19 feb 2017

Away with words: La primera de Doyle


                                          "Mi memoria es magnífica para olvidar."
                                                                   Robert Louis Stevenson 
                 
Aunque ya conocía o sabía que Christopher Doyle, había dirigido un par de largometrajes, hasta el momento no había visto ninguna de sus obras, a excepción de su trabajo como director de fotografía, principalmente para Wong Kar Wai y otros directores orientales, cultura que no sólo asimiló sino influyó en su forma de utilizar el color; Doyle, australiano de nacimiento, no sólo es reconocido por sus heterodoxas técnicas sino por la sensibilidad con la que utiliza la cámara, barridos y fuentes lumínicas para crear el ambiente fotográfico. Entre mito y leyenda, este incansable viajero, ex-marinero, ganador de múltiples premios, nacionalizado hongkonés y radical trabajador, es posiblemente uno de los operadores más reconocidos, influyentes e importantes de estas décadas.

Con casi dos o hasta tres películas por año, en diferentes latitudes y variados conceptos, además de una vertiginosa vida que parece traducirse también en su estilo, demuestran que la libertad y cierto grado de locura, es la mejor carta de presentación de este cineasta, guionista, fotógrafo e independiente realizador.


Escrita y dirigida por Doyle con ayuda de Tony Rayns, este libre ejercicio de saturada fotografía, dinámica movilidad de cámara que nos acerca a tres historias contadas en pasado, presente, en tres idiomas diferentes y enmarcadas en este relato con tintes de improvisación y cierta autobiografía del propio director.

La película se centra en Asano (Tadanobu Asano), un "memorioso" y silencioso personaje que se a acomodado en un bar gay de Hong Kong, haciendo amistad con Kevin (Kevin Sherlock) y Mavis (Mavis Hu), todo mezclado con los recuerdos de Asano, las borracheras y delirios de Kevin y lo que sucede en este bar. Si bien se vale del humor (negro), y los recuerdos, en definitiva Doyle opta por una narrativa más cercana a lo experimental o demasiado libre en sus interpretaciones.


Obviamente el señor Doyle se encarga de la fotografía, y en este punto, no hay dudas de su maestría, el manejo del color, los saturados manejos de la fotografía interior, el trabajo de cámara, las composiciones en exteriores, son realmente los puntos más fuertes, es como ver  Happy Together (Kar Wai) pero llevada a los extremos. Cabe resaltar esa sensación de aislamiento que Doyle logra a partir de la cámara, del posicionamiento de los personajes, de las fuentes lumínicas, que a la final, traduce la propuesta de esta obra.

Con muchos sonidos electrónicos tanto de fondo (en el bar) como de manera incidental por parte de  Fumio Itabashi, que con sus sonidos de piano contrasta con todo el ambiente de la obra, son pocos diálogos, y la mayoría tan confusos, que la música termina siendo el mejor acompañante.

El trabajo tipográfico para separar las escenas, capítulos o demás, no sólo funciona como elemento técnico sino como experiencia, se hace unas preguntas entre filosóficas y literarias, todo con un carácter experimentarla y manual que recuerda a las vanguardias de los años 60.


Aunque debo reconocer que visualmente es impresionante, en su narrativa sí se queda corta, y que aún como experimental no logra salir adelante en lo que se propone, sin embargo, es de esas obras que vale la pena ver, tanto por la dirección y fotografía de Doyle, como por la naturaleza de la misma, que va a medio camino entre la narrativa del cine oriental y la improvisación de lo experimental.

Zoom in: Presentada en Cannes

Montaje Paralelo: Happy Together (1997)



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