25 ene 2015

Ida: La verdad como destino


                                          "Ni siquiera Dios puede cambiar el pasado."
                                                                                                       Agatón


Dentro de la selección de "Lo mejor de 2014" de la Cinemateca Distrital, pudimos observar la última producción de Pawel Pawlikowski, considerada como una de las mejores películas europeas, que ha recibido diversos premios, el aval de la crítica y medios especializados, y ante todo, considerada toda una obra de lujo, por su sobria y estilizada fotografía en blanco y negro.

Pawlikowski, es un cineasta polaco radicado en Londres, donde ha realizado gran parte de su trabajo, marcado principalmente por el documental -en sus inicios-, y a partir de finales de los 90, por historias dramáticas con tintes realistas, nostálgicas, donde el amor es también protagonista; aunque formado como literato y filósofo, este realizador nacido en Varsovia, ha hecho de su obra, una galería de imágenes de gran belleza, pausadas narrativas y un concienzudo estudio ligado a la realidad como género cinematográfico- parte de sus estudios de posgrado-. Además de ser asociado con cineastas como Polanski o Wajda, en Ida, su última producción se le remite a la obra de Dreyer o Bresson, por su inmaculada puesta en escena, fotografía y uso de la simplificación como elemento narrativo; sin dejar de lado, que es la primera vez que dirige en su país de origen, ciudad natal, lengua materna -aunque el director sea políglota- y su obra cumbre, de una filmografía más bien pequeña pero llena de premios y festivales. 


Con guión del mismo Pawlikowski junto a la dramaturga británica Rebecca Lenkiewicz; los cuales toman el contexto social y político de los años 60 de la República Popular de Polonia, con el antisemitismo que se vivió durante la II guerra mundial -y parte de posguerra-; uniendo todo ésto con la relación de una joven novicia y su tía comunista, alcohólica y sofisticada; aferradas no sólo por sus vínculos familiares sino por un oscuro pasado. Este guión escrito como un road movie, con aires políticos -aunque no intencionales- es un amargo regreso, tanto de la protagonista como de la propia historia.

Anna (Agata Trzebuchowska), una joven novicia que está en proceso de hacerse monja, visitará a su única familiar, su tía Wanda (Agata Kulesza), una ex-fiscal ligada al régimen Stalinista; alcohólica, promiscua y con cierto aíre nostálgico; ésta le informará de forma desapasionada a Anna, que ella realmente es Ida Lebenstein, y que sus padres, como tantos otros judíos, fueron asesinados en Polonia, durante la Segunda Guerra Mundial; este suceso hará que las dos mujeres inicien un viaje no sólo al antiguo pueblo donde vivieron, sino en la búsqueda de su identidad, de la verdad, los restos de sus familiares y fortaleciendo la relación de Ida con su tía; marcadas por distintos destinos, cada una encontrará su vía de escape.

Concebida como una paradoja, esta película, no sólo nos acerca a las complejidades de una época sino del cómo estas mujeres van a afrontar tales sucesos, descubrimientos y destino; convirtiendo estas ideas en reflexiones que más allá de la crítica (política), se albergan en un orden estético, como lo viene a ser la meticulosa fotografía en blanco y negro, la música (adaptada) de John Coltrane y los delicados movimientos de cámara, que Pawlikowski va a utilizar para resaltar una especie de materialismo implícito en el mundo espiritual de la novicia e idealismo de una "época".


Aunque el crédito fotográfico de esta película debe ser compartido entre los polacos Lukasz Zal y Ryszard Lenczewski, ambos graduados de la  National Film School de Łódź; además de un esfuerzo en conjunto, es una mezcla de estéticas nuevas y antiguas, filmada en digital y "pasada" a blanco y negro en posprodución; este largometraje que resalta tanto los tonos como el contraste, lo hace con la misma historia de nostalgia y pesadumbre; todo ésto, a partir de un estudio previo - que hizo Lenczewski, al tomar 3000 fotografía de diversas locaciones, composiciones y direccionamiento- donde cada plano fue concebido para marcar tales sentimientos y que el espectador sintiera esas mismas disposiciones estéticas. Lenczewski, veterano director de fotografía, es el cerebro detrás de esta puesta en escena lumínica y Lukasz Zal, quien las ejecutó, ya que el primero se enfermó durante el rodaje, y para el joven Zal, operador de cámara, esta fue su gran oportunidad. 

Este tratado fotográfico, donde la composición está más que estudiada, cada línea, ya sea vertical, horizontal u otra, marcan el estado de cada personaje y la situación que se está viviendo; la gradación de grises y uso de formato 4:3 (1,37:1) no sólo es impecable en su estructura sino en lo que genera durante el metraje, igualmente, aunque el trabajo de cámara es estático, los focos selectivos, algunos pequeños desplazamientos, son más que fundamentales en el desarrollo de la historia, marcados como alegoría de un vivencia histórica y estilo cinematográfico.

La música de Kristian Eidnes Andersen, se hace esencial en este trabajo que pasa de lo sacro al jazz -que surgía en Polonia en esa década-; a una música clásica que parece traducir todos los componentes nostálgicos que vemos en las imágenes. Usada de forma diegética en gran parte del metraje - a excepción de la secuencia final-, las composiciones avalan la idea inicial de este trabajo por la sobriedad, lo puntual y la simplificación. Es notable la interpretación del grupo de jazz -que además tiene un referente narrativo-, adaptando canciones de John Coltrane; además de las canciones sacras (A capella) en el convento, al inicio del largometraje, donde nos contextualizan la vida y el entorno de la joven protagonista.



Igualmente, son loables las actuaciones de Agata Trzebuchowska y de Agata Kulesza, protagonistas de este trabajo, quienes no sólo se llevan todo el peso dramático, sino que muestran a través de pequeñas expresiones toda una carga emotiva y humanismo, que se va a desarrollar después de conocer ese pasado que las une. Sin embargo, siendo lo más objetivos posibles, debemos reconocer que el papel de Kulesza logra opacar a la tímida Ida, asumiendo en ciertos pasajes, el punto de atención, por su fuerte personalidad, problemáticas y aire melancólico reforzado por su mismo aspecto y desenvolvimiento frente a la cámara; esta reconocida actriz polaca, que ha participado tanto en cine como en televisión, lleva su carrera a los más alto con esta película, por la que ha sido nominada en diversos festivales y categorías. Para Agata Trzebuchowska, quien interpreta a Ida, este no sólo es su papel debut, sino uno por el que se ha hecho mundialmente famosa, llena de nominaciones, reconocimientos y todo un esfuerzo por estar a la par de una de las mejores películas del 2014.


Una de las tantas películas que no puede observar en las salas de cine, no sólo porque duraron muy poco en cartelera sino por su poca difusión, sin embargo con Ida, tanto en blogs como en páginas de cine, escribían que ésta era una de las mejores de ese año, y que su inmaculada fotografía era el gran valor de esta obra, y después de verla en lo mejor del 2014 en la Cinemateca Distrital, no solo queda comprobada su calidad sino la pericia de un director poco conocido pero habitual en festivales y premios, como Pawlikowski, quien pone las cuotas más altas a este trabajo, donde fotografía, música, historia y actuaciones están perfectamente alineadas, estructuradas y como los planos de esta película, concebidos milimétricamente en función de todo el conjunto.

Uno de los mejores trabajos que he visto, no sólo por sus cualidades técnicas, artísticas e historia sino por la capacidad del director de simplificar no sólo a través de la imagen sino del mismo tiempo, una obra, llamada a convertirse en un clásico moderno. Trabajo más que recomendable, porque es una lección de fotografía en movimiento, con una atmósfera sobria, nostálgica, y obviamente, porque es el descubrimiento o mejor el reconocimiento de un director que sabe poner en escena la elegancia de la soledad, la tristeza y de la misma pérdida de la inocencia.

Zoom in: Presentada en el Festival Internacional de Toronto, y ganadora de múltiples festivales, nominada al Oscar a mejor película extranjera.
La película ha sido criticada o  polemizado por mostrar la relación de los judíos y cristianos, antisemitismo y demás ligados a las 2 guerra mundial.

Montaje Paralelo: La cinta blanca (2009)




4 comentarios:

  1. Me han hablado maravillas de esta película. No he leído mucho sobre ella, porque quiero verla sin a penas conocer nada. Cuando la visiones, entonces leer detenidamente este post y ya opinaré.

    Saludos!

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  2. La verdad la vi no demasiado convencida, por aquello de 'otra película sobre judíos y la Segunda Guerra Mundial', y no tardé demasiado en tragarme todas mis dudas. Una impresionante fotografía y los gestos más que perfectamente calculados de una maravillosa protagonista fueron el indicio de que se venía algo más. Maravillosa. Aunque creo que hacia el final me quedé esperando un último golpe que amarrara el final, no sé.

    ¡Saludos!

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  3. Creo que es una película que utiliza la historia - argumento- como excusa para generar una increíble puesta en escena, donde la fotografía y música, son, junto a las actuaciones los grandes protagonistas; una gran obra para ser admirada, además de buscar los otros filmes de este director, un saludo

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