El mes de agosto será un acercamiento a las diversidades culturales ecuatorianas, a través de la fotografía, literatura y en este caso del cine, él cual ha venido en constante producción, con películas de gran factura, y algunos directores ya reconocidos en el ámbito internacional, con algunas figuras de renombre y premios en su haber.
Rabia, es la penúltima película del reconocido director ecuatoriano: Sebastian Cordero, uno de los más importantes realizadores no sólo del país vecino sino de la cinematografía latinoamericana actual; aventajado alumno de Guillermo del Toro, quien en sus últimos largometrajes ha colaborado como productor.
Sebastian Cordero |
Aunque rodada en España, los personajes principales son latinos, y en cierta medida se refleja la condición misma de éstos, no sólo en sus problemáticas o anhelos sino en la percepción que tienen los extranjeros sobre nosotros, los latinos, los "sudaca". Sin embargo, por encima de todo esto, Rabia, es un filme de amor, de un amor obsesivo, puro y cruel a la vez; pasional y misterioso que se refleja en los personajes de Rosa (Martina García) y José María (Gustavo Sánchez Parra), una empleada de servicio colombiana y un albañil ecuatoriano, tan enamorados como desconocidos. Pero el argumento, se alimenta de varios géneros cinematográficos, y esa es la gran virtud del director ecuatoriano- quien también escribe el guión-, el mezclar géneros, y darle un aire misterioso a una historia de amor y celos; de convertir una casa en un personaje tan importante como la pareja de inmigrantes; por que la casa finalmente se convertirá, en una especie de "pueblo pequeño, infierno grande".
Con un guión sólido, -sin dejar de lado lo poco probable de la situación- adaptado de la novela de Sergio Bizzio, y notables actuaciones, este largometraje logra manejar las capacidades que Sebastian Cordero imprime a su cine, personajes que limitan entre lo blanco y lo negro, ambiguos, complejos, en definitiva, personajes que rozan los límites morales, para explicar un determinado punto de vista o situación social.
Las acertadas actuaciones de la bella Martina Garcia y de Gustavo Sánchez Parra, se acomodan al aíre de misterio en el que se termina tornando el largometraje, y esto gracias a la inmensa casa, donde trabaja la colombiana, y donde se instalará Sánchez Parra, convirtiéndose en ángel guardián, verdugo y testigo de la inmigración. Otro punto fuerte de la cinta, es la capacidad del ecuatoriano de generar la atmósfera de misterio, encierro y desazón que no sólo es física sino que se oculta en lo más profundo de todos los personajes, desazón tan grande como esta mansión en medio de una España donde los inmigrantes aún guardan esperanzas.
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