10 ene 2013

La Belle et la Bête: Oda a la Belleza


   "De esta manera tu soledad no será tan penosa" 
                                        
Un poeta que hacía cine, así se consideraba al francés Jean Cocteau, artista de una marcada sensibilidad que influyó notablemente en los círculos culturales de Francia, hombre que incursionó en la literatura, poesía, teatro, ballet y en el cine, siendo éste su lienzo en donde imprimía sus singularidades, amores y reflexiones estéticas. 

Aunque la filmografía de Cocteau, es relativamente corta, muchas de sus películas han sido consideradas verdaderas obras maestras no sólo de la cinematografía gala sino del mundo en general; sus virtudes estéticas y lirismo visual se impregnaron de las vanguardias y de la modernidad que marcó el inicio y transición del siglo 20, los conflictos y amaneceres de una época.

Director que se "alimentó" de los profundos cambios de un siglo en constante ebullición cultural, social y política, pero que en definitiva tomó de sus propias experiencias, gustos y dificultades, un estilo que se reconocía en las propias características del multifacético francés (la tipografía, el romanticismo, los personajes, la ambientción , etc).


La Bella y la Bestia es una de las obras cumbres del director y poeta, quien toma el cuento de Leprince de Beaumont, y lo adapta a las cualidades estéticas del francés, quien se sirve de Christian Bérard, pintor y diseñador, que interpreta la visión de Cocteau en los decorados, escenografías y ambientación de la película, de Hagop Arakelian, quien transforma a Jean Marais en la bestia, un maquillaje que logra mostrar la dualidad del monstruo resaltada por la fotografía de Henri Alekan, considerado poeta de la luz, y el que  complementa el aire surreal y fantástico del filme. Sin dejar de lado, que el largometraje y Cocteau se influenciaron por el mundo plástico de Gustav Doré y del romanticismo.



Primera versión cinematográfica, de este cuento de hadas donde el "amor prima sobre lo material",  cuento conocido por diversas generaciones, que empieza con un "Erase una vez......Un padre amoroso pero mercader en ruinas, dos hijas malas, superficiales y ambiciosas y una abnegada pero hermosa joven, tan bella que recibe el nombre de su propia apariencia. Bella no sólo es hermosa, es inteligente y de buen corazón, y esta será la razón para que la joven interceda en el destino de su padre, quien por llevarle una rosa a su adorada hija, será condenado por la Bestia, el amo del castillo, a un fatal camino.

Bella (Josette Day) conocerá, se asustará, y conmoverá con la figura de la Bestia (Jean Marais), un personaje en constante dualidad y lucha contra su propia naturaleza. Las actuaciones son más que correctas, sin embargo es el papel de la Bestia, interpretado por Marais, el actor fetiche y amante de Cocteau, es quien en definitiva asume las características propias del mundo mágico del filme y del mundo estético de Cocteau.

No se puede dejar de lado, la belleza de la actriz Josette Day, que es en cierta forma, otro de los personajes que se transforma, quien pasa de la ingenuidad y protección paternal al amor y esplendor que recibe de la Bestia, un cambio que se vislumbra en el vestuario (otro de los aciertos y elemento estético destacable), digno de un montaje teatral y de una dramaturgia tan elevada, como la propia esencia del filme.




Pero no sólo visualmente se destaca esta película, la música de Georges Auric, amigo cercano y colaborador habitual de Cocteau y del cine francés, el sonido y la voz de Marais, son en conjunto, elementos que reiteran el ambiente mágico y ensoñador de este cuento de hadas fílmico.

Si bien es cierto, que desde lo visual y sonoro, es una verdadera obra maestra, y el goce estético es más que suficiente para considerar a esta película, como una de las más importantes obras de la cinematografía mundial; también es criticable, no tanto su ingenuidad y romanticismo desbordado, que desde los créditos nos advierte, "que nos debemos adentrar a este filme con una mirada ingenua e infantil" sino la manipulación estética que supera por encima de todo, un guión que no ahonda en los personajes  y situaciones que darán pie, al ya conocido final; que finalmente Cocteau varia y lo convierte en la oda absoluta a la belleza y por que no decirlo, a la superficialidad, propia del universo "Cocteauniano".

Para resumir, y dejar en claro mi visión sobre esta película: perfecta y genial visualmente, obra maestra y posiblemente la película más lograda del francés, pero con las imperfecciones mismas del autor, y sus ideales, amores y concepciones.



Zoom in: Rodada en 1946, una vez finalizada la 2ª Guerra mundial y restablecido el orden en la industria cinematográfica francesa
El maquillaje de Marais duró cinco horas, una dificultad añadida a un rodaje de por sí complicado


2 comentarios:

  1. Un filme que no he visto pero se que disfrutaré, son estas joyas un poco desconocidas que hacen lo que es el cine, un lugar profundo y bello. Cocteau es sin duda un autor muy atrayente. Un abrazo.

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  2. Es cierto es una gran película, disfrutable y realmente perfecta visualmente.....sin negar sus imperfecciones, que finalmente hacen parte de la misma genialidad de Cocteau

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