17 mar 2015

Leviathan: El monstruo de la corrupción


                               "Muchas son las leyes en un estado corrompido."
                                                                                                       Tácito 

El actor y director ruso Andrey Zvyagnitsev, nos entrega su cuarta producción, la cual ha levantado las más diversas polémicas en su país de origen, y premios en el resto del mundo; este cineasta de pausadas tomas y trágicas historias, se ha venido convirtiendo desde su debut con El Regreso (para mí su mejor película), no sólo en uno de los representantes de la cinematografía rusa sino en un heredero fílmico de su compatriota A. Tarkovsky, con el que guarda ciertas representaciones estéticas; sin embargo, este director nacido en Siberia, graduado como actor y en artes dramáticas, ha forjado su propio estilo, y más que todo ha trasladado la tragedia griega a la gélidas tierras ex-comunistas. 

Los difíciles inicios en el mundo audiovisual de Zvyagnitsev, se reflejan en su obra, los débiles, los pobres son absorbidos, lastimados por los más fuertes, ya sean personas, sentimientos o por el poder, que de cierta forma resume lo que pasa en Leviathan, su trabajo más político y directo, frente a las complejidades, dicotomías de la corrupción en Rusia.



Inspirándose en la historia del estadounidense Marvin Heemayer, tragedia sobre el abuso de poder y justicia por propia mano, Oleg Negin y el propio Zvyagnitsev, escribieron un guión que toma este hecho, adaptándolo a las gélidas tierras del norte de Rusia, con el plus de la opresión del poder, la corrupción que parece estar presente en la vida diaria de ese país y ciertos paralelismos bíblicos de la vida de Job con el protagonista de esta película, un hombre que no quiere perder su casa y lugar de trabajo, que ha heredado de sus generaciones más antiguas.

Este retrato desalentador, inicia con dos hombres viajando en una camioneta por una alejada carretera, en este transito vemos de forma somera, cómo se vive la corrupción en Rusia; los dos hombres son Kolya (Aleksey Serebryakov) y Dmitriy (Vladimir Vdovichenkov), el primero, dueño de un pequeño taller dispuesto en su propiedad, un terreno cerca a la costa del mar de Barents, el otro hombre, un amigo de la juventud y abogado de la gran ciudad, el cual le está ayudando en el litigio para no perder este terreno con un político corrupto - el alcalde del pueblo- que quiere a toda costa este espacio. La película se desarrollará entre los conflictos mismos de la familia de Kolya, quien está casado con una joven mujer, convive con un complicado y rebelde hijo de su anterior matrimonio; además de la traición de su mejor amigo, pero ante todo, es el monstruo de la corrupción, lo que parece devorarse todo lo que está entorno a Kolya y pudrirse, como el esqueleto gigante de esa ballena, que parece ser, la representación de cómo se desmorona la vida (y ética) de este hombre.

Con una pausada narrativa, planos contemplativos y simbólicas representaciones de la traición, corrupción y de la degradación de una sociedad que parece no reconocer estas difíciles situaciones - por tal razón la película ha levantado tanta polémica en Rusia-, el director ruso, nos embriaga con la sed de poder de un alcalde, -que perfectamente podría representar a un político de cualquier país latinoamericano- que pasa de la vías "legales" a las más absurdas y bajas acciones para conseguir liberar su espíritu; porque este director hace una critica sin apasionamientos a esta sociedad, regida por una fuerte política, religión y recuerdos de algo mejor.


Mikhail Krichman, su director de fotografía habitual - ha trabajo en las cuatro películas- no sólo logra generar ese ambiente desolador sino que a través de esos elocuentes planos generales, amplifica las sensaciones mismas de la tragedia; igualmente es un operador, que trabaja con lo más básico de la luz, diseñando una naturalista y a la vez dramática fotografía; además de reflejar los estados emocionales de sus protagonistas; obviamente destaca, el impresionante plano del "leviatan" y las panorámicas del puerto.

Nuevamente, los impresionantes sonidos de Phillip Glass, atrapan toda la desesperación y decadencia de un hombre; la embestida de un Leviatán que tiene la forma de religión, de político, de poder y traición, que Glass sabe interpretar musicalmente; otros de los grandes aciertos del director ruso junto a su sobria edición, planos secuencias y el fuera de campo, elementos dramáticos, que sacan lo mejor de esta obra.

Zvyagnitsev, retoma elementos de su anterior trabajo Elena, y los pone en la escena de Leviathan, no sólo la música del inglés Glass o la fotografía de su compatriota, sino el descontrol de los jóvenes rusos, el alcoholismo, lo épico, la tragedía, lo clásico en medio de la urbe y contemporaneidad de una Rusia tan fría y distante como ciertos sentimientos de los personajes; otro elemento fundamental, es la actuación de grandes interpretes como Serebryakov -uno de los más populares en su país-, Elena Dyalova, que ya había participado en su anterior trabajo, y Roman Sergeevitsch Madyanov, quien interpreta al pérfido, cruel y ambicioso alcalde, interpretaciones, que se acoplan a la naturaleza del mismo estilo de este director.


Aunque no es la película que más me haya gustado del director ruso, igualmente tiene esos grandes elementos, que han hecho de su cine uno de los más importantes, soportado por premios y aval de la crítica; sus tragedias cotidianas y a la vez grandilocuentes, muchas veces se reducen a personajes arquetípicos, a escenarios casi que épicos - el esqueleto de la ballena-, y a razonamientos, cortados por la pasión, la ambición o los sentimientos, y en ésto el ruso se mueve con toda la maestría que ha conformado en su corta carrera. Tal vez, es la película que menos me ha gustado - sin decir que no sea buena- por su profundo carácter político, y tal vez, porque me recuerda demasiado a las realidades de esta América latina, plagadas de corrupción, papeleos, ambiciones y burocracias, que parecen salidas de un verdadero guión de cine. Igualmente, vale la pena destacar el humor de la obra - algo no muy habitual en el trabajo de este director-, que realmente tiene partes muy bien logradas, sus apartado técnicos, y esa triada artística que parece funcionar bastante bien, como lo es Glass/Zvyagnitsev/ Krichman.

Una de las obras fundamentales de este director que, por los premios, críticas y polémica, poco a poco, se va transformando en todo un clásico contemporáneo. Muy recomendable. 

Zoom in:  Ganadora en Cannes a mejor guión, y mejor película extranjera en diversos festivales, así mismo por su fotografía y actor principal. Nominada a mejor película extranjera en los Oscar.
A pesar de las críticas o mejor de las polémicas, la película estuvo financiada por el Ministerio de cultura ruso, y otras entidades.

Montaje Paralelo:  Corrupción


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