movie, a su personal estilo, a la poética de sus historias, es un cineasta que ha influenciado a otros realizadores colombianos, ha colaborado con la fotografía de otras películas, producido y escrito guiones, demostrando no sólo su alto talento sino una "pequeña" maquinaria creativa, que algunos llaman "cine de festival", pero que finalmente se estructura un lenguaje cinematográfico propio, o por lo menos una estética que se adapta a las mismas posibilidades del país, y eso más que una avance, es una estructuración en torno a contar historias y mostrar el país con otra óptica, en este caso, una en blanco y negro, cercana a los registros fotográficos de esos etnógrafos y demás estudiosos que "atraparon" la imagen de estas poblaciones.
Escrita por Guerra junto a Jacques Toulemonde - quien ya había colaborado con Guerra como asistente de dirección en Los viajes del viento-, quienes adaptan libremente los diarios de Theodor Koch y de Richard Evans, su contacto con las tribus indígenas del Amazonas, estudios, sentimientos y amistad, son la base con la que éstos, crean una película de tintes épicos, vista desde la óptica del indígena, del chamán, de un viaje espiritual que apela al aprendizaje para evitar nuestro fin, como dice uno de los personajes.
La película centrada en la figura de Karamakate (Nilbio Torres -Karamakate joven, el movedor de mundos-, y Antonio Bolivar - el viejo chamán que ha olvidado sus enseñanzas), un chamán -único sobreviviente de su pueblo- que guiará a dos científicos, en busca de una sagrada y milagrosa planta, que ante todo, es una figura de lo que este hombre desea enseñar a estos sistemáticos y materialistas personajes, que tienen en la ciencia, en sus fotografías, dibujos y anotaciones un registro de un mundo, que está más allá de lo obvio y de la ciencia, un mundo donde los sueños, lo espiritual cobra vida en muchos sentidos; el abrazo de la serpiente, es el abrazo de una contemplación.
Las figuras o adaptaciones de Koch y de Evans, son el recuerdo de un cambio, la aceptación de una sabiduría, de un viaje trascendental no sólo a través el río, sino de la mente de estos hombres, que ven en la Yakruna - la planta sagrada- tres visiones del mundo, que va desapareciendo en el corazón de la selva; igualmente los guionistas se toman el tiempo para hablar de la "Matanza" - o fiebre- del caucho, agregando elementos del cine de aventura, de la forma más inteligente para poder narrar sobre las brutalidades que se cometieron con los aborígenes, no sólo buscando tesoros, tratando de convertirlos a una fe que les era innecesaria, o una sociedad - civilización- que era absolutamente brutal y ajena a sus costumbres. Un guión, que a pesar de tener tantos elementos o temáticas, logra acomodarlos de forma coherente a esa estructura narrativa, con unos más que inteligentes y bellas elipsis, a través de los reflejos del río, y de otros recursos narrativos - y audiovisuales- que demuestran la capacidad del director colombiano.
El realizador, cinematógrafo y camarógrafo bogotano David Gallego, -que ya había tenido cierta experiencia con el Amazonas, en trabajos para la televisión y documentales- es el encargado de crear la dirección de fotografía de esta obra, que se aproxima al lenguaje documental, al cine científico de los años 20 y obviamente a los registros que hicieron etnógrafos, botánicos y demás, emulando cierta estética tomada de los daguerrotipos y de esas primeras filmaciones de quienes estudiaron a estas comunidades. El trabajo de Gallego, hecho en 35 mm - en un principio pensé que estaba grabada en digital- no solo es de gran calidad por su manejo del blanco y negro, sino por los múltiples recursos a los que recurre, para acercarse a una fotografía naturalista, repleta de reflejos, planos abiertos y ese lirismo que se desprende de la selva, de su cruel belleza y espectral entorno.
Igualmente debemos destacar la banda sonora, no sólo la música de Nascuy Linares, quien logra acercarnos a la época que se está viviendo, a las sensaciones y ese tono épico de la historia, e igualmente debemos destacar esos sonidos de la selva, de los mismos diálogos, sonidos que además de crear un gran ambiente, también tiene un logrado matiz técnico, donde también destaca el montaje de Etienne Bousac, que logra empatar perfectamente no sólo estas historias paralelas sino contribuir con unas elipsis y manejos del tiempo, que no sólo juegan a favor de la narrativa sino de la misma esencia de ésta. Y obviamente, no podemos dejar de lado el diseño de producción/ dirección de arte por parte de Angélica Pérea y Ramses Benjumea.
La película centrada en la figura de Karamakate (Nilbio Torres -Karamakate joven, el movedor de mundos-, y Antonio Bolivar - el viejo chamán que ha olvidado sus enseñanzas), un chamán -único sobreviviente de su pueblo- que guiará a dos científicos, en busca de una sagrada y milagrosa planta, que ante todo, es una figura de lo que este hombre desea enseñar a estos sistemáticos y materialistas personajes, que tienen en la ciencia, en sus fotografías, dibujos y anotaciones un registro de un mundo, que está más allá de lo obvio y de la ciencia, un mundo donde los sueños, lo espiritual cobra vida en muchos sentidos; el abrazo de la serpiente, es el abrazo de una contemplación.
Las figuras o adaptaciones de Koch y de Evans, son el recuerdo de un cambio, la aceptación de una sabiduría, de un viaje trascendental no sólo a través el río, sino de la mente de estos hombres, que ven en la Yakruna - la planta sagrada- tres visiones del mundo, que va desapareciendo en el corazón de la selva; igualmente los guionistas se toman el tiempo para hablar de la "Matanza" - o fiebre- del caucho, agregando elementos del cine de aventura, de la forma más inteligente para poder narrar sobre las brutalidades que se cometieron con los aborígenes, no sólo buscando tesoros, tratando de convertirlos a una fe que les era innecesaria, o una sociedad - civilización- que era absolutamente brutal y ajena a sus costumbres. Un guión, que a pesar de tener tantos elementos o temáticas, logra acomodarlos de forma coherente a esa estructura narrativa, con unos más que inteligentes y bellas elipsis, a través de los reflejos del río, y de otros recursos narrativos - y audiovisuales- que demuestran la capacidad del director colombiano.
El realizador, cinematógrafo y camarógrafo bogotano David Gallego, -que ya había tenido cierta experiencia con el Amazonas, en trabajos para la televisión y documentales- es el encargado de crear la dirección de fotografía de esta obra, que se aproxima al lenguaje documental, al cine científico de los años 20 y obviamente a los registros que hicieron etnógrafos, botánicos y demás, emulando cierta estética tomada de los daguerrotipos y de esas primeras filmaciones de quienes estudiaron a estas comunidades. El trabajo de Gallego, hecho en 35 mm - en un principio pensé que estaba grabada en digital- no solo es de gran calidad por su manejo del blanco y negro, sino por los múltiples recursos a los que recurre, para acercarse a una fotografía naturalista, repleta de reflejos, planos abiertos y ese lirismo que se desprende de la selva, de su cruel belleza y espectral entorno.
Igualmente debemos destacar la banda sonora, no sólo la música de Nascuy Linares, quien logra acercarnos a la época que se está viviendo, a las sensaciones y ese tono épico de la historia, e igualmente debemos destacar esos sonidos de la selva, de los mismos diálogos, sonidos que además de crear un gran ambiente, también tiene un logrado matiz técnico, donde también destaca el montaje de Etienne Bousac, que logra empatar perfectamente no sólo estas historias paralelas sino contribuir con unas elipsis y manejos del tiempo, que no sólo juegan a favor de la narrativa sino de la misma esencia de ésta. Y obviamente, no podemos dejar de lado el diseño de producción/ dirección de arte por parte de Angélica Pérea y Ramses Benjumea.
El trabajo del actor belga Jan Bijovet, es tan destacable como la del estadounidense Brionne Davis, que además de generar la multiculturalidad propia del filme, también se apropian de sus caracteres, de la sabiduría y el caos de la selva, de afrontar las dificultades del idioma, del espacio físico; de sus mismo papeles colonizadores - antagonistas-, pero a la vez imbuidos de la humanidad y pequeñez que impone la selva. Sin embargo, quienes en definitiva se llevan los halagos son Antonio Bolivar, Nilbio Torres y Yauenku Migue, que aunque no son actores profesionales, y desconocían ciertas cuestiones técnicas, no sólo llegan a demostrar sus grandes capacidades sino una sólida representación de esa naturaleza y sabiduría, propia de sus pueblos, de su tradición oral y ancestralidad.
Queda claro, porque esta película era una de las más esperadas por los cinéfilos colombianos, no sólo por lo que había demostrado Ciro Guerra, con sus anteriores trabajos sino por ese referente de la selva, la Amazonía y su carácter épico, alejado de otros parámetros del cine colombiano. Guerra, crea un trabajo sólido tanto en su narrativa, como en su parte técnica, que sabe homenajear de forma inteligente al Fitzcaraldo de Herzog, o a la misma The Fountain de Aronofsky, pero bajo el lenguaje común de este director, que ha encontrado o mejor sigue buscando en el viaje su estructura fílmica y su gran recurso para contra historias, historias que nos cuenta sobre el país, sobre nuestras "realidades" y sobre esa poética de lo olvidado, de los recuerdos, de lo indígena, que aflora de la mejor manera a través del personaje de Karamakate, sus concisas respuestas, y su camino de enseñanza, que como en cualquier libro de Carlos Castaneda, éste - tanto el director como el escritor- dejan al espectador con su propia conciencia de creer, ver y entender la disposición de tales enseñanzas, de estas representaciones.
Creo, sin temor a equivocarme, que El abrazo de la serpiente es una de las mejores películas del cine colombiano actual, la más sólida de Guerra, y un trabajo que además de sus reconocimientos en Cannes y festivales latinoamericanos, tiene en su propia esencia, una de las lecturas más validadas del cine de nuestro país, y del mismo cine como lenguaje de reflexión y cambio.
Una de las películas más recomendadas este año - visión absolutamente subjetiva-, trabajo épico, grande del director nacido en Cesar, que no sólo tiene una consecuente evolución, sino que es propositivo con su mismo material cinematográfico, con la formalidad de ésta, y ante todo un director que sabe internarse en lo profundo de la selva y de la psique humana, como lo estructuró con El abrazo de la serpiente.
Zoom in: Alabadas en los festivales y muestras en las que ha participado, diez minutos de aplausos en Cannes, después de su presentación, y considerada como una de las 10 mejores de tal festival.
Como aclara Guerra en una estrevista, es la primera película que se graba en varios años en él, sobre y dentro del Amazonas.
Montaje Paralelo: Los viajes del viento (2009) - Amazonía - Road Movie
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